Opinión
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Ciudad Perdida

UACM: ¿hasta cuándo?

Discurso en el vacío

No matar esperanzas

D

espués de la premonitoria declaración con la que las autoridades aseguraban que no se usaría la fuerza para retomar las instalaciones de la UACM, sucedió lo de siempre, un grupo de estudiantes se apoderó por la fuerza, por unas horas, de uno de los planteles de esa casa de estudios, mientras el problema que originó el cierre de los planteles subsiste.

Bonita cosa. Aún no terminan de escucharse las palabras del jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, con las que pidió a los jóvenes estudiantes no desesperanzarse por el arribo al poder de quienes no escucharon las voces de los muchachos que pedían justicia aquel 2 de octubre de 1968, cuando los ánimos por reprimir a los de ahora, que piden lo mismo que aquéllos, se presentan en una escuela de esta ciudad.

Y como entonces, es muy probable que luego de que el conflicto se dé por terminado, por la vía que sea, la semilla del mal subsista; es decir, que la señora Esther Orozco siga al frente de la institución que la repudia en su mayoría, favorecida además por eso que parece un capricho del jefe de Gobierno.

¿Hasta dónde debe escalar el problema para que se escuche a quienes sólo piden legalidad? También será cosa de preguntarle a Marcelo Ebrard, quien sin violar la autonomía bien podría pedir a la rectora que por el bien de la UACM, y para evitar mayores problemas, abandonara el puesto al que llegó por, entre otras cosas, la recomendación del propio Ebrard.

Y es que no hacen sentido lo que allí sucede y lo que plantea el jefe de Gobierno. El conflicto estalló porque las autoridades de esa casa de estudios capitalina se niegan a reconocer los resultados de la elección del tercer Consejo Universitario, y porque se están engendrando grupos que pretender hacer a un lado la legalidad, para hacer triunfar al poder, que fue lo que dijo Ebrard.

Si esos son los estudiantes que mañana estará al frente de las grandes decisiones del país, parece que el futuro no será nada bueno para las causas justas, y en el poder tendremos a otros como los de ahora; sólo estarán en búsqueda de su beneficio, protegiendo el interés de los poderosos. Por eso la pregunta salta: ¿de qué habla Marcelo Ebrard?

Y es que si las cosas siguen por el camino que ahora se traza, dentro de muy poco, en lugar de recordar la masacre del 2 de octubre, tal vez se celebre cualquiera de las matanzas de la guerra de Calderón; es decir, la que mejor convenga, y se olvidará el nombre de los grandes luchadores sociales de México para conmemorar alguna de las piezas discursivas del panista Javier Lozano. Todo en nombre de la progresivitis.

Tal vez existan los que aplaudan la destrucción de un proyecto tan noble, como es, aún hoy y pese a la señora Orozco, el de la UACM, pero las consecuencias de ese destrozo las habrá de pagar la sociedad toda. Por eso más vale cortar ahora, desde la raíz, ese mal que amenaza con matar las muy pocas esperanzas que esta sociedad deja a sus jóvenes más empobrecidos.

De pasadita

Los diputados federales de izquierda, y no tanto, que enfrentan, aunque su voto hubiera sido en contra –salvo, desde luego, Orive– la vergüenza de ser parte del organismo que aprobó la contrarreforma laboral, serán los que encabecen algunas de las manifestaciones públicas en contra de ese horror, y se unirán a los senadores que se niegan a pasarlo. Por lo pronto, a quienes tomaron la tribuna en la Cámara de Diputados ya los condenó la cámara de televisión, pero a los que, con el discurso falaz del diálogo, se quedaron sentadotes dando paso a la contrarreforma, nadie los conoce. Así que para la próxima les daremos la lista, sólo con el fin del equilibrio. Nada más.