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León Plascencia Ñol presentó su nuevo libro publicado por Ediciones Era

Abreva poeta en las pequeñas iluminaciones que nos da la vida

Un instante casi de felicidad detonó la escritura del poemario Satori, dice a La Jornada

Soy un autor de versos, que escribe narrativa y pinta, con profundo respeto por mi trabajo

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León Plascencia Ñol, en la Casa del Poeta, durante la entrevista con La JornadaFoto María Meléndrez Parada
 
Periódico La Jornada
Viernes 13 de julio de 2012, p. 3

Satori es un término budista: es la iluminación. Satori es también el título del poemario de León Plascencia Ñol, recientemente publicado por Ediciones Era.

No es la iluminación a la que podríamos aspirar si fuéramos santos, donde los místicos intentan dialogar con Dios. En contraste, es para los seres humanos, no para los elegidos; es decir, cualquiera de nosotros. El satori son las pequeñas iluminaciones que nos da la vida, define el autor en entrevista.

Pero ni siquiera sabemos que son iluminaciones, no las buscamos ni nos preparamos para ellas. Uno va caminando y de pronto llama la atención el color de un árbol y te quedas maravillado; hay algo en uno que se modifica. Ese es un satori, esos pequeños instantes.

Tres instantes de iluminación conforman el libro del escritor jalisciense, nacido en 1968. Tres poemas, cada uno escrito desde una geografía propia: Seúl, Bogotá y Jalisco.

Los tres poemas hablan a partir de la memoria; se inspiran en un pie sobre la arena, la franca alegría juvenil y un Buda a contramarea. Se fueron dando así, después advertí que tenían una relación entre sí, porque surgieron de un instante muy preciso: por eso de alguna manera están fechados, explica.

El vaivén de una ola

El poema Satori, que da título al libro –volumen que fue presentado anoche en la Casa del Poeta Ramón López Velarde, por Myriam Moscona, Luis Jorge Boone y el autor–, fue el primero, escrito en Boca de Iguanas, del 28 de diciembre de 2003 al 24 de enero de 2004.

Plascencia Ñol relata que surgió a partir de una experiencia en esta playa de la Costa Alegre de Jalisco. “El personaje está en la arena, al lado de una mujer que sostiene un libro de Danilo Kis, La enciclopedia de los muertos. Una ola estalla, moja los pies y el agua le quita la arena. Esa fue la imagen precisa de la que surgió este poema”.

Reconstruir ese instante, como esa ola que va y regresa, con el mismo ritmo, fue la idea del trabajo con el verso, siguiendo un poco al poeta estadunidense William Carlos Williams.

El poema intermedio, temporalmente y entre las 86 páginas del volumen, es La cordillera. El autor lo escribió en Bogotá, en 2004, y también surgió de un instante preciso, mientras estaba sentado en el cafecito de una señora francesa muy simpática, quien con su acento decía que vendía tinticos.

Estaban las puertas abiertas, escuché unas risas demasiado frescas. Miré y pasaron tres jovencitas. Me sorprendió mucho el rostro de una, sobre todo los ojos, la alegría que tenía a pesar de la sensación de violencia que se vivía en ese momento en la ciudad. Atrás estaba la cordillera de Los Andes.

Pentimento, poema que abre al volumen, nació algunos años después, en 2007, durante una estancia en Corea. Una caminata por un bosque de bambúes en un viaje veraniego al puerto de Busán enmarca la experiencia.

“Siempre he creído –prosigue León Plascencia Ñol– que soy muy orientado, pero algo sucedió en mi brújula y me perdí. Empezó a llover, llegué a un peñasco y me encontré con un Buda gigante, de cuatro metros, sentado de espaldas a la costa, bañado por las olas del mar furioso. Me quedó muy fija esta imagen, como si el Buda se estuviera deslavando y alrededor las gaviotas sobrevolando”.

Con poemarios publicados y varios premios recibidos, entre ellos el Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines, el Nacional de Literatura Gilberto Owen y el Álvaro Mutis, Plascencia Ñol afirma: Me cuesta mucho trabajo decir que soy poeta. Soy un autor de versos, que escribe narrativa y pinta. Tengo un respeto profundo por mi trabajo y prefiero decir, sin ironía ni nada, que hago versitos.

La vocación por el pincel y el color es evidente en Pentimento, que es el término para describir; “las borraduras que hace el pintor, cuando empiezas a quitar eso que sobra. Los pentimentos son los arrepentimientos del artista cuando está ante la tela. Pinta algo, no le gusta y encima pinta otra cosa, luego otra.

El poema es lo que quedó, estos pequeños fragmentos son residuos de uno más extenso, jugando con la idea de que fueran pequeños bloques, como una especie de cuadros caligráficos seriados. Manchas como pequeñas islas.

De acuerdo con el autor, la decisión de publicar de manera conjunta los tres poemas obedece, advierte, “a que tenían una respiración y un tono muy cercanos. Son tres instantes, pero que contienen más momentos, por eso van y vienen. No es lineal, son poemas narrativos que juegan con la narratividad, no necesariamente cuetan una historia, aunque hay una dentro, en cada uno.

“Por eso el libro tenía que llamarse Satori, debido a esos tres pequeños instantes de iluminación y, sobre todo, hay una radiación alegre hacia el interior. Es el momento en el que te ves en el mundo, te das cuenta que estás ahí, te pasó algo raro y no sabes qué es. Un instante casi de felicidad.”