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Ver día anteriorSábado 29 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mata escuchado
E

l 15 de septiembre, en este mismo espacio, recomendé enfáticamente la audición de las cuatro obras de Eduardo Mata que habrían de ser interpretadas durante el resto del año en la ciudad. Esta vez pude seguir mi propio consejo al pie de la letra. He aquí mi reporte.

Segunda sinfonía. Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, dirigida por José Areán. Esta singular y atractiva obra de Eduardo Mata fue creada como parte de sus labores académicas en el Taller de Composición fundado y dirigido por Carlos Chávez. Su designación de Romántica es cabalmente adecuada, ya que se trata de un sólido ejercicio de estilo a imagen y semejanza de la escritura sinfónica de Brahms. En esta sinfonía Mata asimila a plenitud no sólo el estilo general de Brahms, sino que proyecta, con sus propios materiales, las sutilezas rítmicas, tímbricas y armónicas propias de la música del compositor alemán. El Scherzo de la obra es particularmente atractivo y bien logrado. Si la Segunda sinfonía de Mata es un exitoso ejercicio académico, es también una obra que se sostiene de manera autónoma por sus méritos musicales propios.

Primera sinfonía. Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, dirigida por José Areán. Esta obra también fue un trabajo de estudio del taller de Chávez, y aunque lleva la engañosa designación de Clásica, poco o nada tiene que ver con el sinfonismo a la manera de Haydn, Mozart o Beethoven, más allá de su distribución formal en cuatro movimientos. En esta obra, Mata se encuentra en una interesante encrucijada, a la mitad del camino entre la exigencia académica y su propia necesidad expresiva. El resultado de esta contradicción es, a mi juicio, la obra más interesante de las que se han dado a conocer de su catálogo.

En el desarrollo de la obra se perciben algunas referencias a compositores modernos, destacando quizá la presencia de Prokofiev en varios pasajes de la partitura. Y, cosa inesperada en un compositor con la trayectoria de Mata, hay en la Primera sinfonía algunas fugaces pinceladas de color nacional, tejidas integralmente en un discurso inconfundiblemente moderno. De nuevo, como en el caso de la Segunda sinfonía, un Scherzo particularmente bien logrado y, para concluir, un robusto movimiento que recuerda a Moncayo y que tiene algunos episodios de aliento épico.

Aires sobre un tema del siglo XVI. Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata. Grace Echauri, mezzosoprano. Rodrigo Macías, director. Una voz solista y un parco ensamble mixto de cámara dan vida a esta obra en la que Mata, por razones diversas a las que originaron sus dos primeras sinfonías, vuelve el oído una vez más hacia el pasado. Esta atractiva partitura se caracteriza por una singular modernidad arcaizante (¿o arcaísmo modernista?) que ofrece al oyente interesantes puntos de contacto con la música de Julián Orbón, compositor muy cercano a Mata, quien fue incansable promotor de su obra. Aquí, Mata ofrece una decantada transparencia en la escritura y ciertos delicados toques moriscos que hacen referencia directa al texto de la obra.

Tercera sinfonía. Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. José Areán, director. Se trata de una obra de expresión absolutamente personal, alejada ya de las restricciones académicas de las dos primeras sinfonías. De estructura heterodoxa, en solo dos movimientos, la obra está escrita para un ensamble de alientos y percusiones, con una parte de corno obligado. Es una partitura recia, sin concesiones, de colores secos y austeros, donde destaca un uso parco e inteligente del piano y de las percusiones. El segundo movimiento de la obra es más colorístico y parsimonioso que el primero, y contiene un sólido episodio a manera de cadenza para el corno obligado, que en el resto de la obra se funde orgánicamente con el ensamble. La severidad de los parámetros usados aquí por Mata en cuanto a melodía, ritmo y armonía hacen de su Tercera sinfonía una obra de compleja ejecución para la orquesta y de concentrada audición para el oyente, que tienen su recompensa en la percepción de una música auténticamente personal y que ofrece una rara e inesperada poética en sus últimos compases.

Me pregunto: pasada la conmemoración de su 70 aniversario, ¿se volverán a tocar pronto estas (y otras) obras de Eduardo Mata en nuestras salas de concierto?