Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1o de julio de 2012 Num: 904

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El caso Pasolini, un asesinato político
Annunziata Rossi

Gracias, Elena
Raquel Serur

Poniatowska, 80 años de sensibilidad e inteligencia
Adolfo Castañón

Ay, Elena…
María Luisa Puga

La feria de
Juan José Arreola

José María Espinasa

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Tomás Segovia, el último adiós

Raúl Olvera Mijares


Digo yo. Ensayos y notas,
Tomás Segovia,
FCE,
México, 2011.

Es arriesgado aunque posible aventurar que Digo yo fue el último libro aparecido en vida de Tomás Segovia (1927-2011). Auténtico Einzelgänger, el autor marchó por esos extraños derroteros de ambas orillas del Atlántico donde le tocó en suerte nacer, crecer y pendular. A partir de 1985, antes lo había hecho con París, primera estación de su exilio, osciló entre Madrid y Ciudad de México. Poeta, traductor del inglés y el francés, además de ensayista, preparó al final de sus días este valioso volumen de ensayos que cierra con algunas de las numerosas entrevistas que concedió, así como los discursos públicos de recepción de premios. La impronta de José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno están ahí, aunque también la enseñanza filológica de Raymundo Lida y conceptos esenciales del estructuralismo, el pensamiento postmoderno, lingüística, filosofía política, antropología cultural y sociología.

Ensayos sobre poetas afines o amigos, el exilio y la reflexión frente el reconocimiento público de su obra integran los temas fundamentales del libro, un volumen relativamente esbelto, pero sumamente denso por los matices de la lengua y los conceptos de la tradición humanística que se ponen en juego en el discurso. Las referencias más orientadas hacia España que hacia México dan cuenta de la filiación cultural, identidad nacional e incluso el oficio concreto de Tomás Segovia, quien tenía una marcada predilección por los autores del pasado, ya sea remotos, como los clásicos, o bien inmediatos, los poetas de la Generación del ’27, como Emilio Prados y José Bergamín, quienes leyeron sus primeras tentativas líricas encontrándose en pleno exilio mexicano y lo alentaron y orientaron en sus lecturas. Por Emilio Prados y su colaboración en la antología Laurel, poesía de este y del otro lado del Atlántico, Segovia conoció a López Velarde, los Contemporáneos y más tarde a Octavio Paz, con quien tuvo tratos como secretario de redacción de la revista Plural, pero de quien guardara cierta distancia cuando éste abjuró del estalinismo y abrazó sin reservas el liberalismo económico y la idea del mercado global.

Libro emocionado, lleno de tesis y antítesis, con sorprendentes e inesperadas síntesis, donde el oficio y el ser del poeta salen a relucir a cada paso, así como otros temas que conciernen o deberían concernir a todos los hombres por igual, relacionados con la equidad, la justicia, el reparto proporcional de los recursos y las oportunidades, criticando y condenando los abusos del poder, los excesos de la macroeconomía y las veleidades de las ideologías. Libro escrito desde el exilio, entendido como marginalidad y exclusión, y que encamina los pasos del lector siguiendo los del autor hacia un nuevo exilio, un desmarcarse, un optar por lo otro a despecho de que no resulte popular, pues no se encuentra entre los credos y verdades que difunden y alientan los medios masivos de comunicación, parte integrante de los cuales, quizá poco notoria, es la industria editorial.


Con todas las de la ley

Édgar Aguilar


Western,
Raciel Quirino,
Conaculta/Fondo Editorial,
Tierra Adentro,
México, 2012.

El western es conocido como un género cinematográfico. Luchas a muerte entre pistoleros de piel hendida; cabalgatas de andrajosos hombres en parajes desérticos bajo el ardiente sol. La literatura de cowboys es, por otro lado, copiosa, si nos atenemos a una buena cantidad de novelas, relatos y aun historietas que acerca del Viejo Oeste cobraron gran auge principalmente en los albores del siglo XX en Estados Unidos. Llevar el género western a la poesía es, no obstante, algo en cierta forma inusual. Y tratándose de poesía mexicana, doblemente arriesgado.

Western es el primer libro de Raciel Quirino (Ciudad de México, 1982). Libro “temático”, el lector entrevé ya desde el índice, y a modo de sendos avisos, lo que habrá –como para ir desenfundando el revólver– de enfrentar: Madrugada y fuga, Polvo de nadie, Parada en casa, Barrancos, Alto calibre y Hacia el oeste. Sabemos cómo Borges admiró, imitó y recreó todo un lenguaje a partir de este género; Raciel hace lo propio siguiendo por momentos al poeta argentino (a quien cita en uno de sus epígrafes), pero sus poemas, sin perder casi nunca de vista la épica western, son también un canto –rebelde, áspero, melancólico a veces– hacia adentro, hacia su llaga interior.

Pretexto o no, el lenguaje western otorga a Quirino una rica gama de posibilidades y recursos poéticos en los cuales desplegar su oficio, otorgándole por su parte Quirino al género una renovada y original concepción del mismo. Hay, así, en sus poemas, bandoleros que parecen huir de un oscuro destino impuesto a fuerza de un territorio alucinante que los conduce a una suerte de panteísmo extremo: “Igual que el humo indica la presencia de vida, zopilotes cumplen pausadas órbitas alrededor de la barraca, coronándola de cruces negras. Atrincherado en el foco de ese sistema solar, el hombre extiende sus sentidos hacia los mezquites, por donde se escuchan voces.”

Poemas en prosa y en verso libre. Pero también sonetos muy bien logrados que muestran a un poeta que gusta de combinar las formas en variados registros: de la imagen precisa al giro erótico; del amor desgarrado a la coyuntura familiar a través de una resuelta óptica western. No está de más echar un ojo a algunos títulos de los poemas para tener una mejor idea de lo que estamos hablando: “Hombre herido”, “A quemarropa”, “A lomo”, “Emboscada”, “No fue a mansalva”, “Cabalgata”, “Desierto adentro”, “Insolación”, “Descampado”, “Leído en los ojos de los muertos”, “Rastreo”, “Cruce de caminos”, “Muesca”, “Ganas de matar”, “Revancha”, “Canción para asesinos”, “Ganas de morir”, o “Cruzando la frontera”.   

El Western de Raciel Quirino sorprende por su dominio del lenguaje, por su atrayente sonoridad y por su habilidad verbal. Rasgos distintivos que todo poeta, invariablemente, cuánto más si de su primer libro se trata, debe empezar por reconocer. Y es un western con todas las de la ley porque, hay que decirlo, tiene mucho de heroico y de fatídico al más puro estilo vaquero.