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Evitaremos que México se parta en dos si se fortalecen las universidades públicas, afirma

Desde niño decidí ser cazador de microbios: Sergio Estrada Parra

El inmunólogo egresado del IPN recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012 en la categoría de Tecnología, Innovación y Diseño, que reconoce a su alma máter y 50 años de labor

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Sergio Estrada Parra en el departamento de Inmunología de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas en 1999Foto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de enero de 2013, p. 2

Considerado uno de los inmunólogos más destacados de México, Sergio Estrada Parra, profesor e investigador de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN), afirma que sólo fortaleciendo las universidades públicas e incrementando los recursos destinados a la ciencia y la tecnología evitaremos que el país se nos parta en dos: aquellos que pueden pagar y formarse en instituciones privadas y los que no.

Originario del Distrito Federal, donde nació en 1935, y titulado de químico bacteriólogo y parasitólogo en el Politécnico, fue galardonado el pasado noviembre con el Premio Nacional en Ciencias y Artes 2012, en la categoría de Tecnología, Innovación y Diseño, distinción que, afirmó, reconoce dos aspectos importantes de su vida: al IPN, su alma máter, y su trabajo de casi medio siglo en el campo de la inmunología y el desarrollo del factor de transferencia, sustancia elaborada con leucocitos que ayuda a fortalecer el sistema inmunológico.

Desde su niñez, recuerda en entrevista con La Jornada, decidió ser cazador de microbios, tarea que ha realizado desde hace más de cinco décadas con la creación del primer posgrado en inmunología en América Latina, que hoy cuenta con más de 500 especialistas egresados en un campo que está presente en todas las áreas de la medicina y la farmacología.

Pocos recursos

–¿Qué representa para usted, luego de casi medio siglo de investigaciones y de impulsar la formación de inmunólogos en México, recibir este galardón?

–Es un gusto enorme por mi familia, que siempre me ha apoyado, pero también es un reconocimiento a la ENCB y al Politécnico, al que siempre le limitan los recursos, pues hasta hace poco se hablaba de un recorte de 150 millones de pesos, y se paró gracias a que los alumnos protestaron y se cerró la escuela. En contraste tenemos que a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) le dieron 26 mil millones de pesos como presupuesto, y qué bueno, quisiéramos 10 universidades más de esa excelencia, pero al Politécnico, sólo le tocan 11 mil 800 millones, es decir, menos de la mitad.

–¿Qué papel deben tener las universidades públicas en el impulso al conocimiento científico y al desarrollo tecnológico y de innovación?

–Mucho, pero desde mi perspectiva no se ha apoyado ni a la docencia ni el desarrollo tecnológico durante esta decena trágica de gobiernos que hemos tenido. Cuando (Ernesto) Zedillo concluyó su administración todos los organizaciones internacionales recomendaron que en México se destinara al menos una inversión de uno por ciento del producto interno bruto (PIB) a la investigación y la tecnología. En aquella época se daba 0.4 por ciento, y 12 años después es el mismo monto, no mejoró en nada.

Todo el esfuerzo redundó en que graduamos doctores. Eso fue lo que nos pidieron, y aunque en México no somos muchos científicos, graduamos 6 mil en ese lapso, pero una tercera parte ya se fue (del país), otros tienen trabajo en investigación, aunque no necesariamente en el área en la que se especializaron, y unos más son esos doctores que actualmente conducen un taxi o reparten medicinas porque no hay trabajo.

–En nuestro país usted ha sido pionero en el desarrollo del factor de transferencia. ¿Cómo logró impulsar este proyecto?

–Se trata de un agente terapéutico que descubre el inmunólogo estadunidense Henry Sherwood Lawrence, y que allá le hacen el feo porque iba a ser una alternativa barata que le serviría a la gente de escasos recursos, pero nosotros lo retomamos y actualmente tenemos mil consultas al mes en la ENCB para recibir Transferon, nombre comercial del factor de transferencia, que permite fortalecer el sistema inmunológico.

Sin embargo, si quisiéramos atender a más personas se necesita una inversión directa del gobierno. Desde hace varios años lo propusimos, pero no ha fructificado, pese al apoyo de Yoloxóchitl Bustamante Díez, directora general del instituto, quien ha sido extraordinaria, pero reconocemos que seguimos atados a una tremenda burocracia. Sin embargo, no vamos a dejar de insistir.

No se considera indispensable

–¿Por qué considera que en México se invierte poco en ciencia, tecnología e innovación?

–Porque aún no se cree que es verdaderamente indispensable. Y hasta que no se considere una necesidad absoluta, no nos irá mejor.

–¿Qué lo animó a dedicarse a la ciencia en un país que invierte poco en ella?

–Es un mundo. Me fascinó desde niño. Luego llegó a mis manos un libro con el título Cazadores de microbios, de un autor alemán y me fascinó, aunque no colocó a Pasteur en el lugar que merece. Cuando lo acabé de leer, me dije: ‘yo también quiero ser un cazador de microbios’, y aquí me tiene. Estudié la carrera de químico bacteriólogo parasitólogo, me especialicé en Estados Unidos, pero regrese a México, aunque me ofrecían trabajo en aquel país, porque sabía que aquí necesitábamos desarrollar este campo.

Y eso también marca una diferencia con quienes pueden formarse sólo en instituciones privadas, pues aunque nunca he estado en contra de la educación privada. Quienes se forman en las universidades públicas, en gran parte, tienen un compromiso de volver y aportar algo a su nación si les dan esa oportunidad. Es una visión muy distinta de la de tener conocimientos y buscar ganar dinero. Para hacer ciencia en México se necesita tener la convicción de que se trabaja también por y para el país.