Opinión
Ver día anteriorViernes 7 de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Penultimátum

Enojo de un monarca

S

egún sus amigos, el rey Juan Carlos es muy cascarrabias. Ahora lo comprueban sus súbditos españoles y medio mundo gracias a las imágenes de la televisión que lo mostraron cuando agredía verbal y físicamente a su chofer. Según parece porque no se estacionó donde él quería al llegar a la Dirección General de Tráfico para realizar una visita protocolaria y agradecer a los funcionarios de esa dependencia el éxito de la operación retorno de las vacaciones de verano. La visita sobresalió también por las protestas de quienes allí trabajan debido a los recortes de sueldos y prestaciones decretados por el gobierno del derechista Partido Popular.

Sobran los motivos para que el monarca ande de pésimo humor. La crisis en su reino es tan grave que hasta él se redujo el sueldo. Muy poco, pues Juan Carlos ha sabido acrecentar la fortuna que amasa desde que Franco, dictador por la gracia de dios, lo designó rey de los españoles.

Además, los medios divulgan sus numerosas infidelidades matrimoniales. La más reciente con una princesa que no lo es por sangre azul sino por haber estado casada con uno que dice tenerla de ese color. Con ella se fue en secreto a matar elefantes a África. Lo pillaron infraganti porque sufrió un accidente. Motivo suficiente para que, casi por aclamación, reputada organización defensora de los animales (la del osito), lo destituyera como presidente honorario de su filial en España.

Y de remate, se descubren más y más negocios ilegales de su yerno, Iñaki Urdangarin, y de alguna manera también de su esposa, la princesa Cristina, por medio de un instituto sin fines de lucro, el Nóos. Aunque la princesa se libró de ser investigada por el juez que lleva el caso, no escapa a la auscultación pública, pues las estafas del yerno a costa del dinero público parecen no tener fin.

Aunque el monarca le había ordenado en 2007 desvincularse de todo negocio con el gobierno español, Iñaki siguió en sus andanzas que le dejaron cientos de miles de euros. Como dos recién descubiertas: un foro sobre turismo y deporte en las islas Baleares que nunca se celebró, y ocultar en un banco de Andorra 400 mil euros, depositados en efectivo y de esa forma evadir al fisco.

Los delitos imputados al yerno real son tan evidentes (malversación de caudales públicos, falsedad documental y fraude a la administración pública) que finalmente Iñaki decidió pedir una licencia temporal en Telefónica, la trasnacional española. Trabajaba en sus oficinas de Washington, en un puesto de alta responsabilidad excelentemente pagado. Allí vivía con su esposa y sus cuatro hijos. Regresa a Barcelona. Pero no al palacete que se mandó construir con dinero mal habido, sino a una mansión más modesta.

Tantos problemas familiares explican por qué su majestad anda de malas pulgas.