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El Estado abandonó al sector; no ofrece oportunidades, dicen

Sin opciones, los jóvenes nutren las filas de la delincuencia: especialistas
 
Periódico La Jornada
Domingo 14 de abril de 2013, p. 13

El hecho de que 50 por ciento de las personas muertas en incidentes violentos del crimen organizado sean jóvenes, lo mismo que 35 por ciento de los victimarios, muestra con claridad el fracaso del Estado mexicano para brindar oportunidades de educación y empleo a un sector que se ha ignorado y criminalizado, señalaron académicos especializados en el tema.

Alfredo Nateras, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa, indicó que las cifras que dio a conocer la Secretaría de Desarrollo Social sólo confirman el abandono en que han dejado las instituciones a los jóvenes, quienes ante la falta de opciones decorosas de vida han optado por ingresar a las filas de la delincuencia organizada.

“Se calcula que en la administración de Felipe Calderón los grupos criminales reclutaron entre 60 mil y 70 mil jóvenes de ambos sexos en giros que van desde narcomenudeo hasta sicariato, tráfico y secuestro de migrantes y robo de autos de lujo. De igual forma, en ese sexenio murieron en hechos violentos entre mil 500 y 2 mil niños”, lamentó.

La cifra de que 50 por ciento de las muertes violentas son de jóvenes representa una crisis humanitaria, y lo más paradójico es que el proyecto neoliberal de los priístas tampoco les da ninguna oportunidad de construir una vida en el presente, advirtió el especialista

Como al sector se le siguen ofreciendo los peores trabajos con pésimos sueldos –como ocurre en las cadenas de comida rápida, supermercados o la industria del entretenimiento–, muchos de sus integrantes prefieren volverse delincuentes y ganar dinero, sin importar si arriesgan la vida o si deben asesinar a otros niños o jóvenes como ellos, manifestó.

Enrique Cuna, también docente de la UAM Iztapalapa, coincidió en señalar que la aparición de los jóvenes como víctimas y victimarios es producto de la falta de políticas gubernamentales para incorporarlos socialmente mediante el empleo y la educación.

Para el mundo político y económico, los jóvenes son invisibles, y esa invisibilidad se termina con la aparición de la violencia. Entonces empieza la estigmatización y criminalización, como cuando Felipe Calderón dijo que los muchachos asesinados en Villas de Salvárcar (el 31 de enero de 2010) eran narcotraficantes, recordó.

Ante la falta de alternativas, muchos jóvenes adoptan la criminalidad como forma de vivir al límite y obtener los satisfactores materiales que la sociedad de consumo les muestra como símbolos de éxito y estatus social. No es una cuestión de policías, sino de reducar al mundo adulto para que empiece a mirar de otra forma a la juventud, afirmó.