Opinión
Ver día anteriorViernes 30 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mejor viajo al vientre materno
C

uando el huevo toca sin tocar las cuerdas del violín un himno sube como tromba en gigantesca espiral hasta perderse en el espacio uterino. Sentir el huevo moverse, removerse, crecer, reblandecer y humedecer. Palpitar, transformando por milagro, en arco, y conjunto de arcos y violín, en el enigma de lo desconocido. Acercamientos que son misterio y no tienen reglas ni ataduras, son frescos, espontáneos, lo que es, no lo que debe ser, lo lógico que no concuerda o concuerda con lo afectivo.

Huevo que llega sin llegar, llegándole, a las cuerdas del violín, en un cuento recuento de múltiples afluentes sonoros que se vuelven música, de pequeños ríos que serpentean por entre los charcos y arriban en el arrullo suave de los tiernos cánticos maternales, tiempo que se despega del espacio y es exceso de alma y de ser. Canto de melodías y ritmos maternales, resonancias de ayes lastimeros, abiertos en otros más, formando conciertos que resbalan, pasan y envuelven los sonidos, los aparecen y desaparecen entre incendios de gemidos y olas de llanto.

Cuando el huevo comienza acariciando las cuerdas laterales del violín suave como el paso de las alas de una mariposa, allegro como el aleteo de una pluma de pavo, suave, suavísimo sobre las centrales, más lenta y más intensa, tocando, destocando, entrando y saliendo, a placer, sobre la central, que quiere y se esconde, salta y desaparece, en el misterioso milagro del contacto sin tacto, vibra, del encuentro, dos en uno. Baile voluptuoso, danza huracanada, repercusión oscura.

Resbalar desde las alturas, recogiendo humedades, en calles oscuras, al encuentro de un espacio tiempo, que es atención, concentración, arco y violín, música que resurge armoniosa, diferenciando latidos de ruidos. Suavidad de rasgadura; ternura de cachondeo. Arqueo que consiste en palpar, pulsar la nota del gemido, la cuerda central, fantasmal, resbaladiza para apartarla de las otras cuerdas encargadas de cuidar y apartar las melodías y ritmos del margen, llegando a la cuerda central, ecos transmitidos por las otras cuerdas, acentuando la intensidad. Sinfonía orgástica de luces y sonidos. Nación entera de pulsaciones que acceden al valle de lágrimas muerte-vida.

Sinfonía de notas, sonidos y sensaciones que se entrecruzan, unos cerca y otros lejos, aquéllos con acento grave y acompasado, otros con vibración aguda y temblorosa, lanzando al espacio notas que flotan, se confunden entre sí, se dilatan, se pierden y dejan el lugar a una nueva lluvia de ritmos, fuente de armonías inagotables, que se aman en los márgenes, para obtener esa musicalidad fluida, sinfonía materna, gratitud, vida, inencontrable ternura.

Violín que al rencontrar el arco recobra la voz, la palabra y rompe silencios, recordando traumas, alegrías y tristezas, crímenes y revoluciones, regulando impulsos, comunicando vivencias, conceptualizando frases y palabras aisladas, curando esquizofrenias ancestrales. Novísimos conciertos que se perciben en las notas sueltas de diversas melodías, para armonizarse en un tono propio, después de los discordes iniciales, y viajan por los aires envueltos en prolongadas percusiones para reunirse unas con otras, como las ideas latentes de un sueño lo hacen con el contenido manifiesto del mismo.

Notas musicales de cada cuerda que se transmiten, se comunican, se integran y son poesía y cada sonido contacto del arco en el violín; una letra, sílaba o palabra, que al conectarse entre sí provocan otras notas, símbolo del pensamiento callado y música de lo mexicano.

Población de cuerdas, desde el inicio de la vida, que requieren diferenciación en el sentimiento, conceptualización en el pensamiento, vibra en la comunicación y danza frenética de la vida, ante el desamparo original, que se repite y se repite sin solución, búsqueda de la misteriosa cuerda central, eje de la vida, fuerza volcánica de la naturaleza, himno que sube como tromba en espiral y se pierde en la conciencia de mi musicalidad, sonido materno que no encuentro.