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La periodista y poeta da a conocer su primera novela, titulada Tela de sevoya

Myriam Moscona defiende al ladino, lengua sin patria de los desterrados

Es un libro de fronteras entre el español contemporáneo y el arcaico, la vida y la muerte, afirma

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Myriam Moscona durante la charla con La JornadaFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de noviembre de 2012, p. 6

El ladino, esa lengua que está en peligro de desaparición, como personaje principal de Tela de sevoya, la primera novela de la escritora mexicana Myriam Moscona, periodista y poeta de origen búlgaro sefardí. Myriam escribe en español y judeoespañol, aunque, reconoce con una sonrisa, habla esta última lengua con un falso acento.

Tela de sevoya (Random House Mondadori) tuvo como origen un viaje. La autora obtuvo la beca Guggenheim para escribir un libro de poesía judeoespañola. “Con ese dinero fui a Bulgaria, el país de mis padres y mis abuelos. Ellos llegaron a México a principios de los años 50, murieron mi padre cuando era muy niña, mi madre cuando era muy joven; ellos jamás regresaron a Bulgaria, y para mí era muy significativo volver allá, ya había investigado algunas cosas para poderme entrevistar con personas que pudieran hablarme acerca de esta lengua, el ladino, el judeoespañol, que es la lengua en la que me hablaban mis abuelas cuando era niña.

He sido muy viajera, pero este es el viaje más importante que he hecho en mi vida y probablemente el que haré. Esta primera llegada a un país en el que si no hubieran pasado las cosas que ocurrieron en el mundo ahí habría sido mi destino, aunque no, porque el destino es un entrecruce de líneas, y si la guerra no se hubiera desatado, mi madre tenía una beca para irse a estudiar a Nueva York, se habría ido, no habría conocido a mi padre y yo no habría nacido. Así que todo es también esta serie de cruces de líneas para ser alguien más en el ganado del mundo.

De la memoria a la ficción

Al regresar, prosigue Moscona, con un buen número de notas, “me di cuenta de que había varias cosas que deseaba contar, y que en el lenguaje constreñido de la poesía me iba a ser difícil, no porque piense que la poesía esté hecha para cantarle a las rosas, a los claveles y al amor, porque con la poesía podrías decir todo, o contarlo todo, la poesía permite hoy día abrirse como lo permite hacerlo una novela a distintas formas. Me di cuenta de que empezaba a avanzar y de pronto que me estaba mordiendo la lengua, porque toda la vida he dicho y repetido que no voy a escribir una novela, que me muevo en este lenguaje más apretado de la poesía –lo sigo pensando hoy a pesar de haber escrito la novela–. Dejé de oponer resistencia y que la escritura me llevara a donde tenía que llevarme”.

Aunque pudiera parecerlo, Tela de sevoya no es una autobiografía. “Es un libro lleno de fronteras: la frontera entre los distintos géneros, entre el español contemporáneo y el español arcaico, entre la memoria y la ficción, entre los vivos y los muertos, la vida y la muerte, que creo que es una de las más importantes.

“Claro que hay muchas líneas de memoria, pero también invención, mucha exageración, sí hay en mi vida una abuela así, los sueños que están ahí los soñé. La lealtad de este libro no es a mi vida, la lealtad es a este libro. No me interesaba hacer una calca de mi vida ni contar mi historia. Ese no es el punto al que me quería dirigir, me interesaba mucho más que el lector, al terminar el libro, se quedara con qué es esta lengua secreta abajo del español y que también pudiera fluir con el entrecruce de historias que se cuentan en Tela de sevoya”.

Es ver, y leer, acerca de este apasionante fenómeno que es la lengua judeoespañola, añade la autora de Negro marfil, El que nada y De par en par. “El español es una lengua compartida con los lectores, y la lengua judeoespañola es algo que no dejo de estar sorprendida, asombrada, y pienso que ojalá nunca deje de hacer algo literariamente hablando en esta lengua que está ya catalogada en los libros rojos de la Unesco, a punto de morir, porque ya no hay niños que la hablan. Creo que para cobijar esa muerte de la que hablaba Marcelo Cohen en una carta a Antonio Saura, he escrito las historias contenidas en Tela de sevoya”.

No es sólo un llamado de alerta sobre la desaparición del ladino, sino también con todas esas otras lenguas que hay en nuestro país. En el libro hay varias reflexiones acerca de toda la cosmovisión que encierra una lengua, y que al morir no sólo se mueren sus palabras, se muere mucho más que eso.

Seguimos escuchando el ladino o judeoespañol aunque no lo sepamos: lo escuchamos en las zonas rurales del país en palabras como juites, ansina, nadien, mesmo, que parecieran una falta de instrucción o de escolaridad, pero que en realidad es el español que se trajeron a América los primeros que llegaron, y que en esos lugares se quedó congelada, pero ojo, una lengua congelada está condenada a morir. Yo no digo que el judeoespañol sea un español arcaico congelado, porque a lo largo de los siglos sí tuvo una evolución, se fue llenando de los distintos giros de las lenguas vernáculas, de los lugares a donde llegaron los hablantes expulsados de España.

El ladino, originalmente era la transliteración de los textos litúrgicos al español. Para mí primero es un fenómeno apasionante, es ver a través de unos rayos equis una lengua secreta abajo de mi lengua. Es la lengua de mis ancestros, mis muertos, y es la biografía de la lengua, de mi lengua, y antes que cualquier otro género a lo que me debo es al lenguaje. Lo hablo con un falso acento, un acento que imita, oír a los verdaderos hablantes es maravilloso. Es una lengua sin patria, es un español que hablan los desterrados, es en verdad un fenómeno apasionante.

Esta novela también intenta hacer un retrato de la historia del pueblo judío, pero no es una historia con H, sino historias, subraya la escritora. No es tampoco pagar una deuda con mi pasado. Me he he preguntado muchas veces por qué he tardado tanto en tomar a este toro por sus cuernos, seguramente me costaba tocar a mis muertos. Me duele mucho ver que esa lengua esté muriendo. Pero antes que nada quiero que un lector pueda conectarse con las historias que están contadas ahí.

La novela Tela de sevoya será presentada el sábado 10, a las 18 horas, en la Capilla Alfonsina (Benjamín Hill 122, colonia Condesa) Participarán José Gordon, Jacobo Sefamí y la autora.