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Participación del oboísta en el Homenaje Nacional al artista en la Fonoteca Nacional

Eduardo Mata hizo un gran esfuerzo para difundir repertorio de AL: Roberto Kolb

Fue un director de orquesta con perfil internacional que no aceptaba imposiciones, señala

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Eduardo Mata y Henryk Szeryng, una leyenda –aquí toca el violín–, durante un concierto en el Alcázar de Chapultepec, un domingo al mediodía, con la Orquesta Filarmónica de la UNAMFoto cortesía de Instrumenta Oaxaca
 
Periódico La Jornada
Sábado 22 de septiembre de 2012, p. 4

Haberse formado como compositor hizo de Eduardo Mata un director de orquesta excepcional, según el oboísta e investigador Roberto Kolb, porque eso le permitió estudiar y abordar la música de otra manera, siempre con la mirada del creador.

A ese cualidad, el musicólogo aunó la capacidad y el talento del citado artista para lograr hacer una carrera internacional de renombre a pesar de las imposiciones y los prejuicios que aún prevalecen, sobre todo en Estados Unidos y Europa, respecto de los directores originarios de América Latina.

“Es un problema ser director de rango internacional si se es de Latinoamérica, porque casi se le condena a ponerse el taparrabo y venderse a través de ciertas obras paradigmáticas; no lo incluyen en las grandes salas de concierto si no programa una obra ‘indiana o exótica’”, afirmó.

Allí habría que separar a Eduardo Mata, porque no aceptó eso. Era un director de perfil internacional que manejaba el gran repertorio; sin embargo, sí hizo un gran esfuerzo por a dar a conocer repertorio latinoamericano, aunque no el más tocado.

Técnica y claridad: Antero Chávez

Entre reflexiones, recuerdos, anécdotas y la reproducción de grabaciones históricas e inéditas transcurrió la noche del miércoles la segunda de las tres sesiones de escucha guiada que la Fonoteca Nacional programó a lo largo de este mes como parte del Homenaje Nacional que se rinde al fallecido director de orquesta con motivo del 70 aniversario de su natalicio.

Invitado para la ocasión, como lo fue el percusionista Antero Chávez, Roberto Kolb habló del interés y la impronta que Carlos Chávez y Silvestre Revueltas dejaron en la percepción y el quehacer del músico homenajeado.

Destacó, asimismo, el trabajo de éste como director, y aseguró que en su trayectoria nunca ha conocido a un músico tan sofisticado en cuanto la batuta y la expresión como Mata: No necesitaba hablar para decir con precisión lo que él necesitaba de la obra.

El investigador, quien en su faceta de oboísta fue integrante de Solistas de México, rememoró que Eduardo Mata fundó tal agrupación con el propósito de hacer un repertorio que le gustaba e interesaba pero que, dado su trabajo dentro del ámbito sinfónico, poco podía interpretar: el barroco y la música de cámara.

Al respecto, salió a la plática una grabación que ese grupo y el director hicieron a principios de los años 90 del siglo pasado en la ciudad de Oaxaca, en el templo de Santo Domingo, en la cual puede advertirse la familiaridad del fallecido maestro no sólo con el repertorio moderno, sino con las interpretaciones apegadas a patrones históricos, tan en boga en aquellos años.

Como ejemplo de lo anterior, fue reproducido un par de movimientos de la Serenata 10 de Mozart, conocida como Gran Partita. Este fragmento sirvió como primicia de cara al lanzamiento que en breve se hará del disco compacto con el material registrado en aquella sesión en Oaxaca, editado como parte del homenaje a Mata.

El toque cálido y anecdótico de la velada lo puso Antero Chávez, quien habló de su deuda de por vida con el director –pues por él logró ser músico–, contó, primero al recibir su ayuda para ingresar al Conservatorio Nacional y, luego, al aceptarlo como parte de la Orquesta de la Universidad Nacional.

Cada concierto le doy gracias a Eduardo por darme la posibilidad de hacer música. Se convirtió en un padre, un amigo, un director, y de ¡qué clase!, soñado. Hay mil tipos de directores, malos, que incluso uno no debe verlos, porque estorban, subrayó el intérprete.

Fue un genio de la técnica de dirección; tenía gran claridad, con él no había dudas; en cualquier movimiento o gesto que él hacía, uno sabía dónde estaba, lo cobijaba a uno. Eran tales su personalidad y su entusiasmo que hacía que cada concierto fuera un ritual, un acontecimiento maravilloso; sabía provocar, estimular a los músicos, no como otros directores que transmiten miedo, inseguridad.