Opinión
Ver día anteriorJueves 23 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ilusiones
I

ván Viripaiev es tenido por el más importante autor teatral contemporáneo de Rusia por sus aportes a la construcción dramática, lo que lo eleva al plano internacional aunque entre nosotros es prácticamente desconocido. Por eso es de agradecerse a la Compañía Nacional de Teatro (CNT) y a Mauricio García Lozano, que la propuso, que se estrenara su obra Ilusiones en versión al español de Stefanie Weiss y del director dentro del ciclo Nuevas Teatralidades de la Compañía. La vida amorosa de dos parejas de octagenarios, íntimos amigos los cuatro, se recupera gracias a los recuerdos que narran al público o acercamientos al presente, también de manera narrada, sin que sigan un orden cronológico. A esta propuesta de teatro narrado se suma el hecho de que Viripaiev nombra a sus personajes, un poco al estilo del teatro expresionista, como Primera mujer, Segunda mujer, Primer hombre, Segundo hombre, y utiliza distanciamientos que por fuerza recuerdan a Brecht, aunque sus rupturas mueven a risa. Ilusiones es mucho más que vino nuevo en odres viejos o la suma, de modos de enfrentar la dramaturgia ya conocidos, aunque se apoye y juegue con ellos, ya que es un texto desconcertante, aunque muy entendible, con personajes y situaciones cuya ambigüedad los hace, por paradójico que parezca, muy verosímiles.

Ilusiones, a pesar de su aparente sencillez, es el tipo de obra cuyo tema se presta a varias reflexiones. Para el director, el texto trata de la mutabilidad de la existencia que impide que nos bañemos dos veces en el mismo río, aunque el tema que se presenta en un primer lugar es el de la pregunta que se hacen los personajes de si el amor es verdadero aunque no sea compartido. Si Albert cree haber amado a Sandra cuando ésta, a punto de morir, le habla de su amor por él, o si la relación con Danny que Margaret confiesa a Albert es o no una broma de la mujer de la que se dice con insistencia que tiene mucho sentido del humor, no importa ya que los hechos se vuelven ilusiones de los ancianos a punto de morir. Un corrosivo sentido del humor diluye la gravedad del asunto. Las largas narraciones terminan por lo general con un chistoso Y pausa como si fueran a continuar o, al final y se murió. El preciado secreto de Danny –que lo llevó a no decir más mentiras– de haber visto un platillo volador cuando niño y lo cuenta ya adulto a Sandra como prueba de confianza, no merece por parte de ella más que un bufido antes de su mutis: Y ahora éste me sale con marcianos. En contraste, Danny en su viaje a Australia tiene una crisis existencial y al sentarse en una piedra piensa que ésta es su lugar en el mundo y que Sandra no tiene ningún lugar. La mezcla de reflexión seria y humor que en algún momento linda con lo chocarrero, así como las técnicas dramatúrgicas empleadas, hacen que esta obra resulte inclasificable.

Mauricio García Lozano no respeta en algunos puntos las acotaciones del autor, quien supuestamente pide actrices y actores jóvenes para encarnar a los ancianos en miras a acentuar el distanciamiento. En cambio integró su reparto con cuatro estupendos miembros de número de la CNT, Adriana Roel como Sandra, Ana Ofelia Murguía como Margaret, Ricardo Blume como Danny y Farnesio de Bernal como Albert. En un austero espacio diseñado por el escenógrafo e iluminador Fernando Feres con fondo de telones a través del que vislumbra a Jacobo Lieberman tocando su música original en el violoncello, las actrices y los actores arrastran sillones giratorios en donde se sentarán para narrar los sucesos en el escenario vacío. Mientras está la narración en turno, con actriz o actor que narran sentados en el único asiento, los personajes aludidos entrarán a escena, ya sea para mimar levemente lo que se cuenta, o quietos, ya de frente, ya de espaldas al público. Al final, con la muerte ya planteada desde hace tiempo para Sandra, Danny y Margaret, el actor y las actrices que los encarnan y que se reúnen en escena, hacen mutis y queda solamente Albert cuyo fallecimiento pone punto final a obra y escenificación con las luces que se van desvaneciendo. El vestuario de Estela Fagoaga devela algo de los personajes, sobre todo los femeninos, elegante y juvenil para Sandra, muy sencillo y como para andar por casa para Margaret.