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Las querencias del Maestro Manolenta
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Periódico La Jornada
Sábado 18 de mayo de 2013, p. a16

Un buen bonche de calcetines viejos, eso es mi nuevo disco, define Erick Patrick Clapton.

Narra que un buen día estaba sentado frente al televisor, viendo un noticiario cuando empezaron a transmitir el video de Where are we now?, como adelanto del nuevo disco de David Bowie, The Next Day.

¡Qué bien! ¡Qué inteligentes! ¡Eso sí es noticia! Exclamó Eric Patrick frente a la pantalla líquida.

La pieza me pareció magistral, dice el azorado. Sobre todo su estructura, tiene maestría. Esa obra me tomó por el cogote.

Me gustó tanto, añade, que llamé enseguida a mi oficina para pedirles que enviaran un mensaje a la oficina de David Bowie y que simplemente dijera: ¡gracias, David, por haber escrito esa canción tan hermosa!

Me nació del alma hacer eso, dice Eric Patrick, y fue tan sincero y espontáneo que de inmediato recibí la respuesta de Bowie: gracias por la lección, calcetín viejo.

¡Genial, es genial, calcetín viejo! Sopesó Eric, que mi amigo, con quien he vivido muchas experiencias y hemos compartido el mismo camino, me llamara de cariño calcetín viejo, me pareció genial y de hecho le pedí permiso de titular así mi nuevo disco, Calcetín viejo, Old Sock, y también me otorgó el permiso para contarles esta historia.

En México, más que calcetín viejo, quizá llamaríamos a este entrañable nuevo disco como Chancla vieja, pero el sentido es el mismo: un calcetín viejo simboliza un compañero de viaje, un objeto que nos ha acompañado, servido, abrigado y le tenemos tal querencia que, obcecadamente, no lo tiramos y no lo cambiamos por un tin nuevo.

Porque, en efecto, Eric Patrick, nos explica, ha reunido en su nuevo disco un puñado de entre las canciones que le han significado en su vida, sobre todo en su infancia, cuando las escuchó con sus padres y también, recuerda, cuando era un veinteañero impactado por esas canciones que le calaron hondo.

Encontramos entonces en Old Sock una colección de piezas de vario linaje. Los seguidores del lado moridor de Clapton extrañarán el rock duro y el blues salvaje. Quizá por eso le han tundido, injustamente, al Manolenta en algunas publicaciones especializadas. Ni aguantan nada, el Maestro tiene derecho a mostrar una cara amable de sus gustos musicales, que además buen gusto tiene el señor Clapton.

Blues sí hay en esta canasta de calcetines viejos: los tracks 7 y 8: Born to lose, en una versión modosita, con un intenso riff que no se compara en nada con el que Monsieur Clapton suele otorgar en vivo, como aquella versión del 30 de junio de 1999, que fue alucinante y que se puede disfrutar en YouTube.

El otro buen blusecito de este disco es el clásico de Gary Moore: Still got the blues, con el exquisito toque pianístico de Maese Steve Winwood, en esta vez en un órgano Hammond B3. De hecho este es el track favorito del Disquero: el coro femenino, los cambios de ritmo y dinámica, el fraseo lento, como para bailar de a cachetito. Una exquisitez que ejemplifica la esencia de Old Sock: un disco de un maestro que no tiene empacho en mostrarnos su intimidad.

Esta pieza hermana Old Sock con el anterior disco del maestro, y que se titula simplemente Clapton (http://goo.gl/SPsdb), donde también destila sus piezas de blues más queridas. En aquel disco como en este los artistas invitados son de superlujo. En esta nueva grabación aparecen, además del mencionado Madera Victoriosa (Winwood, je) otras luminarias: Taj Mahal en el reggae inicial del disco; J.J. Cale está en los dos discos, en esta ocasión en la bella pieza Angel; y el músico vegetariano don Polma Carne (Paul McCartney, je) en la linda pieza All of me.

Reggae (piezas, una de regalo en la versión que venden en iTunes, del maestro Peter Tosh), baladas románticas (The folks who live on the hill, de Hammersterin y Kern; Our love is here to stay (de Georges y su hermano Ira Gershwin) y linduras varias conforman este álbum de las íntimas querencias del Maestro Manolenta.

Con Old Sock, el nuevo disco de Eric clap clap clap Clapton, podemos dar otra vuelta de tuerca a la máxima aquella que queda ahora así: el calcetín viejo que yo tire.... pues lo vuelvo a levantar. Esokeniké.

Ajúa.

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