Opinión
Ver día anteriorJueves 23 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Huevo a precio de oro

SE: ¿comer o no comer?

Amenazas incumplidas

E

s de aplaudir la capacidad de reacción del gobierno federal y su práctica forma de resolver los problemas nacionales. Uno de los casos más recientes, que afecta a millones de consumidores, es el del precio del huevo que se ha disparado de forma por demás horripilante (103-132 por ciento, según el comerciante que lo venda), y el acicate que ello representa para que otros precios de productos básicos se disparen. De por sí, a muchísimos mexicanos no les alcanza su ingreso (por llamarle así) para medianamente alimentarse, y ahora unos cuantos especuladores (versión oficial) han puesto en jaque al mercado.

Pero para eso está la autoridad: para reaccionar de inmediato y ofrecer alternativas viables y científicas para combatir a ese grupúsculo de especuladores: si el precio del huevo es altísimo y no para de crecer, pues simplemente no consuman el producto. Y la técnica es aplicable a todo lo que se les ocurra: de la gasolina al bolillo, de los servicios médicos a la energía eléctrica, del empleo al transporte (si el pasaje es muy caro, pues caminen que es muy sano). Total, son situaciones de coyuntura. Al cierre de mayo pasado, el precio promedio del kilogramo de huevo era de 13.63 pesos al mayoreo y 15.12 pesos al menudeo; tres meses después se expende a 35-40 pesos, y en ese mismo lapso la autoridad ha sido insistente en aquello de que no permitirá abusos.

Cómo no recordar, en este contexto, la sabia recomendación que en 2009 hiciera Ernesto Cordero (a la sazón secretario de Desarrollo Social, y hoy flamante senador electo y líder de la bancada senatorial panista). En plena crisis económica, el susodicho ofreció la alternativa: sáltense una comida al día y así podrán torear la sacudida con una sonrisa y algo de dieta. Ahora, con esa misma filosofía y gracia, el titular de la Secretaría de Economía y su subsecretaria (Bruno Ferrari y Lorenza Martínez, respectivamente) dan en el clavo para que los mexicanos sean felices: dejen de consumir huevo si sigue el alza injustificada del precio, y lo sustituyen por otros alimentos ricos en proteínas, como sardina, calamar o atún, productos que por el momento se encuentran a precios accesibles. Y ya está.

Entonces, que los especuladores se coman el huevo que venden a precios exorbitantes, que para eso está el mercado internacional y la gruesa cartera de los mexicanos, a quienes les sobra en qué gastar. Y la científica forma con la que el gobierno federal arregla los problemas nacionales sólo ha servido para que las amenazas de otros especuladores comiencen a concretarse en los precios del pan (el que se come), leche, carne, tortilla y lo que se quede fuera del tintero, dando cuerpo a la fiesta de fin sexenal, como ocurrió con la de Vicente Fox, es decir, con una escalada de precios de la A a la Z, amén de la creciente importación de ese tipo de productos.

Sólo para la memoria, a mediados de noviembre de 2006 el gobierno foxista aumentó casi 29 por ciento el precio de la leche distribuida por Liconsa; el de la tortilla aumentó 23 por ciento (de 6.5 a 8 pesos por kilogramo, hoy a 12.26, promedio nacional); el de las gasolinas 3.66 por ciento; los consabidos aumentos en gas y tarifas eléctricas y, en fin, los de pan, el huevo, transporte, educación, tarifas en general, cigarros, refrescos, y mucho más. Y por esos tiempos el futuro inquilino de Los Pinos criticaba a su contrincante por tener propuestas locas que afectarán el nivel de vida de los ciudadanos. Y como siempre el pretexto fue que se trataba de un problema coyuntural. Entonces, con autoridades así, los mexicanos de plano no necesitan enemigos confesos.

A la par, las importaciones de alimentos crecen y crecen. En cinco meses del presente año (enero-mayo) la adquisición de productos básicos en el extranjero registró el siguiente comportamiento (cifras del Inegi): la de carne de bovino (congelada) se incrementó 61.4 por ciento; carnes y despojos de aves de corral, 16.9; carne de porcino, 9.8; moluscos y crustáceos, 24.3 y 25.3 por ciento, respectivamente; leche concentrada con o sin azúcar, 25.1 por ciento; quesos y requesón, 7.5; hortalizas, plantas, raíces y tubérculos, 44; manzanas, peras y membrillos, 25.2; productos de molinería, 22.8; cacahuates, 53.2; azúcar, 129; lactosa, fructuosa y glucosa, 27; cacao en polvo sin azúcar, 41; preparaciones de cereales o leche, 20.3; jaleas y mermeladas, 62; preparaciones alimenticias diversas, 15; bebidas y vinagre, 13 por ciento, y así por el estilo.

Por si fuera poco, en ese periodo del país salieron más de 2 mil 600 millones de dólares para adquirir cereales, cuya adquisición en conjunto se incrementó 30 por ciento. Por ejemplo, la compra de maíz en el mercado internacional (el estadunidense, fundamentalmente) aumentó 58 por ciento; la de trigo 39 por ciento y la de otros granos 21 por ciento. Lo mejor del caso es que el Inegi reporta que en el lapso de referencia la importación de huevo se redujo 15 por ciento. Así, México destina alrededor de 70 millones de dólares por día para importar los alimentos que no hace mucho se producían en el país. Y si en lugar de incrementar la producción interna se mantiene la científica versión del gobierno calderonista (es un problema de coyuntura), entonces esa cifra crecerá y crecerá, a la par de nuestra dependencia alimentaria.

Como cereza, la declaración de ayer (de Bruno Ferrari, obviamente): “quiero recordarle a quienes abusan con esto (el precio del huevo), que no nada más están las sanciones por parte de la Profeco; en caso de demostrar que ha habido ocultamiento o actos de especulación, nosotros estamos haciendo notificaciones a CFC y ésta a su vez puede notificar a la Procuraduría (General) de la República, para que esto se convierta en un delito que se persiga, incluso, con cárcel… no se permitirá que uno de los países que tenía el huevo más barato del mundo, de la noche a la mañana se incremente de esa forma”. Así es: aumentos de entre 103 y 132 por ciento, y él sigue advirtiendo.

Las rebanadas del pastel

Tremenda encuerada propinó Joaquín Vargas, presidente de MVS, al inquilino de Los Pinos y sicarios que lo acompañan. El árbitro aliado al competidor (que no es otro que Televisa), resumió. Sin embargo, con el detalle documental que presentó ayer, también dejó en claro que él mismo estuvo dispuesto a cortarle la cabeza a Carmen Aristegui con tal de no afectar sus negociaciones sobre la banda 2.5 Ghz. El problema es que a Calderón y a sus heraldos (Alejandra Sota, Javier Lozano y Dioniso Pérez Jácome) se les pasó la mano.