Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 10 de febrero de 2013 Num: 936

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El misterio de la escritura
Mariana Domínguez Batis
entrevista con Vilma Fuente

Marcel Sisniega: literatura, cine y ajedrez
Ricardo Venegas

Eduardo Lizalde:
cantar el desencanto

José María Espinasa

Rubén Bonifaz Nuño,
la llama viva

Hugo Gutiérrez Vega

El naufragio de la cultura: educación
y curiosidad

Fabrizio Andreella

El espectáculo
del presente

Gustavo Ogarrio

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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Jorge Moch
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Pescador chino construye moto anfibia
(y otras lindezas de parecida trascendencia)

Supimos que el niño bonito de Televisa sabía que mentía en el famoso montaje de la francesa secuestradora y su aprehensión de telenovela. También supimos de la asombrosa cantidad de dinero que la hijita del exgobernador priísta de Tabasco, uno de los estados más pobres y jodidos de este país, ocultaba en sus cuentas: 3 mil millones;  atásquese, mi reina. Pero esas noticias no son importantes. Los medios, las televisoras, la radio e internet viven del engaño. Y en el engaño, de la propaganda más abyecta, servil o estratégica, perversamente diseñada. Se dedican en cuerpo y alma, en corporativo y personal, a perseverar mintiendo, inventando tonterías con que embobarnos. Son los más sofisticados estafadores, los que no dan gato sino zorrillo por liebre, zopilote por pollo. Canicas por zafiros. Cualquiera que asome a la televisión, muchos periódicos o los portales de internet más famosos (MSN, Yahoo, etcétera) se satura de estupideces que aparecen como noticias. Una noticia vera es perla en grava, perdidiza en dunas de tonterías que aparentan informar algo trascendente, como que una reina de utilería allá en Europa abdicó a favor de un güevón que usa esmoquin, o que Hugo Chávez, maldito por la gusanera de Miami, por fin les va a hacer el favor de morirse a los burgueses en Venezuela para que allá, como acá, los dueños de los medios, los dueños de los bancos, los dueños del dinero y los negocios turbios se enfunden en la pretina los recursos naturales estratégicos y la dignidad nacional. Salva la trivialidad la tragedia de ocasión, la explosión en la torre de Pemex, la balacera en otra escuela estadunidense. Los muertos siempre venden. Luego se vuelve a lo de siempre, mucho de nada.

Acá, por ejemplo, fue notición que un pescador chino se construyó una moto anfibia. Un armatoste de tres ruedas embuchado en un casco de lancha y vualá, qué bárbaro, qué abusado, qué inteligente. Y acá tus pendejos, Yahoo, leemos la noticia en lugar de mentar madres al IFE y la bola de culeros, con perdón del respetable, que arranan en esas sillas para seguir haciéndole el juego a la prepotencia, el robo descarado y la simulación mal hecha con tal de romperle la crisma a la democracia, a la verdadera oposición política y a cualquier asomo de escrúpulo social, de mínima, indispensable, irrecuperable decencia cuando exoneran al gran delincuente electoral, desestiman toda laya de pruebas impepinables y castigan con multa, por delitos que se achacaban a quien compró descaradamente las elecciones en México, al único de los candidatos que precisamente cuidó no gastar excesivamente dinero público en su campaña. Una mierda, con renovado perdón del respetable. Una burla. Una porquería de maniobra como todas las que acostumbra emplear el aparato propagandístico de la protervia política en México.

Un video titulado Hámster contra pretzel, donde se ve a uno de esos animalitos zampándose un churrito de harina con sal, tiene más mirones que las escenas de policías desgajando cráneos de ciudadanos inermes en el centro de Ciudad de México. La gente, en perpetuo acto de escapismo de la realidad, parecerían adivinar zafios editores de páginas web y productores de televisión, prefiere ver a un roedor atiborrándose el buche que hablar de prostitución infantil, de la espeluznante epidemia de desapariciones de jovencitas entre trece y veinte años que cunde en el territorio nacional, o de sus posibles trágicos destinos en las mazmorras de la esclavitud sexual, esa industria millonaria en que están implicados policías lenones, políticos lenones, empresarios lenones y una caterva de lameculos y cobardes seducidos por el poder relativo del dinero, el puesto público o el burdo ejercicio de la violencia. Mejor ver a Rocío Sánchez Azuara fustigar a un miserable que exhibe sus vergüenzas familiares, que las advertencias de un defensor de los derechos de los migrantes que se juegan la vida en el cruce por el infierno en que la delincuencia, la apatía y la corrupción han convertido México para todo el que por hambre o por candidez sigue creyendo la vieja conseja de que el pinche dólar es la tierra prometida.

La televisión y sus compadres parecen ir ganando. Si un connotado señor periodista sale en la tele diciendo que el bombazo en Pemex fue cosa de morena, se le negará el registro partidista. Si el de corbata dice a cuadro que fue culpa de la sevicia nacionalista, se privatizará la paraestatal. Habrá jugosas comisiones.

Y nosotros, intonsos allí, felices, sentados frente a la tele.