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El principo del placer, de JEP, llegó a 30 años; Las hojas muertas, de Bárbara Jacobs, a 25

Aniversarios y estrenos literarios, en el cierre de la feria del libro del Zócalo
 
Periódico La Jornada
Domingo 28 de octubre de 2012, p. 7

Con las celebraciones del 30 aniversario de la novela El principio del placer, de José Emilio Pacheco, y los 25 años de Las hojas muertas, de Bárbara Jacobs, así como la presentación del libro La cocina del diablo; el fraude 2006 y los intelectuales, de Héctor Díaz Polanco, entre otras actividades realizadas el viernes y sábado, este domingo concluye la décimosegunda edición de la Feria Internacional del Libro en el Zócalo.

Aún se trabajan las cifras, pero se espera superar las del año pasado de alrededor de un millón 200 mil asistentes, dijo en breve entrevista la directora de la feria, María Cortina, quien hizo un alto en un recorrido por el Zócalo y puso en duda la afirmación de las televisoras comerciales de que a la gente le ofrecemos porquerías porque es lo que les gusta.

Este sábado el actor Héctor Bonilla y su esposa Sofía Álvarez, leyeron –más bien actuaron, a la manera de una lectura dramatizada– la novela corta El principio del placer (Era), de la que se hizo una edición especial de aniversario y en la que un adolescente comienza a conocer el amor, el desamor y el manto de mentiras que predomina en el mundo de los adultos.

El Foro Carlos Fuentes se observó sobresaturado y con mucho público de pie, la mayoría jóvenes absortos y divertidos con las interpretaciones y narraciones de Álvarez y Bonilla, quien, cuando el editor Marcelo Uribe le propuso la idea de la lectura de ese libro del narrador y poeta, le dijo que sería como una obra de teatro.

Homenaje a Pacheco

Antes de que comenzaran la lectura, Bonilla, quien tiene la misma edad que José Emilio Pacheco, 73 años, comentó que aún no conocía en persona al escritor, pero que ha leído sus libros y artículos periodísticos. Esta lectura es una forma de rendirle homenaje, comentó.

Pacheco no pudo asistir a la lectura por sentirse indispuesto, comentó Cortina, aunque sí se le pudo ver en la feria el lunes 22, cuando acudió como una de las figuras que este año recibieron el Premio Carlos Monsiváis al Mérito Cultural.

La tarde del viernes, en el Café Literario Luis Cardoza y Aragón, el antropólogo e investigador Héctor Díaz Polanco comentó su libro La cocina del diablo (Planeta) y reiteró que intelectuales y comentaristas afines al régimen quieren hacer creer a la ciudadanía que el fraude electoral de 2006 no existió y, de esa manera, eliminar las sospechas sobre el fraude de 2012.

El de 2006 fue mucho más complejo, explicó, pues aparte de las irregularidades tradicionales y pícaras, como el relleno de urnas con votos en favor de Felipe Calderón y la eliminación de sufragios en contra de Andrés Manuel López Obrador, se recurrió al fraude cibernético, con lo que se manipularon al menos 2 millones de votos.

En cambio, continuó, el proceso electoral de julio pasado se caracterizó sobre todo por la inyección ilegal de miles de millones de pesos para comprar votos, aprovechando la pobreza de la mayoría de los mexicanos.

En ese mismo café literario, pero más tarde, la escritora Bárbara Jacobs comentó su novela Las hojas muertas (Era), la historia de un hombre integrante de una familia de inmigrantes libaneses, basada en la figura de su padre.

Jacobs, quien estuvo acompañada por Valeria Bernal y Ome Puebla, jóvenes que trabajan en libro-clubes de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, compartió que con la novela se generó una relación contradictoria, porque es hija y autora, madre, del protagonista.

Fue una búsqueda intensa de su figura, porque él no era una persona que cediera a hablar. Tuve que abrir cajones, armarios secretos para conocerlo, y quienes narran la historia en realidad somos todos sus hijos, dijo, y agregó que un escritor es, por naturaleza, un mentiroso y un detective que se basa mucho en la intuición.

Sin embargo, hace 25 años, cuando le llevó a su padre la primera edición de la novela, vio en su mirada que él la había aprobado. La leyó de un tirón y al día siguiente compró varios ejemplares y se los envió a sus amigos en el mundo, ¡aunque ellos no hablaban español!