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Los Ángeles

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El Salón Los Ángeles acaba de cumplir 75 añosFoto Francisco Olvera
E

n 1945 había un equipo de futbol llamado Gonoflys en la colonia Cuauhtémoc, patrocinado por el dueño de una carnicería situada en la esquina de Ganges y Pánuco. Varios que en aquel tiempo estudiábamos junto con los empleados de dicha carnicería formábamos ese glorioso equipo. Éste, su enkobio, muchas veces, por no decir siempre, fue favorecido (gorrita café) por algunos otros integrantes del Gonoflys para ir al Tívoli y admirar a Tongolele, o los martes ir a Los Ángeles, que presentaba orquestas que no desafinaban y era un banquete escucharlas.

Por si algún contemporáneo lee esta columna, con estos nombres se le van a salir las lágrimas. De estas orquestas ya no hay, y como dijo don Teofilito, etcétera: Luis Alcaraz, Larry Son, Everet Hoagland, Juan García Esquivel, Ismael Díaz y, de la música con salsa, Chucho Rodríguez con Tony Camargo y Arturo Núñez con Lalo Montané y Benny Moré. La Voz de Oro de Cuba, así llamaba a este último y anunciaba el animador del Ángel desde una cabina que dividía el par de estands –ahora les dicen tarimas–, en los que se colocaban las dos orquestas que amenizaban los bailes.

En esos años, para que un conjunto tocara en Los Ángeles tenía que ser no sólo bueno, sino extraordinario. La primera vez que actué en el local de Lerdo fue con Los Diablos del Trópico, grupo de época, y don Miguel Nieto (senior) se jactaba de presentar en su feudo de lo bueno, lo mejor. El personal que asistía al sitio era no sólo exigente, sino también conocedor. Recuerdo a muy buenos bailadores: Los Aguacates, Carlos y Pepe Moreno; Miguel Longaniza; los hermanos Llergo, que en aquellos años la palomilla decía que bailaban ¡clásico!

Antes de que me traicione el alka-séltzer, mi recuerdo cariñoso para el señor Parrales, celoso cancerbero del Ángel, pero que siempre me dio trato preferencial. Así también para La India mi admiración, por estupenda bailadora y amiga leal. Siento ñánaras, coraje y rencor por la incomprensión hacia nuestra música de parte de nuestra sociedad high class y, a la vez, lástima, pues se perdieron música cubana de alta calidad interpretada por mexicanos y cubanos, que, como ya he dicho, otras veces los más viejos de la comarca siguen calificando como la Época de Oro del son cubano en este México de mis amores.

La segunda vez que pisé el Ángel en plan profesional fue con Yeyo y Cané, y más tarde de manera consuetudinaria con Chucho Rodríguez, quien tenía una orquesta que llamaban la academia. Me da gusto que todavía esté en funciones este salón, espero que cumplan 75 años más, pero, para mi gusto, al remodelarlo le quitaron detalles que quienes conocimos el salón como era extrañamos, por ejemplo la cabina; al quitarla se fueron recuerdos muy valiosos. Lamento no haberme enterado del nombre del anunciador, porque merece una mención.

Llegar al Ángel era algo diferente. Antes de entrar había que ocupar a alguno de los magos del betún (no me gusta decirles boleros), para ingresar a un salón que tenía un no sé qué, un qué sé yo, que cautivaba y especialmente para mí cuando el carnet era un mano a mano entre Chucho y Arturo. ¡Qué cura!, diría Ismael Rivera. El lleno era hasta las lámparas. Los tres soneros daban lo mejor de sí mismos. Recuerdo un tremendo arreglo de Capullito de alhelí al que Lalo y Benny le ponían lo que el chile verde al caldo: ¡sabor!, pero en grado superlativo.

Tony Camargo replicaba con Estás frizao, Piérdete, y lo que iba sucediendo se reflejaba en los bailadores que no perdían una sola de las interpretaciones de esas orquestas que dejaron recuerdos a granel y una huella imborrable.

El personal femenino sencillamente de aquellita, que supo transitar por todas las modas: swing, boogie-woogie, foxtrot, blues y, cuando llegó el mambo, aquí se creó un estilo de bailarlo muy propio. Gracias a Pérez Prado los soneros nacionales encontramos mayor ocupación y mejor remuneración. Desde luego, hay muchos detractores, pero lo que hizo Pérez Prado ahí quedó, según mi humilde opinión, fue mundial y abrió el camino para el avance hacia el gusto de los natas.

Pero, volviendo a Los Ángeles, creo que cabe un reconocimiento para dos grupos mexicanos que sonaron y sonaron muy bien: el Conjunto Nacional de Tony Camargo y el de Fayo Cabrera, que pusieron jícamo y saoco a sus actuaciones durante su existencia, y el Ángel fue testigo de su calidad. Por el feudo de los Nieto han pasado muchos músicos en toda la extensión de la palabra; desde luego hablo de los que tuve la fortuna de escuchar, y si alguien con iniciativa me tilda de vivir del recuerdo, sencillamente le digo que vivo para el recuerdo, porque, sin ánimo de ofender, las cosas han cambiado tanto que ahora vivo como ermitaño, y viendo Reventón Musical mis palabras cobran autenticidad. La verdad, cuánta diferencia de ayer a hoy. Dije sin ánimo de ofender, además de que la música es algo que hay que amar y respetar, no sólo decir que es el arte de combinar el sonido y el tiempo. ¿A quién quieres impresionar? ¡Vale!