Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 19 de mayo de 2013 Num: 950

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Para ti
Silvia Lemus

Pesimismo sonriente
y periodismo cultural

Fabrizio Andreella

Francisco Gamoneda:
el libro como semilla

Xabier F. Coronado

El arte de no leer
Hermann Bellinghausen

De la lectura como naturalidad
Ricardo Guzmán Wolffer

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
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Directorio
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Miguel Ángel Ríos: el fantasma de la modernidad

El artista de origen argentino Miguel Ángel Ríos (Catamarca, 1943) ha destacado desde hace un par de décadas en la creación de videos e instalaciones multimedia en las que aparecen de manera recurrente –pero siempre con una voz distinta– sus preocupaciones sociopolíticas: la identidad, el territorio, los conflictos fronterizos, las tradiciones ancestrales de los grupos étnicos latinoamericanos y su incidencia en el mundo actual, en fin, el concepto complejo e inasible de la América profunda. Actualmente se presenta en la Sala de Arte Pública Siqueiros (Tres Picos 29, col. Polanco) la muestra A través de la frontera, que incluye una serie de dibujos en papel y un extraordinario filme de 5 minutos titulado El fantasma de la modernidad. Lixiviados.

A diferencia de otras producciones anteriores en las que Ríos recurrió a un lenguaje cargado de violencia –aunque siempre en un tono metafórico– para puntualizar temas muy variados, como las guerras o las revueltas de masas, en este filme nos transporta a un territorio onírico en el que las referencias sutilmente veladas, más que mostrar, ocultan. Y si menciono que ocultan es porque el espectador no consigue tener plena certeza de lo que el artista ha querido expresar en la secuencia de imágenes extrañamente ambiguas y poderosas, pletóricas de contenido simbólico. La unión de los contrarios es el hilo conductor de estas misteriosas y muy sugerentes imágenes que, de alguna manera, evocan lo liviano y lo pesado, lo opaco y lo traslúcido, lo terrenal y lo celestial, lo inmediato y lo posible… Imágenes que, a un tiempo, propician un ámbito metafísico de “carácter alucinatorio, mágico, onírico”, según las palabras del propio realizador.

Da inicio la proyección con la caída de numerosos cubos construidos con placas de lámina que remiten a los refugios improvisados que se encuentran en los asentamientos más marginados en los países tercermundistas. Se escucha el estrepitoso desplome de estos artefactos sobre la tierra, en un espacio que, se intuye, es un amplio basurero. Siguiendo el mencionado juego de los contrarios, entra a cuadro un cubo de cristal transparente de 2.5 × 2.5 × 2.5 que vuela rítmicamente entre las cajas de lámina, recorriendo a su paso grácil y etéreo el inhóspito espacio del basurero.

A través de la trasparencia del cubo se vislumbra un paisaje hostil en el que, de pronto, aparecen unos tendederos de ropa que alternan con unas fajas de carne cruda que también penden de unas cuerdas, creando así una inquietante atmósfera críptica que se contrapone a la belleza y fragilidad del cubo que es, en última instancia, el protagonista del filme.

No hay diálogo alguno y la presencia humana se reduce a la visión de unas cuantas piernas y pies de unas mujeres indígenas que barren con furor el terreno farragoso. Sin embargo, el sonido forma parte de la armonía de las imágenes: se escucha el murmurio de un viento que no parece correr, en tensión con el aleteo de decenas de zopilotes que elevan su vuelo hacia el azul profundo del cielo oaxaqueño y cuya presencia pareciera presagiar algún mal agüero. El hecho de haber filmado en los basureros de Zaachila no es una casualidad. Miguel Ríos se interesó en esta zona de litigio entre las diferentes comunidades zapotecas que pelean por el poder dentro del territorio de los basureros, para ahondar, una vez más, en problemáticas actuales que han sido en gran medida su fuente de inspiración. Ríos eleva el significado social y político de este conflicto a un nivel de reflexión crítica y, tomando como metáfora la figura del cubo, lo entrevera con otro cuestionamiento de índole estética que tiene que ver con el lenguaje de la modernidad en el siglo XX. Así lo plantea el artista: “Es un filme que se vale de la geometría para explorar el espacio antropológico implicado en las percepciones sensoriales, usando dos de los paradigmas fundamentales de la modernidad: la transparencia y el cubo.” El cubo, en el sentido cartesiano, tiene que ver con los conceptos fundacionales de la modernidad, en tanto que Ríos subvierte estos conceptos en su espacio cinematográfico y convierte el cubo en un abanico de posibilidades que dan pie a la reflexión existencial. “¿Es nuestra posición la de ser protagonistas o espectadores, estamos fuera o dentro del cubo?”,  se pregunta –y nos pregunta– el artista. Este contundente, hermoso, complejo y altamente poético filme puede ser abordado desde distintos ejes de interpretación/sensación que buscan –y consiguen– romper con la lógica cartesiana al abrir brecha al placer estético y al cuestionamiento filosófico. Cada espectador sacará su propia conclusión.

Nota: En la columna anterior se omitió decir que la exposición Cúmulo, de Maribel Portela, se presenta en el Museo de San Carlos.