Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 26 de mayo de 2013 Num: 951

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El espíritu abierto
de Valery Larbaud

Vilma Fuentes

Ditoria: en el centro
de la edición

Ricardo Venegas entrevista
con Roberto Rébora

Caparrós, memoria
singular de Argentina

Sergio Gómez Montero

Cualidad y horizontes
del adjetivo

Leandro Arellano

Gilbert, Sullivan
y Grossmith,
el humor Victoriano

Ricardo Guzmán Wolffer

El joven Dickens
Graham Greene

Una tempestad
llamada progreso

Hugo José Suárez

La poesía
Aris Diktaios

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 
Caparrós,
 
memoria
 
singular
 
de Argentina
Sergio Gómez Montero
Foto: María Luisa Severiano/ archivo La Jornada

Sin duda, ella, Argentina, otra vez (como cuando el tango irrumpía en París a fines del XIX, o con Perón o las Malvinas) está en boca de todos, argentinos o no. La razón, el mismo Caparrós la escribe: la elección de un Papa argentino que, como todo argentino que destaca, se ve acompañado por la polémica y un argentinismo que es difícil de entender, a menos, claro, que uno quiera ir a los orígenes, a los mestizajes, a las herencias culturales profundas.

Sí, esta nota sí gira en torno a Argentina y a una novela escrita por Martín Caparrós (Los living, Premio Herralde de Novela 2011 y publicada el mismo año por Anagrama), cuyas singularidades son múltiples, pero cuya lectura no es nada fácil de asimilar (y entender), pues son muchas cosas las que hay atrás de ella y muchísimas otras las que están en su superficie. Es decir, a diferencia de sus reportajes y notas periodísticas, a Caparrós como novelista le gustan las miradas oblicuas, experimentar con las formas escriturales y causar estupor en el lector. Al menos, considero, es lo que sucede con esta novela, cuya lectura se dificulta desde la primera a la última página, pues el narrador, Nito, lo comienza a hacer desde el seno materno hasta el final, en donde el caos pareciera triunfar.

Pero, ¿qué es lo que pasa con Los living?, ¿por qué el título de la novela? En sentido estricto, digo, desde allí se vislumbra el menosprecio de Caparrós (exiliado durante muchos años de su país) por Argentina, la que se identifica en este libro como una nación cuyo interés único es tener en cada estancia de sus casas sólo eso, “un living”, porque así queda satisfecho su principio de identidad (esto sólo se declara en las páginas finales del libro: “Ganancia extrema, pura ganancia por todos los costados. Tener nuestros muertos en el living, es una forma de acostumbrarse, de ir entrando en la muerte sin terrores”). Y eso es sólo el comienzo de la historia de esta novela, la que arrastra una larga cauda de críticas a todo lo que es la historia reciente de su país. Porque, en principio, Nito nace precisamente el día que Perón muere y eso provoca un duelo nacional que se expresa no sólo en dolor profundo, sino también en la manifestación de un nacionalismo exacerbado y populista que no se explica después de un balance objetivo de las tareas sociales desempeñadas por ese caudillo. A lo largo de toda la novela esa idea permanece, ¿De dónde, entonces –sería una primera interrogante que plantea la novela–, la entrega apasionada de un pueblo a un caudillo difícilmente salvable por la Historia?

Pero si la anterior es una pregunta que se desprende de la lectura de este libro, es en torno a ella que muchos de los pasajes se desarrollan, en particular aquellos iniciales, cuando se describen las vidas de los papás de Nito antes de casarse (él, un obrero automotriz; ella, una hija de familia de clase media), los cuales, ambos, serán significativamente influyentes en la vida del personaje central. Es decir, lo dice entrelíneas, varias veces, Caparrós: Perón representó para su país una presencia que aún ahora permanece, de la misma manera que permanece, indeleble, la tendencia de los argentinos a afiliarse de inmediato a todos aquellos personajes que destacan del promedio, y en ese momento olvidan toda su historia pasada, sea ésta o no una historia negra o denigrante. Por eso Nito, desde el vientre de su madre, a las cuatro semanas de haber sido concebido, afirma: “Yo era, para ellos, todo lo posible […] ese eso que no sabían imaginar y los llenaba, al mismo tiempo, de horror y de esperanza.” No en balde, pues, luego de tal afirmación la veneración del personaje hacia sus progenitores. Así la madre, es obvio, desde los inicios de la vida de Nito (como lo narra él siendo aún un cigoto en el vientre de su madre), es una presencia continua y atosigante que corporiza las críticas ácidas y feroces hacia un nacionalismo que una y otra vez se hace incomprensible, al grado de que por eso la novela termina con esta profecía: “Nito es, ahora, uno de los personajes más respetados de la patria y hay quienes suponen –aunque él sigue negándolo– que no pasará mucho tiempo antes de que se presente a una elección presidencial. Que, sin duda, ganará por muerte.”

Pero, antes que eso, Los living no termina allí; no, qué va. ¿Qué más sigue? Sin duda la apertura a la mujer (no la madre, claro) y al sexo y a lo inexplicable de la pasión. ¿Quién es, entonces, quien encarna a ese personaje? Titina. Mientras que Carpanta (un artista que lleva al extremo el acto creativo) es por su parte un personaje fundamental dentro del libro, no sólo por sus excentricidades (todas sustentadas en razonamientos impecables, sino por sus razonamientos promotores de la anarquía, que se mueven siempre en los límites de la lucidez. Es, pues, podría decirse, Carpanta la artífice de la vida en esta novela.

Pero no todo queda allí. Habría que mencionar a la religión como el verdadero revulsivo: aquello que hace brotar todo lo bueno y lo malo de lo narrado, más de lo segundo que de lo primero, pues la predicación (Nito convertido en predicador) se convierte en ella como el agente mediático que concita en sus audiencias las conductas más inverosímiles y siempre generadoras de acciones inexplicables y extremas, al margen de que su origen, la prédica, siempre tiene una finalidad: esquilmar al feligrés (¿si los curas católicos lo hacen, por qué un predicador cristiano no puede hacer lo mismo?).

Amarga, muy críticamente dura. De lectura complicada, en donde la Argentina de nuestros días termina y se muestra como un monstruo de múltiples cabezas, esta novela de Caparrós encierra también lecciones invaluables sobre lo fugaz y perecedero del presente.  lo más angustiante: ¿tendrá sentido el futuro?, ¿tendrá sentido la lectura, la escritura, la vida misma? Y no sólo en Argentina, sino en cualquier lugar en donde la vida humana se manifiesta.

¿Qué tanto es Caparrós un profeta del desastre total de la vida humana?