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Descendientes de esa civilización realizaron sus rituales lejos del espectáculo mediático

Sacerdotes mayas encendieron el fuego de una nueva era en la majestuosa Tikal

Nos cortaron las ramas, pero no las raíces, dijo el guía Maniel Ico

Esperamos verdaderamente un amanecer, sin divisionismos, discriminación y exclusión hacia nosotros, indicó un indígena

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Al pie de la pirámide de Kukulcán, en la zona arqueológica de Chichén Itzá, una joven recibe energía con motivo del final del 13 B’aktun maya, periodo de 5 mil 200 añosFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Sábado 22 de diciembre de 2012, p. 4

Tikal, Guatemala, 21 de diciembre. Vestidos con traje blanco y faja roja, sacerdotes mayas encendieron este viernes el fuego sagrado en las majestuosas ruinas de Tikal, al norte de Guatemala, y rogaron por tiempos mejores, sin discriminación ni racismo, durante la bienvenida de una nueva era de 5 mil 200 años en su calendario.

Ajenos a las interpretaciones apocalípticas que hablaban del fin del mundo y reunidos alrededor de un círculo en el centro de la Plaza Mayor de Tikal los sacerdotes agradecieron al Creador y Formador por este momento único de sus vidas.

Invitados especiales –entre ellos dos jefes de Estado–, turistas y periodistas acapararon las plazas para seguir la ceremonia, dejando poco sitio a descendientes de los mayas, muchos de los cuales prefirieron realizar sus rituales de forma más discreta y lejos del espectáculo mediático.

Nos cortaron las ramas, pero no las raíces, anunció al público en medio de la ceremonia el guía Maniel Ico. La historia de los pueblos mayas es triste, nos cortaron las ramas, pero no las raíces y en esta nueva era es el tiempo de retoñar, se oyó desde un altoparlante inalámbrico utilizado para esta ocasión.

Fiebre apocalíptica

En la ceremonia del fuego para recibir los primeros rayos del sol, también participaron decenas de extranjeros vestidos de blanco con una vela en la mano, los cuales se han integrado a la asociación Unificación Maya, cuyo propósito era contrarrestar la mala interpretación de la fecha con el fin del mundo, explicó el sacerdote Tata Chus.

Al inicio del rito participaron como invitados especiales los presidentes de Guatemala, Otto Pérez, y de Costa Rica, Laura Chinchilla.

La fiebre apocalíptica fue aprovechada por empresarios y gobiernos para atraer turistas a sitios arqueológicos de México, Guatemala, Honduras, Belice y El Salvador, territorios donde se asentó el imperio maya.

Fortunato Mendoza, de la etnia maya Mam viajó dos días con sus 55 años a cuestas y fue uno de los pocos afortunados que pudo hacer una ofrenda por la vida en este místico lugar, icono de la cultura maya y declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1979.

Fortunato pidió por el “rescate, valorización y convivencia de la cultura maya, y por la protección de la Madre Tierra, porque hemos estados distanciados de ella por la influencia de otras culturas.

Esperamos verdaderamente un nuevo amanecer, sin divisionismos, discriminación y exclusión hacia nosotros, dice mientras se acomoda en la cabeza el sombrero blanco y a lo lejos se escuchaban notas de la marimba, instrumento musical de madera declarado símbolo nacional de los guatemaltecos.

A nosotros (los indígenas) nos tienen olvidados, interrumpe su hermano Rafael, 18 años mayor que Fortunato, sentado a su lado en una grada de uno de los templos, en medio del bosque selvático y donde amaneció nublado permitiendo ver sólo esporádicamente al sol que anunciaba el solsticio y la nueva era.

En Chichen Itzá, con el primer rayo de sol de este viernes, sacerdotes mayas encendieron el fuego nuevo marcando una nueva era y, contradiciendo las interpretaciones apocalípticas, anunciaron el inicio de un ciclo de esperanza y paz.

Tras saludar con una pequeña llama a los cuatro puntos cardinales, un sacerdote maya encendió a sus pies el fuego en el cenote –un estanque formado por aguas subterráneas– de Zaci, en Valladolid, a 40 kilómetros de Chichén Itzá, en el estado de Yucatán.

Estamos aquí para cargarnos de energía, para comprometernos a cambiar nuestra alma, afirmó el sacerdote maya en la ceremonia, casi en tinieblas por el techo de roca que cubre la mitad del cenote y por las nubes que se tradujeron en un amanecer lluvioso.

Los pueblos mayas celebran este viernes el inicio de un nuevo ciclo según su cuenta larga, que llega al 13 B’aktun, la mayor unidad de tiempo, que equivale a 144 mil días cada uno.

Un intenso viento contribuyó a disipar parcialmente las nubes, alejó la lluvia y permitió a miles de visitantes, que desde la madrugada esperaban para ingresar a Chichén Itzá, celebrar danzas y ceremonias ante la pirámide de Kukulkán, la serpiente emplumada, la mayor deidad maya.

El sitio arqueológico abrió sus puertas dos horas antes de lo habitual para que entre 25 mil y 35 mil personas apreciaran el amanecer frente a la pirámide, uno de los mayores legados arquitectónicos de esa cultura.

Este es un día muy especial. Los mayas eran los depositarios de la sabiduría de todo lo que está pasando ahora, comenta a Ann Silje, una noruega que planeó durante dos años este viaje, ya que considera que este viernes se produce una alineación cósmica que presagia un mundo mejor.

Rentabilidad del fin del mundo

En México, las mayores concentraciones y actos ocurrieron en Yucatán, donde se ubica Chichén Itzá, y en Quintana Roo, donde se localizan los balnearios de Cancún y la Riviera Maya, además de sitios arqueológicos como Tulum y Cobá.

La ola de turistas se ha traducido en jugosas ganancias para el sector turístico del Caribe mexicano, con una ocupación hotelera de 95 por ciento, unos 10 puntos más que en el pasado verano. Se estima que 135 mil turistas pasarán este fin de semana en la zona, según la Secretaría de Turismo.

Al amanecer del viernes hubo últimas cenas a unos 300 dólares en haciendas de Yucatán, así como fiestas en exclusivos hoteles de Cancún.