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El director, Juan Carlos Cremata, la califica de incómoda; se exhibe en el circuito oficial de Cuba

Chamaco, cinta muy oscura que nadie hubiera producido

Hace unos años hubiera sido destinada a la bóveda y a mí me hubieran mandado a no sé a qué, dice el realizador cubano

Se sumerge en el submundo habanero, inexistente para los medios informativos

Foto
El filme está basado en la pieza teatral homónima de Abel González Melo, a quien corresponde todo el crédito de la película. La imagen, una de las escenas
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 27 de junio de 2012, p. 8

La Habana, 26 de junio. La prostitución masculina en La Habana llega al cine en Chamaco, película muy ácida, muy oscura, muy mordaz y muy desesperanzadora, en la que ningún productor en ninguna parte hubiera invertido, dice su director, el cubano Juan Carlos Cremata (1961).

Así que la hizo con los escasos recursos de su propia empresa y el premio anual de posproducción que entrega el bloque de países Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América).

Otro elemento perturbador en la cinta, además del tema, es un policía corrupto, como el que quizás no haya otro en el cine cubano. El director entiende que hizo una película incómoda, a pesar de lo cual se acaba de estrenar en el circuito oficial de la isla.

Hace unos años una obra como esta hubiera sido destinada a la bóveda y a mí me hubieran destinado no sé a qué, conjetura el cineasta en una conversación con La Jornada. Ya en este país se está hablando mucho y se están diciendo muchas cosas.

El filme está basado en la pieza teatral homónima de Abel González Melo (1980), a quien corresponde todo el crédito de la película, precisa el realizador. Fue el joven dramaturgo quien se sumergió en ese submundo habanero, inexistente en los medios informativos y reducido y discreto en la academia y el sistema de salud pública.

Con una historia que Cremata describe como tragedia griega, la cinta tiene un elemento adicional de angustia: un formato teatral de secuencias largas, planos cerrados y una cámara casi siempre fija.

El director de las premiadas Nada (2001) y Viva Cuba (2005) subraya que tuvo la decisión expresa de hacer cine gay. Más aún: considera a Chamaco un paso hacia su máximo proyecto, la adaptación de Hombres sin mujer, historia de Carlos Montenegro (1900-1981) sobre el ambiente carcelario de los años 30, el monumento más grande de la novela gay en Cuba, aunque poco conocida.

Obra increíblemente revolucionaria, irreverente, iconoclasta, que se publicó muy poco antes de la revolución de 1959, “porque era una novela demasiado fuerte y contravenía las normas de la moral burguesa; después de la revolución se ha publicado muy pocas veces, porque contraviene las normas de la moral revolucionaria. O sea que la novela contraviene las normas…”

Otras cintas cubanas de los años recientes son de tema gay (Verde verde, de Enrique Pineda Barnet) o tienen ingredientes de él (Juan de los Muertos, de Alejandro Brugués; Fábula y Casa vieja, de Lester Hamlet). Y aunque su alegato se expande hasta desafiar el dogmatismo y la discriminación, la célebre Fresa y chocolate (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío) es pionera, si se quiere hacer un recuento de subgénero en la filmografía local.

Después de exhibirse como maqueta y de su actual corrida comercial, Chamaco irá a festivales de cine gay como el de Barcelona y otros foros, como Huelva, Valladolid y el Icaro de Guatemala.

Si la cinta tiene un claro perfil por su tema, también se define por su factura. Cremata rechaza catalogarla como independiente (dice que sólo es así quien tiene los recursos suficientes para actuar por su cuenta) y prefiere el concepto alternativo. No es que quisiera una cinta de bajo presupuesto, sino que había tomado la decisión de hacerla sin condiciones.

Signo de los tiempos: Chamaco no fue producida por la industria cubana, pero fue reproducida por la piratería con una versión preliminar.

Cremata cree que el actual Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, casi sin producciones en las pasadas dos décadas, para sobrevivir tiene que convertirse en un ente promotor. Y revela que por primera vez en la isla se habla de una ley de cine, lo que el realizador considera una posible herramienta para proteger los derechos de los autores.