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El esqueleto fue hallado debajo de un estacionamiento en Leicester

Muerto en batalla, inmortalizado por Shakespeare, Ricardo III también es el rey del parking

Estaba atravesado por una flecha, certifican científicos

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Aspectos de la conferencia de prensa, en Leicester, para explicar el hallazgo de la osamenta de Ricardo IIIFoto Reuters y Ap
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Lla lápida del monarca en la catedral de esa ciudad y un retrato del reyFoto Reuters y Ap
 
Periódico La Jornada
Martes 5 de febrero de 2013, p. 5

Leicester, 4 de febrero. Un esqueleto hallado debajo de un estacionamiento de la ciudad británica de Leicester resultó ser efectivamente del rey Ricardo III de Inglaterra, muerto en 1485 en el campo de batalla e inmortalizado como un gran villano por William Shakespeare.

Se trata de uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los tiempos recientes, pues investigadores de la universidad de esta ciudad anunciaron el lunes la resolución de uno de los grandes misterios de la historia británica, más de 500 años después de la desaparición de los restos de ese monarca.

El equipo de la Universidad de Leicester anunció su conclusión después de mostrar la coincidencia del ADN del esqueleto con el de dos descendientes de Ricardo III.

Más allá de toda duda razonable, el individuo exhumado en Greyfriars en septiembre de 2012 es efectivamente Ricardo III, el último rey de Inglaterra de la casa Plantagenet, anunció el arqueólogo principal del proyecto, Richard Buckley. Los restos serán enterrados en la catedral de la ciudad, a pesar de que algunos especulaban con un escenario más apropiado para un rey.

Porque el “misterio del rey del parking” tenía en vilo desde hace meses a la comunidad científica y hacía las delicias de la prensa sensacionalista.

Todo comenzó cuando arqueólogos anunciaron en septiembre haber descubierto un esqueleto atravesado por una flecha debajo de un aparcamiento municipal, lugar en el que según ellos se habría hallado la capilla donde fue enterrado el monarca fallecido en la batalla de Bosworth, cerca de Leicester, en 1485.

La muerte de Ricardo III (monarca entre 1483 y 1485) puso fin a la Guerra de las Dos Rosas, entre la casa de York y los Plantagenet. Aunque su cuerpo nunca se halló, según algunos escritos reposaba en una capilla franciscana, destruida en el siglo XVI.

El hallazgo causó entusiasmo entre historiadores, porque provee datos concretos sobre un monarca cuya vida estuvo rodeada de controversia.

Tras su muerte, la corona pasó a Enrique VII y los reyes de la dinastía Tudor que, con ayuda de Shakespeare y otros dramaturgos, describieron a Ricardo III como un villano brutal y jorobado a quien nada detenía en busca del poder, llegando a asesinar a dos jóvenes sobrinos para asegurar su trono.

Los análisis forenses del esqueleto confirmaron que Ricardo III estaba aquejado de una escoliosis severa que le deformó la columna y hacía que su hombro derecho fuera más alto que el izquierdo, como indican algunas descripciones hechas mientras vivía.

El hombre tenía la edad adecuada –Ricardo murió a los 32 años–, una dieta alta en proteínas correspondiente a personas de alta cuna, y una constitución delgada, casi femenina, como cuentan otros relatos de la época.

Había también claras señales de que esa persona participó en batallas, como una hendidura en la parte posterior del cráneo, provocada por un arma cortante como una alabarda, y una cabeza de flecha incrustada entre las vértebras, que conjuntamente podrían haberlo matado, según dijo la osteóloga Jo Appleby.

Los investigadores estaban convencidos de que habían encontrado a Ricardo III, pero eso se corroboró tras las pruebas de ADN.

La genetista Turi King reveló que el ADN del esqueleto coincidía con el de dos descendientes de la hermana de Ricardo, Ana de York: un carpintero nacido en Canadá, Michael Ibsen, quien se declaró aturdido por el descubrimiento, y otra persona que quiere mantener el anonimato.

Las pruebas mostraron de forma sólida y convincente que estos son efectivamente los restos de Ricardo III, afirmó King.

Los historiadores esperan que este descubrimiento ayude a disipar algunos mitos sobre Ricardo III, y a rexaminar lo que logró durante su breve reinado.