Opinión
Ver día anteriorMiércoles 4 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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De encuestas, compra de votos y otras atrocidades
H

ermoso gesto de profunda ética periodística podría llamarse al de Ciro Gómez Leyva al reconocer que hubo un error en las encuestas que Milenio estuvo presentando diariamente, durante más de 100 días sobre la ventaja de 18 puntos más o menos de Enrique Peña Nieto sobre Andrés Manuel López Obrador, en la carrera por la Presidencia de México.

Y digo podría llamarse, porque en realidad no se trata de un acto de contrición, de un sincero mea culpa, sino, una vez más, de otra falta de ética, de una nueva falsa declaración.

No se trató de un error de Milenio-GEA/ISA, sino de un horror. La encuesta planteada no falló, sino todo lo contrario. Logró el efecto que desde un principio buscaba: inducir a la gente que no analiza o considera de buena fe la información con que nos manipulan los medios de comunicación en general. Una maquinación que califica sin ambages la catadura de Ciro Gómez Leyva y la calidad profesional de GEA/ISA y de Milenio. Ya luego se acepta humildemente el error, que al fin y al cabo palo dado ni Dios lo quita y a ellos quién les quita lo cobrado.

Ese fue el principio del madruguete –repetido en diversos medios– que remató a la manera clásica, con un pase de pecho a la Zedillo, Felipe Calderón Hinojosa, el autor de la frase y los hechos del “haiga sido como haiga sido” y que desde ahora ha sido sentenciado por el presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, quien, antes de conocer impugnación alguna, declara que no se gana en la mesa lo que no se ganó en las urnas –¿para que existen entonces en la ley las impugnaciones?–, aunque le faltó agregar el “haiga sido como haiga sido”.

Qué daño hace a la democracia la tesis del futbol en la que un equipo gana aunque haya cometido penales múltiples, si al árbitro no se le da la gana reconocerlos, sabedor de que sus decisiones, por más que estén apartadas de la justicia, son inapelables.

Compra de votos –que es además un inescrupuloso atentado a la dignidad de la persona que lo acepta, abusando de su precariedad–, monederos electrónicos, coacciones políticas, amenazas laborales, despilfarro insultante con evidente violación a los topes legales y una larga serie de etcéteras; todo es válido cuando se va tras el botín que puede representar el poder público, que ya habrá tiempo de reponerse de los gastos y para cumplir con los compromisos adquiridos. Y no me refiero a los que se firman demagógicamente ante notario, sino a los que se pactan en lo oscurito y se pagan incluso con la entrega del patrimonio de la nación, como la entrega de Petróleos Mexicanos que Peña Nieto ha ofrecido sin el menor ápice de patriotismo.

Quienes han desplegado este conjunto de acciones inaceptables son quienes ofrecen un mejor México para todos. Hay que aceptar, sin embargo, que Peña Nieto no se atrevió nunca a hablar de honestidad en sus discursos y su conocido historial no permitirá que nadie se dé por engañado a la hora de las tropelías.

Pensamos, quienes acompañamos al licenciado López Obrador en esta campaña y lo reiteramos en todos los foros, que era importante asumir legítimamente el poder para combatir y acabar con la corrupción. Nos engañamos al suponer que era factible lograr el poder, ante el imperio de la corrupción.

Seguiremos en la lucha, porque ningún mexicano bien nacido debe abandonar al país a su mala suerte.