Opinión
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Atolondramiento

H

ay una foto. Supongo que Aarón Sánchez conservará el negativo. Quien esto escribe, según eso para que Ledo Ivo dijera lo más que se pudiese, la recortó. Originalmente apaisada, quedó vertical, y reducida a sólo el rostro del poeta que, así, se ve desconcertado: tomado de frente, mira hacia su izquierda, donde ya el que preguntaba grabadora en mano ha desaparecido. La acuosa mirada del entrevistado, en mi recuerdo zarca, queda entre desolada y asombrada, más sobre todo abierta, expuesta, ¿a qué?

El texto de lo que ha dicho lo rodea (se trata de un periódico de inicios de los 80), pero (también error de quien esto escribe) ya no suena tan fresco como llegó a sonar; suena sin duda verdadero. ¿Qué dijo? Nada de lo que dijo recuerdo. Recuerdo, sí, que ante su presencia de gnomo crecido no me quedó más remedio que ponerme nerviosísimo: estaba ante un poeta. Lo que –no una sino dos veces– dijo era habla de poeta. ¿Qué hacía, impertinente, menos la primera que la segunda vez, yo ahí?

En la foto quien esto escribe salía en borrosa silueta de perfil y el expresivo rostro del brasileño perfectamente enfocado, en particular la vigilante, atenta mirada, que con el corte quedó un algo náufraga, un tanto a la deriva. ¿Carlos Montemayor propuso la entrevista? En todo caso mi comunicación directa fue con la conmigo muy paciente traductora Maricela Terán, cuya selección y versión de textos de Ivo para Las islas inacabadas habría de editar, en 85, la UAM.

Me pregunto si alguna vez publicaré una entrega sobre entrevistas perdidas. Por diversas razones y con muy diversos finales resultados he perdido varias. La que de mañana le hice a Ledo Ivo con Maricela al lado se perdió en una grabadora prestada que era también radio: con tal de asegurarme de que efectivamente estaba grabando la detuve, corroboré, y proseguimos. Desde que proseguimos sólo se grabó cierto ruidoso programa radiofónico.

Por la tarde, en mi recuerdo Montemayor en lugar de Maricela, mismo restaurante, misma y ya no tan entusiasta sino apresurada entrevista, que sería a destajo redactada. Lo mejor de la publicación tal vez hubiese sido la imagen, de muy eficiente composición, foto que como ya dije, con ánimo de que el habla del poeta apareciera lo más completa posible malhadadamente (para acabarla me tocaba cuidar edición) dejé en inopinada proporción credencial.