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Desde hace 18 días ha viajado en 10 trenes y visto de todo, dice

Llegar a EU, sueño de hondureña de 16 años varada en Monterrey
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 7 de abril de 2013, p. 29

Monterrey, NL, 6 de abril.

Huérfana de padre y madre, Morelia Elvira Rodríguez, de 16 años, abandonó su natal Honduras para tratar de llegar a Estados Unidos. De su país a Monterrey tomó 10 trenes y tardó 18 días; en el camino le tocó ver cuando un migrante quedó amputado de una pierna al caer del ferrocarril en Coatzacoalcos, Veracruz, y cómo una joven fue violada.

Pero la falta de dinero para pagar un traficante de indocumentados la hizo desistir temporalmente de su intento por cruzar el río Bravo y tomó un receso en esta ciudad, donde busca trabajo, reunir recursos y seguir su camino.

Morelia, la menor de nueve hermanos desperdigados en Honduras, sólo estudió hasta sexto de primaria. A los 12 años salió de su casa para emplearse en labores domésticas en San Pedro Sula, a cinco horas de la zona arqueológica de Copán.

Hace tres años murió su madre y hace ocho meses su padre; vivía en la casa paterna sólo con una hermana de 17 años. A la muerte de su progenitor, el menor de los hermanos varones decidió volver al hogar, pero no para apoyarlas, sino para correrlas y quedarse con la casa.

Así, Morelia y su hermana decidieron aventurarse y viajar hacia Estados Unidos; tomaron un autobús que las llevó a Guatemala y de ahí, en una lancha, se internaron en México.

Con aproximadamente 200 centroamericanos, Morelia tomó un primer tren en el sureste mexicano, su hermana quedó varada. Aún desconoce si regresó a Honduras o continuó su camino para tratar de llegar al país vecino.

Morelia quiere probar suerte en Estados Unidos porque en San Pedro Sula le pagaban apenas mil 600 lempiras mensuales (unos mil pesos mexicanos), por labores de cocina, limpieza, lavado y planchado de ropa, entre otras actividades domésticas.

Tomé como 10 trenes cargueros para llegar a Monterrey en 18 días, nos subíamos cuando se paraban en una estación y ahí esperábamos otro, recuerda.

Al llegar a Monterrey no pudo continuar, porque los demás traían guía y esos cobran. Caminaba y le pedí al señor de un camión urbano que me llevara al centro para buscar la casa del migrante, pero nadie sabía.

Un taxista la llevó a la Macroplaza, donde fue entrevistada mientras buscaba dónde alojarse, así como un trabajo para reunir dinero y continuar su camino a Maryland, al noreste de Estados Unidos, donde vive su medio hermano, al que no avisó de sus planes, comentó la adolescente, que sorprende por su audacia.