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Interpretó Tambuco en foro Manuel Enríquez

Para Julio Estrada, la música debe abordar lo humano, como Eolo’oolin

Finalmente pudo ser tocada en México, a 32 años de su creación y 15 de su estreno mundial

Foto
Tambuco, en plena ejecuciónFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Domingo 9 de junio de 2013, p. 6

La música debe hablar de todo lo que concierne a lo humano y su entorno, según Julio Estrada, quien a partir de esa premisa creó una obra masturbatoria, Eolo’oolin, cuyo estreno en México tuvo lugar anoche como parte del 35 Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez, a cargo del ensamble de percusiones Tambuco.

Debieron transcurrir 32 años para que esta pieza pudiera ser tocada en México. Fue escrita en 1981, por encargo del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y su estreno mundial ocurrió en 1998, en Alemania. Desde entonces, ha sido interpretada en diversas partes del mundo, las más recientes en Nueva York y San Diego, en Estados Unidos.

Entre los motivos que pospusieron tanto tiempo su ejecución en México se encuentra la complejidad logística que entraña la obra, como requerir de un espacio bastante particular, y que fue escrita para 18 rototoms, instrumentos en vías de extinción y por lo cual resulta complejo adquirirlos, además de muy costosos, de acuerdo con el autor.

Estos singulares instrumentos, que hoy día sólo son construidos en Estados Unidos, consisten en una serie de tambores que cambian de afinación mediante movimientos circulares sobre su propio eje. Están montados sobre arneses que permiten a los ejecutantes colocarlos sobre su pecho y desplazarse con ellos hacia cualquier lugar.

El espacio para ser interpretada –en este caso fue el llamado Patio de Escritores de la Biblioteca México, en la Ciudadela– está dispuesto a la manera de pentágono, en cuyos cinco extremos y al centro están colocados diversos sets de percusiones. El público se encuentra dentro de esa figura geométrica virtual.

El propósito es que los seis intérpretes puedan desplazarse de forma continua entre una serie de pasillos que son dejados dentro de ese pentágono. Ello, explicó Julio Estrada, con la idea de conformar un pulpo sonoro que extiende y retrae sus tentáculos para dar la sensación de que el sonido se acerca y se aleja.

Desde su título, Eolo’oolin (que se deriva de dos palabras, una griega y otra náhualt, que reunidas significan movimiento del viento), queda claro que ésta es una obra cinética, incluso podría considerarse coreográfica, debido a que los intérpretes se mantienen en desplazamientos continuos por todo el pentágono, que hace también las veces de escenario.

Sin embargo, no es una pieza que tenga un propósito teatral, en el sentido de su vistosidad escénica, aunque tiene mucho de ello. Si acaso hay una teatralidad, es la que producen los propios sonidos y ritmos, aclaró el creador musical.

Con alrededor de 50 minutos de duración, la obra consta de diversos ambientes que detonan la imaginación y la fantasía del escucha, que lo mismo puede sentirse en la fastuosidad de una selva que dentro del mar embravecido o al borde de un volcán en erupción.

Hay momentos febriles, de éxtasis, de estridencia gozosa y delirio, que evocan al coito y el orgasmo. Es, en sentido, una pieza muy sexual e incluso su autor acepta que de forma deliberada quiso plasmar en ella una especie de masturbación.

Escrita en homenaje a Iannis Xenakuis, el estreno nacional de Eolo’oolin sirvió asimismo para festejar los 70 años de Julio Estrada, cumplidos el pasado 10 de abril, y los 20 años de la integración del ensamble Tambuco, dirigido por Ricardo Gallardo.