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Antes Dios castigaba, pero hoy el hombre genera los sucesos infaustos, indica escritor

Diluvios, fuegos universales y terror ecológico enmarcan el imaginario sobre el Apocalipsis
 
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de diciembre de 2012, p. 4

París, 11 de diciembre. Diluvios, tempestades de arena, calabazas hambrientas, fuegos universales: el temor de que el mundo se va a acabar ha estado presente desde el comienzo de la humanidad, adquiriendo características diferentes según las civilizaciones y el nivel de conocimientos.

Confrontados a grandes ciclos naturales, los pueblos expresaron desde el principio de los tiempos la angustia por una catástrofe que acarrearía un invierno o una noche eternas.

Más recientemente, el terror del fin del mundo resurgió en forma de catástrofe ecológica, de invierno nuclear o de asteroide gigante.

Cada mundo parece provisional. Antes del monoteísmo, las civilizaciones temían que estos ciclos naturales acabarían un día. Muchos ritos estaban asociados a este miedo, explica el historiador Bernard Sergent, autor del libro El fin del mundo.

Así, los aztecas consideraban que cada 52 años el Sol corría el riesgo de desaparecer y hacían sacrificios humanos para garantizar su renacimiento, señala este especialista de los mitos, que evoca también narraciones del fin del mundo en Mesopotamia y en la antigüedad griega y romana, entre otras civilizaciones.

El mito del diluvio universal es uno de los más antiguos, anterior al del arca de Noé del Antiguo Testamento, señaló.

Ya aparece por ejemplo en la epopeya de origen sumerio Gilgamesh, considerada la narración escrita más antigua de la historia. Fue escrita en tabletas de arcilla aproximadamente 13 siglos antes de nuestra era.

En África Occidental, el mito más generalizado es el de la calabaza gigante que devora aldeas, y hasta a la humanidad entera.

El Apocalipsis, el mito del fuego universal existe en Grecia, Escandinavia, India y en las culturas prehispánicas. Los aztecas evocaban cuatro catástrofes sucesivas, causadas por el agua y el fuego.

Con las religiones monoteístas prosperaron los profetas del Apocalipsis, una palabra que viene del griego revelación.

Antes, Dios castigaba a los hombres o los recompensaba. Hoy, no se necesitan dioses, las catástrofes generadas por el hombre bastan, dijo Jean-Noel Lafargue, autor del libro Fines del mundo: de la antigüedad a nuestros días.