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El nadador paralímpico buscará batir los récords mundiales de 100 y 200 en Río 2016

Gustavo Sánchez desconoce el no se puede; está habituado a lograr todo lo que se propone

Uno de sus grandes orgullos es su familia

Las notas del Himno Nacional le enchinan la piel

 
Periódico La Jornada
Viernes 7 de junio de 2013, p. a15

Bajo la sombra de un árbol, en la alberca de Ciudad Universitaria, donde nació su gusto por la natación competitiva hace 12 años, Gustavo Sánchez Martínez afirma decidido que en su diccionario de vida no existen los conceptos imposible, no se puede, y tampoco a la mejor, porque está habituado a lograr lo que se propone.

Hace una semana el competidor paralímpico –quien nació con una malformación; sin piernas, un brazo completo y el otro hasta el codo–, cumplió una labor perfecta al ganar cuatro oros en sendas competencias en la Olimpiada Nacional en los 200 metros, 150, 100 y 50 libres, en las cuales –salvo los 150– buscará coronar su esfuerzo en el Campeonato Mundial de la especialidad, a realizarse en Canadá en agosto próximo.

“Estamos trabajando con mi entrenador José Peláez en una programación muy exacta para el Mundial, pero enfocados en nuestro siguiente gran objetivo, que es mejorar los récords mundiales de los 100 (1.24 minutos) y 200 (2.54) metros en la Paralimpiada de Río en 2016.

Vamos a mejorar tiempos

Vamos a buscar mejorar un segundo o más al año, para llegar a Brasil e imponer allí los nuevos resultados, dice como quien planea una cena para los amigos.

De sonrisa fácil y palabra fluida, el competidor se quitó los audífonos, que sólo deja para dormir o bañarse, y una gorra que lo protege del inclemente sol de mediodía de esta ciudad.

No buscamos mejorar los tiempos por el dinero, sino porque en mi casa me han enseñado que como persona siempre debo ser autosuficiente; buscar y lograr lo mejor. Desde encender un interruptor, hasta como competidor representar a mi país, a mi alma mater (la UNAM), y porque quiero dejar huella de mi paso por este deporte, que es mi vida, refiere.

Atado a su silla de ruedas, Gus nunca tuvo miedo al agua, porque ni tiempo le dieron. A los seis meses de nacido fue su primer contacto, bajo el cuidado de sus hermanas Jimena y Gaby, y ahora lo ve como algo natural, como escuchar música de The Eagles o los Beatles con la que se crió en casa, aunque tiene amplio conocimiento de los grupos modernos que también son sus favoritos.

Hablar de su familia es adentrarse en su mundo feliz. Su madre, María Elena, tiene tres maestrías y un doctorado. Es el sostén de su casa con su trabajo en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ya que su padre Gustavo, ingeniero mecánico de profesión, se dedica de tiempo completo a acompañarlo; transportarlo, cuidarlo. Le da consejos y hasta le llama la atención cuando ve que flaquea, lo que no es común.

“No me quiero ni imaginar lo que hubiera sido de mi vida sin esta familia tan maravillosa que tengo. Claro que la natación me ha cambiado todo; desde la madurez que he ganado, hasta la forma de ver la vida que, creéme, es lo que más me llena de alegría. De saber que cada día despierto con planes nuevos de cosas que quiero hacer, que debo terminar.

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El orgulloso nadador de la UNAM quiere dejar huellaFoto Carlos Cisneros

Siempre estoy pensando en que la vida es maravillosa y más si tienes tiempo para dar lo mejor de ti. Eso es lo que me han enseñado en casa, por eso estoy muy agradecido con mi familia, con la gente que de verdad me ha ayudado, apunta.

Sabe que en un día normal de entrenamiento requiere 6 mil 500 calorías para aguantar el extenuante trabajo en la alberca, por lo que come de todo. Pastas, carnes, pizza, aunque su comida favorita es el sushi, que no contiene nada de grasa, pero sí un alto porcentaje de Omega 6. No tienes tienes idea de lo bueno que resulta para las personas.

Además no olvida tomar muchos líquidos para mantenerse en la mejor forma competitiva.

Escuchar las notas del Himno Nacional parado en lo más alto del podio le enchina la piel a cualquiera. A Gus le agrada esa sensación, pero más porque en cada premiación se da tiempo para recordar los días que debió prepararse, los cientos de repeticiones en la alberca, los consejos de su familia, los regaños del entrenador, los estudios médicos; todo lo que hizo para al fin lucir una presea de oro en el pecho y una amplia sonrisa.

Es algo que no te puedo explicar con palabras. No sé si porque no las hay o porque es una sensación que tengo, pero que no puedo platicar. Lo que sí sé es que me llena de orgullo, de gran satisfacción saber que mi esfuerzo y todo el trabajo se ve coronado con un triunfo más, que no es patrimonio sólo de mi familia o mío, sino también de mi país.

Fuera de lo común

Con casi una centena de medallas, el nadador ha sido catalogado por especialistas como algo fuera de lo común. En su casa han jugado con las cifras, ya que por su complexión tiene logros que lo hacen ser un competidor con gran potencial, como lo demostró al ganar oro en los 100 metros en los Paralímpicos de Londres 2012 ante el español Richard Oribe y el francés David Smetanine, quienes tienen ambos brazos completos y miden más de 1.70 metros.

En la edición anterior de los Juegos Paralímpicos Gustavo fue el competidor más destacado de la delegación mexicana con dos preseas doradas (en 100 metros, con 1:24.28 minutos, y 200 libres, 2:58.09), además de una plata (150 individual combinado, con 2:39.55) y un bronce (50 metros dorso, 47.17), por delante de su compatriota Juan Ignacio Reyes.

Luego de platicar que una de sus lecturas favoritas es Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez, también cuenta entre sus preferidos a Paulo Coelho, porque cada uno de sus libros deja una gran enseñanza.

Será por esa razón que ahora –además de hablar bien inglés– estudia portugués, no sólo para leer al brasileño en su lengua original, sino para llegar a Río y entender lo que pasa en esa nación, donde espera saltar al podio universal en caso de mejorar los dos récords mundiales, en lo que ya trabaja.