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El Museo Nacional de San Carlos mostrará su obra Nuevo biombo de la conquista

Gustavo Monroy contrasta la violencia con la iniciativa de paz y reconciliación

Avanza como un cáncer y casi es una metástasis nacional, manifiesta a La Jornada

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Trabajo de Gustavo Monroy que se exhibirá junto con cinco de sus cuadros en el Museo de San CarlosFoto cortesía del recinto
 
Periódico La Jornada
Viernes 13 de julio de 2012, p. 4

Con la finalidad de hacer una crónica de nuestros días amargos, sangrientos, como un paisaje después de la batalla, el pintor Gustavo Monroy (DF, 1959) retomó un biombo de autor desconocido del siglo XVII para ofrecer una nueva visión de la conquista, pero ahora la de la violencia.

Nuevo biombo de la conquista, pieza que mañana será inaugurada a las 12 horas en el Museo Nacional de San Carlos (Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera), tiene su origen en Biombo de la conquista, de dos por 5.50 metros, compuesto por 10 páneles, exhibido de manera permanente en el Museo Franz Mayer, durante muchos años ha marcado la pintura de Monroy.

El artista recreó la pieza de dos caras, a la misma medida que la original, para, primero, rendir homenaje al barroco mexicano y recontextualizarlo.

Si la obra original se refiere a la conquista de México por Hernán Cortés, el artista reprodujo los elementos arquitectónicos con la misma proporción, para proponer una nueva visión. Retomó, por ejemplo, los encuadres de los lados, cuya crónica de los sucesos cambió por cifras como las ejecuciones y feminicidios en Ciudad Juárez el año pasado, con sus respectivas fuentes. También copió algunos fragmentos del poema Suave patria, de Ramón López Velarde, porque tras leerlo advirtió que la suave patria quedó sembrada de cadáveres.

Narcisismo colectivo

Una cara del biombo original presenta una visión aérea de la arquitectura de la ciudad de México en el siglo XVII, carente de la figura humana.

Monroy respetó ciertos elementos de perspectiva para que hubiera una similitud: cambió la arquitectura por una muy minimalista y aportó su propio discurso, porque es una urbe ahora sembrada de cadáveres con elementos representativos de estos tiempos.

La otra cara trata de una narración de la toma de Tenochtitlán. En el Nuevo biombo... los españoles ya no son los que conquistan, sino el narcotráfico y la violencia contra la población civil; es decir, la sociedad contemporánea. El artista quiso caracterizar a los personajes en la medida que se acercaba un poco a la intención del biombo original.

De allí que aparecen por un lado el poeta y activista Javier Sicilia y, por el otro, su antípoda El Chapo Guzmán, es decir, la conquista de la violencia contrastada con la propuesta de paz y reconciliación.

Monroy se impuso este proyecto para retomar la pintura “tan ausente de los espacios públicos, en contraste con toda esta vacuidad de arte conceptual y este valor que se le ha dado a la tontería en el lenguaje contemporáneo.

Quise imponerme un ejercicio de largo plazo, pintado durante seis o siete meses, de manera paulatina, que es un poco a contracorriente de los discursos rápidos, fútiles, bajos, tontos, que están de moda. Para mí las modas nacen muertas porque están destinadas a durar poco. La pintura no es una moda, es un oficio, una vocación que siempre ha existido y así seguirá.

–La violencia es un tema que se apoderó de su pintura hace tiempo.

–Sí, porque la realidad de un día para otro salpicó mi trabajo y no quise ser ajeno a ello. Por motivos personales viajo constantemente a la frontera de México y me percaté de que lo que allí sucede era un aviso de lo que iba a pasar en el centro como ha ocurrido. La violencia ha avanzado lentamente como un cáncer que ha logrado casi una metástasis nacional. Esta es simplemente una muestra de una salpicadura violenta a la que se vio sometida mi obra.

“Sin embargo, nunca quise abandonar el rigor pictórico, la exigencia académica y la técnica que requiere la pintura. Al mismo tiempo observo en el espacio de las galerías privadas y públicas que esa realidad no está reflejada. El arte contemporáneo muestra un gran vacío. Los artistas dedicados a la vertiente conceptual se están viendo el ombligo. De alguna manera hay como un narcisismo colectivo que se convirtió en una comercialización que tiene precios exorbitantes, al mismo tiempo que la realidad nos salpica. Cuando pones un precio a la moda corrompes de alguna manera el discurso.

“El último gran conceptualista fue Duchamp; después de eso no ha habido más que decadencia. Sin embargo, la pintura, sobre todo la mexicana, nunca ha estado en esa circunstancia, sino en un nivel óptimo.

En contraste con la decadencia política que vivimos, la cultura y la pintura tienen un nivel superior. Hay un país moral que está intacto, que son sus habitantes, sus tradiciones, sus artes y su extraordinaria cultura.

Monroy se siente “inmerso en la tradición de pintores que fueron cronistas de su tiempo como El Bosco o Goya”, ya que mediante su obra sabemos del lado oscuro de toda una época.

El biombo se acompaña de cinco cuadros del artista, en pequeño formato, que dialogan con otros tantos de la colección permanente del Museo Nacional de San Carlos.