Cultura
Ver día anteriorSábado 18 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Mañana se cumple el décimo aniversario luctuoso del autor de El peine del viento

Rinden homenaje a Txillida en su jardín que sembró de esculturas

El sueño del artista convertido en museo en San Sebastián, cerró en 2011 sus puertas al público por falta de recursos

El arte está ligado a lo que no está hecho, a lo que todavía no creas, decía

Foto
La obra El peine del viento , 1976, de Eduardo Txillida (1924-2002), es un conjunto de tres esculturas de acero incrustadas en rocas de la bahía La Concha, ubicada en la provincia de San Sebastián, País Vasco. El artista las creó en colaboración con el arquitecto Luis Peña Ganchegui. Las piezas coinciden de manera formal con su colección Estelas, particularmente con las dedicadas a Pablo Piccaso, Salvador Allende y Pablo NerudaFoto Mónica Mateos
 
Periódico La Jornada
Sábado 18 de agosto de 2012, p. 3

Madrid, 17 de agosto. Metros por encima de la que quizá sea su obra más conocida, El peine del viento, en su casa del Monte Igueldo de San Sebastián, el escultor español Eduardo Txillida murió el 19 de agosto de 2002 a los 78 años. Han pasado 10 desde entonces, una década desde que el País Vasco y España perdieron a un referente de la escultura monumental del siglo XX.

La familia del artista y sus amigos se reunirán el próximo domingo para rendirle homenaje en su aniversario luctuoso en Txillida Leku, uno de los sueños que el escultor del hierro hizo realidad cerca de la localidad vasca de Hernani.

En el tiempo transcurrido desde su muerte, ese sueño que el escultor convirtió en realidad se ha ido apagando. En enero de 2011, Txillida Leku cerró sus puertas al público por falta de recursos financieros, arrastrando un déficit importante.

Desde entonces se mantiene como colección privada que puede ser visitada por investigadores y estudiosos. Aunque la familia, según afirma, sigue abriendo las puertas a quienes manifiestan interés por visitarlo. Desde su inauguración, en 2000, hasta su cierre lo visitaron más de 800 mil personas.

Las negociaciones entre los sucesores del artista y las instituciones públicas para intentar reabrir el museo han sido infructuosas y han dejado una sensación de malestar.

En el acto de recuerdo al escultor en Txillida Leku no habrá representación institucional. Nadie ha contactado con nosotros, así que no estarán, dijo Ignacio Txillida, uno de los ocho hijos del escultor.

El caserío Zabalaga, del siglo XVI, y el jardín de 12 hectáreas con hayas y magnolios que conforman Txillida Leku (el lugar de Txillida, en vasco) recibirán el domingo entre otros a la soprano Ainhoa Arteta, al compositor y cantautor Amancio Prada y la violonchelista Iagova Fanlo, que pondrán voz y música al servicio del recuerdo del artista.

Allí se recitarán también textos que, con el título 100 palabras para Txillida, más de 120 amigos y familiares han escrito sobre él –más sobre el Txillida hombre que sobre el Txillida artista, del que ya se ha dicho todo o casi todo– y que se han recopilado en un libro emotivo, ilustrado con dibujos del escultor.

El homenaje llega en un año en el que la familia y la Fundación Txillida Belzunce, creada por él y su mujer, le rinden un tributo sin fronteras. Soy como un árbol, con las raíces en un país y las ramas abiertas al mundo, decía el escultor.

Y su recuerdo, a lo largo de este año conmemorativo, ha pasado ya o pasará aún por ciudades como París, Londres, Helsinki, Seúl y Berlín.

Txillida diseminó su obra por el mundo, en espacios abiertos de numerosas lugares en los que se ha integrado hasta formar parte de ellos. Sacó las esculturas gigantescas de los museos para que tomaran la calle y se acercaran a todo aquel que lo deseara. Ahí están Gure Aitaren Etxea, en Gernika, o la pieza en la plaza de la Cancillería en Berlín, a la que da título el nombre de la capital germana y que realizó como símbolo de la reunificación alemana.

Su carrera como artista había comenzado por un mal golpe del destino, que con el tiempo se reveló fundamental.

Ilarik, primera escultura en hierro

Arquero de la Real Sociedad, a Eduardo Txillida se le auguraba un futuro brillante en el equipo de futbol de San Sebastián cuando una lesión en la pierna truncó ese sueño.

Tiempo después acabó haciendo las maletas, abandonando sus estudios de arquitectura y marchándose a París. Y allí comenzó su camino de escultor, en el que en un inicio se dedicó a la escultura figurativa. Luego, tras su regreso a España, aprendió a manejar el hierro en una fragua. En 1951 hizo su primera escultura en ese metal: Ilarik. Así encontré mi sitio, dijo en alguna ocasión.

En España fue ignorado durante unos años y tuvo más éxito en países como Francia y Alemania. En 1958 fue distinguido con el gran Premio Internacional de Escultura en la Bienal de Venecia. A partir de ahí, recibiría muchos de los reconocimientos más importantes del mundo del arte: el Kandinsky, el premio Europa de las Bellas Artes, el Gran Premio de las Artes de Francia, el Premio Imperial de Japón.

El arte está ligado a lo que no está hecho, a lo que todavía no creas. Es algo que está fuera de ti, que está más adelante y tú tienes que buscarlo, dijo en alguna ocasión.

El escultor trabajaba por encargo, hasta que conoció Zabalaga y se enamoró del caserío. Él y su mujer lo compraron en la primera mitad de los años 80. Y el artista comenzó entonces a esculpir piezas enormes para colocarlas en el jardín.

Más de 10 años duraron los trabajos para reconstruir el edificio y convertir la finca en Txillida Leku, que más que un museo es una obra en sí misma. Fue inaugurada por el propio escultor en 2000, cuando el Alzheimer ya se le había manifestado.

Aquella fue su última aparición pública. Fue entonces cuando presentó al País Vasco, a España y al mundo una fusión de arte y naturaleza en un ambiente casi místico.

Allí, junto a un magnolio, descansan desde hace 10 años sus cenizas. Y allí es donde tendrá lugar el acto central de los 10 años sin él.