Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de septiembre de 2012 Num: 913

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

El lavaloza que se
volvió alquimista

Paula Mónaco Felipe entrevista
con Ferrán Adriŕ

Come, este es mi cuerpo
Esther Andradi

Nahui Ollin o la elección del destino
Juan Domingo Argüelles

Palo dado…
Enrique Escalona

Pérez Gay: el compromiso de la memoria
Xabier F. Coronado

Chema Pérez Gay,
deus ex machina

Ricardo Bada

Leer

Columnas:
Galería
Enrique Héctor González

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Perfiles
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Verónica Murguía

¿Le baja tantito, por favor?

Para Pilar Climent

1. Sospecho que a nadie le sorprenderá leer que Ciudad de México es considerada una de las más ruidosas del mundo. Que el ruido en la calle alcanza en las colonias aledañas al aeropuerto 140 decibeles. Este es un volumen que ocasiona daños irreversibles al oído y al sistema nervioso. El envejecimiento prematuro de los oídos y la sordera parcial que provoca pueden deprimir a quien la padece. Además, el ruido embrutece, desorienta, pone de mal humor, da dolor de cabeza y ganas de escaparse al Polo Norte. Está científicamente comprobado, no es broma.

2. Tampoco resultará novedoso para el lector enterarse de que, quien solicite silencio a los vecinos, el chofer del pesero, el taxista, el mesero, el entrenador del gimnasio, será considerado un pedante, un estirado, un creído y un enemigo de la democracia. Que la particular idea que el mexicano tiene de la concordia requiere que quien respete a los demás esté dispuesto a dejarse ensordecer por las canciones de Los Temerarios, aunque a uno le choque la música grupera. Es una muestra de solidaridad. El que quiera que le bajen es un desgraciado.

3. En el gimnasio hay una cacofonía particular, compuesta de la música ochentera con la que se hace la clase de spinning; el heavy metal y el hip hop de los que levantan pesas; la salsa de los que bailan zumba y el lamento imperceptible de los que tienen, todavía, oídos para sufrir con esa mezcla infame. Es sabido por todos los aficionados al escándalo que se entrenan en la mayoría de los gimnasios chilangos, que a quien solicite que se baje el volumen hay que decirle, como en el jarabe de “La Negra”, que sí, pero no cuándo, para que el solicitante –como ya dije, pesado, creído y seguramente viejo– entrene penando.

4. Al pasar cerca de las farmacias del doctor Simi es normal que a uno le asalte un dolor de cabeza que lo lleve a fantasear con el suicidio. No sólo por el recuerdo del millón de transas asociado a las farmacias, también por el volumen de la música y la voz chillona del personaje, que se elevan alternándose sobre el escándalo de los escapes, el claxon musical de los peseros o el acelerador intimidatorio de la pipa de Pemex. Quizás la visión del hombre que suda dentro de la fea botarga con la que lo obligan a disfrazarse para que represente al doctor, contribuya al malestar, pero no estoy segura.

5. ¿A quién se le ocurrió poner televisión en el Metrobús?

6. ¿Televisiones en los restaurantes? La otra noche fuimos a cenar con amigos queridos. No me enteré bien de cómo están. No pude oír mucho de lo que decían. Llegamos exhaustos a la casa, confusos e insatisfechos. Cansados de pegar de alaridos para hacernos escuchar; confusos porque comimos cosas que no pedimos, ya que el mesero no podía oír la orden; insatisfechos porque queríamos saber más de las vidas de nuestros amigos y no pudimos escucharlos.

7. ¿Por qué hay tantas edecanes en short, bailando cumbias y con un micrófono en la mano frente a las tiendas de excusados y azulejos que atestan División del Norte? Las pobres no saben usarlo y cuando se escuchan esos agudos que nos obligan a inclinarnos de horror, los perros salen corriendo.

8. ¿Sabía el lector que existe una Fiscalía de Delitos Ambientales en el DF? Lo malo es que la Fiscalía parece estar del lado del ruido. El fiscal especial, Samuel Ibarra, declaró en una entrevista que no se puede consignar a las personas señaladas por hacer escándalo, ya que no se puede comprobar que dañan la salud de terceros. Así que no me puedo quejar sobre la conducta del chofer de pesero que pasa a diario y varias veces por mi calle, obligándome a escuchar la misma canción de Espinoza Paz (“Pasado de copas/ borracho en la calle/ me puse a gritar como loco”) o de la Banda Los Recoditos (“Ando bien pedo/ bien loco/ contándole al recuerdo mis penas.”) No importa que dichas canciones revelen la disposición, digamos, temeraria del chofer, quien no sé si esté borracho y loco como los protagonistas de sus canciones predilectas, pero que maneja como si lo estuviera.

9. El fiscal Ibarra dice que los mexicanos no sabemos cómo pedirle a los demás que le bajen al ruido. Algunos sí sabemos. Lo que el mexicano promedio ha decidido ignorar es a quien no quiere compartir con él su gusto por el reggaetón de Daddy Yankee y su admirable capacidad para escuchar bajos que le hagan masaje cardíaco y le revienten los tímpanos.

10. Silencio. Por caridad.