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Los primeros trazos
C

omenzó el año con novedades para la ciencia en México. El pasado jueves rindió protesta como nuevo director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) el doctor Enrique Cabrero Mendoza, en un acto en el que el presidente Enrique Peña Nieto se comprometió a posicionar a este organismo como un instrumento esencial del Estado mexicano para acelerar la transformación del país, y dio a conocer además aspectos importantes de la política que seguirá su gobierno en estas áreas. Me referiré por ahora sólo a los contenidos de la intervención del licenciado Peña Nieto en esa ceremonia.

1. La estructura. Un punto interesante fue la definición de la forma que adoptará la administración pública de la ciencia y la tecnología en el arranque del sexenio. Al argumentar su rechazo a la propuesta de crear una secretaría de Estado, Peña Nieto esbozó las características de una nueva estructura, la cual contará con una oficina que trabajará desde la Presidencia de la República, que estará a cargo del doctor Francisco Bolívar Zapata, quien ya venía colaborando con él como parte de su equipo de transición, y será la correa de transmisión del Presidente con el resto del sistema.

Bolívar fungiría como un súperasesor y representante presidencial, que hipotéticamente podría destrabar al Consejo General, órgano que, de acuerdo con la Ley de Ciencia y Tecnología vigente, es la cabeza estructural del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación (CTI). En este Consejo, además del director general del Conacyt, participan nueve secretarios de Estado y debe ser convocado por el Presidente, razón por la cual ha sido inoperante. Ahora el mandatario podrá convocar y trabajar en él por medio de la nueva estructura. Lo anterior, aunado a un Conacyt fortalecido (dotado con el presupuesto más alto en su historia) podría conducir a una coordinación eficaz, indispensable para el desarrollo de una política nacional… Al menos esta parece ser la apuesta.

2. Los recursos. Otro tema importante abordado por el Presidente fue, desde luego, el del presupuesto. Peña Nieto reiteró su compromiso de elevar los recursos para CTI hasta alcanzar al menos el uno por ciento del producto interno bruto (PIB) durante su gobierno. Pero no sólo eso. Se aventuró a plantear la idea de triplicar estos recursos, para llegar –en su administración o en los próximos 8 o 10 años–, al 1.2 por ciento del PIB. Lo anterior revela que hay en el mandatario una visión transexenal, que ha sido una demanda permanente de la comunidad científica mexicana.

Estos propósitos necesitarán una inyección de recursos muy significativa a partir de 2014, pues en el año que está comenzando, si bien se ha producido un aumento sustancial que debe reconocerse, se está aún lejos del ritmo de crecimiento del gasto requerido para alcanzar esas metas. Peña recordó que el presupuesto de egresos para este año –el que, por cierto, fue aprobado sin modificaciones sustanciales por la Cámara de Diputados– será de 70 mil 395 millones de pesos (17 por ciento mayor al del año anterior) y el del Conacyt de 28 mil 312 millones (13 por ciento más alto que en 2012). Pero, ¿qué se puede hacer con estos recursos?

Si se considera el presupuesto del Conacyt, por ejemplo, ese mismo día el propio Presidente determinó cómo deberá gastarse: para becas de posgrado y otras modalidades de apoyo a la calidad (7 mil millones de pesos), al Sistema Nacional de Investigadores (3 mil 148), para un nuevo programa de Desarrollo Científico y Tecnológico (2 mil 500) y al de Innovación Tecnológica para Negocios de Alto Valor Agregado (3 mil). Lo anterior representa 78 por ciento de los recursos que maneja directamente ese organismo (alrededor de 20 mil millones, pues el resto va al presupuesto de los Centros de investigación del propio Conacyt). El margen de maniobra es escaso, por lo que la coordinación con las secretarías de Estado –que absorben poco más de la mitad del total del gasto del gobierno federal en ciencia y tecnología–, aparece como algo urgente para definir, este mismo año, algunas prioridades que permitan sentar las bases para el ansiado despegue.

3. El lugar de la ciencia. Peña Nieto delineó las características de la nueva política de ciencia y tecnología. Se trata de establecer una sinergia entre gobierno, empresas y academia, la llamada triple hélice, dentro de la cual definió correctamente que la responsabilidad principal corresponde al gobierno.

Subrayó además que estas actividades están incluidas y deberán contribuir a alcanzar las metas nacionales que fueron planteadas por él en su mensaje del primero de diciembre mediante cinco ejes: a) transformar al país en un México de paz, b) combatir la pobreza y la desigualdad, c) lograr una educación de calidad, d) impulsar el desarrollo económico y d) cumplir con una responsabilidad global. Con lo anterior el titular del Poder Ejecutivo expresa una visión integral, en la que ciencia, tecnología e innovación tendrían un papel que jugar en todos los órdenes de la vida del país.