Opinión
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Ruta Sonora

David Bowie: el arte de la autoreferencia. Juan Perro

“S

í hay aquí algunos tracks de rock, de esos para sonar muy fuerte en vivo y tener a la gente saltando, pero no es del todo un ‘álbum de rock’: es un álbum de David Bowie”, sentencia para Hollywood Reporter, Tony Visconti, productor desde 1969 de este icono de la música pop del siglo XX, acerca de The Next Day, disco que inesperadamente editó aquel otrora Ziggy Stardust en marzo, dos meses después de su cumpleaños 66. Y dicha sentencia define bien toda la circunstancia. Se trata del primer disco del Duque Blanco en 10 años, cuando se pensaba que el músico inglés se había retirado por motivos de salud (fue operado del corazón en 2004). Por ello, su edición es en sí un notable suceso, una marca registrada de expectativas mayores. De igual forma, la frase de Visconti recuerda que el mundo sonoro de Bowie es uno solo, de personalidad única, con todo y sus mutaciones en 40 años de carrera.

Con todo, una década de ausencia le fue benéfica: le permitió acrecentar su culto entre los revitalizadores de la música del siglo XX, para volver cubierto de gloria, cuando todos pensaban que estaba en retiro. Y es que, aunque entre 1995 y 2003 fue muy productivo (los electrónicos Outside (1995) y Earthling (1997), y la melancólica trilogía Hours (1999), Heathen (2002) y Reality (2003), fue más aclamado por la prensa que por las grandes audiencias. Tomarse un descanso tras ese posible desgaste, pudo ser otra razón. El silencio en torno a sus actividades, acrecentó el mito. A Visconti incluso se le prohibió informar que trabajaba con él en un nuevo disco: no lo sabía ni mi familia, dijo en citada entrevista.

¿Y de qué va lo nuevo? En principio, el juego es la autoreferencia, tanto visual como musical. Ironiza sobre su mismo personaje, y se pone literal al intervenir la portada de su mítico Heroes (1977) con una etiqueta blanca que cubre su rostro y muestra el título: el siguiente día, lo que sigue. Cubrirse para redescubrirse. Sónicamente hay mucho de Scary Monsters (1980) en cuanto a lo contenido de las guitarras, pero también hay mucho del tono reflexivo, existencial, de Heathen. Pero si bien hay autoreferencia y nostalgia aparente, su espíritu está en alto; no hay derrota ni abandono, sino gran dosis de ironía y vitalidad, sin dejar de sentirse contrariado con el entorno actual. Su eterno sueño espacial prevalece en dos tracks, como parte de un ramillete de temas de estilo indeleble, ejecutados con gran energía (le acompañan los mismos músicos que en Reality) y una voz saludable, potente, profunda en emociones. Maestro de la redondez conceptual, cercano al arte, armó su video inaugural con el bellísimo y melancólico tema Where are we now?, de la mano del videoartista Tony Oursler, que recuerda sus setenteros años en Berlín. Crucial homenaje al maestro Scott Walker, ejecuta en Heat, con timbre grave y vulnerable, entre misteriosas atmósferas.

Foto
El Duque BlancoFoto Tomada de Internet

Su siguiente día es ser David Bowie más allá del bien y el mal, sin plantearse vanguardias sonoras ni innovación alguna. Lo suyo aquí ya no es demostrar nada, sino hablar desde el fondo del alma, con varias de sus letras más confidentes en mucho tiempo. Por ello, quizá arreglos y producción no hacen tanta justicia a sus sentidas composiciones: a ratos le hace sonar a los años 90, no con intenciones deliberadamente arty, sino quedadas en otro tiempo, aunque por suerte, en la mitad de los temas le deja en la atemporalidad que alguien de su estatura artística requiere. Cambiar de productor habría sido benéfico, para evitar repeticiones, pero quizá hay asuntos de confianza personal imposibles ya de alterar.

A fin de cuentas, es un álbum disfrutable, profuso, con momentos realmente altos (The Next Day, Dirty Boys, Stars –are out tonight– y las ya nombradas), que toma el pulso actual a uno de los más vigorosos e influyentes creadores contemporáneos. Veredicto: salud inmejorable, con la sonrisa y la lírica por encima del promedio. No cambiará al mundo, pero sí nos hará seguir amándolo.

El ritmo perdido

Santiago Auserón, uno de los mejores letristas de su generación, mejor conocido por muchos por su trabajo composicional al frente de la legendaria banda española de los años 80, Radio Futura, vuelve bajo su ya también añejo sobrenombre: Juan Perro, acompañado en versión acústica por el guitarrista y cantante Joan Vinyals, en segunda visita íntima a México con este espectáculo ahora llamado El ritmo perdido: dúo acústico, que recrea mucho de su quinto disco Río Negro (2011), así como otros temas de su discografía, algunos covers y sorpresivas versiones solitarias a temas de su antigua banda de marras. Con un encanto único para dirigirse al público, con personalidad melancólica, voz rasposa y altamente entregada, se recomienda sobremanera verle en vivo el miércoles 8 en el Lunario (a un costado del Auditorio Nacional), 21 horas; $540 a $658 (más recomendaciones de conciertos en patipenaloza).

Twitter: patipenaloza