Opinión
Ver día anteriorViernes 22 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

IVA a medicinas y alimentos

Gravar hambre y enfermedad

Chatarra libre de impuestos

A

l gobierno federal se le hace poco serio que aun sin conocerse su propuesta concreta en materia de IVA a medicinas y alimentos, ya se registran quejas en algunos sectores de la población, y considera que no hay por qué alarmarse, pues cuando tal impuesto entró en vigor (1980, durante el sexenio de López Portillo) ambos productos (las de patente, en el primero de los casos, y los procesados en los segundos) se gravaron con 6 por ciento (igual a la aplicada en las franjas fronterizas), por debajo de la tasa general, que en su origen fue de 10 por ciento.

Poco serio, reclama, pero el siempre serio gobierno federal deja a un lado el espeluznante hecho de que 65 por ciento de la población económicamente activa del país (más de 33 millones de personas, incluidas las desocupadas) han quedado totalmente fuera de la cobertura de las instituciones de salud (IMSS, Issste, Secretaría de Salud y conexas), las cuales, de una u otra suerte, hacen como que reparten gratuitamente medicamentos entre sus beneficiarios, es decir, sólo uno de cada tres mexicanos en edad y condición de laborar.

A la par de ese dramático inventario, la estadística oficial revela que el ingreso de cuando menos 28 millones de mexicanos (uno de cada cuatro, según las cifras de 2010) resulta insuficiente para para comer tres veces al día, por lo que la Cruzada Nacional contra el Hambre (que nació sin presupuesto propio) ni de lejos alcanza para corregir esta terrible realidad, la cual nada tiene de poco seria.

Así, la pretensión de gravar con IVA alimentos y medicinas puede catalogarse como el intento gubernamental de cobrar una suerte de impuesto al hambre y a la enfermedad, y quienes las padecen resentirían en mayor medida el impacto por tal acción fiscal. En el gobierno federal (como sucedió en el sexenio del cambio) se argumenta que a los mexicanos más desamparados se les regresaría con creces (copeteado, diría el inenarrable Vicente Fox) lo que llegaran a pagar por tal gravamen, por mucho que la experiencia nacional en este sentido (nuevos impuestos para combatir la pobreza, generar empleo, fomentar el crecimiento, etcétera) indique todo lo contrario, pues la nueva captación, como otros excedentes, alegremente se destinó al gasto corriente.

Por ello, quienes con poca seriedad critican (sin conocerla) la propuesta y/o la disposición gubernamental de gravar con IVA medicinas y alimentos, han registrado puntualmente la decisión del partido (de nuevo) en el gobierno de acomodar sus principios a los deseos del inquilino de Los Pinos, así como el pronunciamiento favorable por parte de la cúpula empresarial (que goza de cualquier cantidad de privilegios fiscales) y el aval concedido por lo que queda del PAN. No hay que ser mago para adivinar por dónde va la jugada, pero el problema se ahonda cuando –como sucede con la modernización del sector energético– la administración peñanietista se niega a abrir sus cartas en esta materia y se limita a criticar a sus críticos.

¿Quién compra medicinas? Obvio es que las personas enfermas (y uno que otro hipocondriaco), quienes cargarían con el IVA a estos productos. ¿Cuánto obtendría el fisco por incluirlas en la lista de productos gravables? De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma), en 2012 las ventas totales de medicamentos de uso humano ascendieron a poco más de 143 mil millones de pesos. Con base en ese monto, por IVA el erario captaría alrededor de 23 mil millones de pesos (con una tasa de 16 por ciento), cantidad inferior a lo que, por ejemplo, Felipe Calderón gastó en propaganda durante su estancia en Los Pinos.

Entonces, ¿no sería más justo dejar de utilizar más de 30 mil millones de pesos (como hizo Calderón) en la promoción (fallida, desde luego) de la imagen presidencial, que gravar las medicinas con IVA? Alrededor de 33 millones de mexicanos no tienen acceso a las instituciones de salud del Estado mexicano, pero se enferman y tienen que comprar medicinas, las cuales, de por sí, tienen un precio elevadísimo y se ajustan (léase se incrementan) varias veces a lo largo del año.

Lo mismo sucede con los alimentos. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda, en 2012 el erario dejó de captar cerca de 146 mil millones de pesos por no gravar estos productos con IVA. Aquí el problema es que la propia autoridad no ha querido meterse en broncas con los corporativos que producen chatarra (Bimbo-Marinela, Pepsico-Sabritas, Femsa-Coca-Cola, por citar sólo a algunas), y los mantiene en el renglón de productos alimenticios, es decir, sin IVA, al igual que medicinas patito, cuya producción está asociada a no pocos barones Forbes. Esos 28 millones de mexicanos sin ingresos suficientes para comer tres veces al día, ¿cómo mejorarían su dieta con un sobreprecio de 16 por ciento, o más, a los alimentos? Y no es cursilería, sino la cruda realidad social.

En el análisis, la Cámara de Diputados concluyó que la tasa cero por ciento del IVA a alimentos representa una renuncia de recaudación del orden de un punto porcentual del PIB, resultando las familias de mayores ingresos el segmento de la población más beneficiado, en tanto que las familias de menores ingresos se benefician al destinar casi la mitad de su gasto en productos gravados a tasa cero por ciento de IVA. Por tanto, gravar los alimentos a una tasa distinta del cero por ciento implica un posible incremento en la recaudación, el cual sería aportado por las familias con mayores ingresos, principalmente, pero aquellas de menores ingresos resultarían severamente afectadas en su poder adquisitivo.

Un elemento interesante recién lo aportó el ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente: “estoy en contra, porque cargarle el IVA a los medicamentos es ponerle un impuesto a los enfermos por el hecho de estar enfermos, porque son los que compran medicinas… (Además) si se analiza el mercado de los medicamentos destaca que más del 40 por ciento de los compradores son las propias instituciones del Estado, con lo cual o se restituye esa erogación por la vía presupuestal o las consecuencias para las propias instituciones serán muy complicadas”.

Entonces, ¿poco serio?

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