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Publica el sello Era redición de El conejo en la cara de la luna, libro del historiador

El hombre crea el mito a partir de su presente: López Austin

Expresarse mediante la palabra bella es una necesidad humana, dice a La Jornada

Los ensayos reunidos se difundieron originalmente en la revista México Indígena, antecesora de Ojarasca

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Alfredo López Austin en Coyoacán, ayer, durante la entrevista con La JornadaFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Miércoles 27 de junio de 2012, p. 3

El mito es una formalización de cómo el hombre imagina los procesos cósmicos que crean el presente, arroja a mitad de la conversación el historiador Alfredo López Austin.

El conejo en la cara de la luna: ensayos sobre mitología de la tradición mesoamericana, libro del investigador, se redita ahora con el sello de Era, en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, casi dos décadas después de su publicación original en 1994.

Para mí, eso es el mito: son procesos de cómo los dioses se fueron transformando hasta construir lo que es ahora, o sea, que el hombre crea el mito a partir de su propio presente, para entenderlo y para poder actuarlo, explica paciente y afable en entrevista, en medio de un jardín de fresca mañana, con motivo de la redición del volumen que será presentado este jueves, a las 19 horas, en el Museo del Templo Mayor (Seminario 8, Centro histórico).

Cosmovisión mesoamericana

El conejo que se dibuja en la luna, enviado por los dioses para aminorar la intensidad de su luz y no opacar al sol, da nombre a una serie de 18 ensayos breves en los que explora los mitos mesoamericanos y los desmenuza en el ánimo del historiador, quien opina el mito es una necesidad del ser humano de expresarse a través de la palabra bella, no sólo ayuda a comprender el mundo, cuando menos a vivirlo plenamente.

Comienza a relatar: hay libros que lo absorben a uno. Es satisfactorio, pero lo llenan de preocupaciones, de conflictos, de necesidad de estructuración, de argumentación coherente, un montón de problemas que lo hacen trabajar.

–¿Así fue el proceso para escribir este libro?

–¡No!, claro que no –se apresura a responder–. Yo estaba saliendo de eso, de un libro que puede calificarse como muy académico. Por eso, ¿qué hace uno? Descansar un poco trabajando en pequeños trozos en los que pueda uno divertirse, gozar, tener la libertad de hablar a un público muy amplio, que son los artículos periodísticos. No están hechos para el especialista.

Los textos aparecieron mensualmente en la revista México Indígena, dirigida por Hermann Bellinghausen, la cual desapareció y dio paso a Ojarasca.

Siento mucha emoción, manifiesta respecto de la nueva edición, de esos textos gozosos que escribió mientras le fue posible conjugar con sus investigaciones y obligaciones universitarias.

“Es uno de los momentos de alguien que siempre se ha jactado de vivir la vida como le ha dado la gana, a mí me ha ido bien en ese sentido. He gozado y he padecido, por mi gusto y por mi culpa. Al respecto hay cosas que son más de lo que he querido. Ahora que se vuelve a editar por Era, es recordar –entorna los ojos y sonríe– esos gozos de escribir con más libertad y para un público amplio”, afirma López Austin, de 76 años, quien ha acumulado muchos reconocimientos académicos, pero sobre todo la admiración de universitarios que han desfilado por sus clases repletas en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Sin embargo, opina que también es una forma de escritura pesada, porque hay que decirlo, es más fácil escribir en cuestión de estilo y estructura los trabajos académicos, aunque uno tenga que dedicarle muchas más horas. Es más fácil hacerlo, que buscar formas de escribir para todo mundo, pero que ha ayudado a muchos acercarse al pensamiento prehispánico y tomar el volumen como un libro esencial.

Robo del fuego por el tlacuache

De los mitos mesoamericanos, su favorito es el del robo del fuego por el tlacuache, al que dedicó un libro y es precisamente el que antecedió a El conejo en la cara de la luna. Trato de interpretar los mitos en un contexto y para entender la cosmovisión mesoamericana. Me ha dado buen resultado.

Presentes en todas las culturas, desde las más antiguas, elementos que coinciden en diversos puntos cardinales y con milenios de diferencia: el mito sigue vivo, agrega, no nada más en las comunidades que se califican como tradicionales, sino en la vida cotidiana, incluso en sociedades muy desarrolladas o industrializadas. Parte de la población sigue aceptando la verdad del mito, curiosamente, por encima de la verdad de la ciencia. El que cree en mitos, no vive en el pasado. Usa elementos del pasado para construir el presente.

Sea como elementos cognoscitivos para unos, o de vida, indudablemente el hombre sigue caminos estéticos para entenderse y no lo hace con fórmulas matemáticas aburridas como A+B=C.

Hay una creación de dioses que los hace a su imagen y semejanza, pero no nada más físicamente, sino que los hace socialmente parecidos y lo traslada en aventuras. Entonces, encontramos amores, odios, infidelidades, hasta asesinatos. Viven intensamente, son un reflejo, porque es la forma que el hombre usa para crear una verdad que alcance a comprender y a sentir estéticamente. Y en voz del historiador, que conversa lejos del lenguaje especializado, aparece el termino otredad.

“¿Quién es el otro? Es quien no piensa exactamente como yo. Dentro de esa otredad es muy interesante penetrar, hacer comparaciones, no para entenderla cabalmente, sino para poder establecer semejanzas y diferencias que en resumidas cuentas hagan a uno entender que no es el ser superior que tiene la verdad, sino que somos en la humanidad un mar de otredades. Que aprenda uno a entenderse a sí mismo en su relatividad, quitándose toda esta aura de sabiduría absoluta.

“Eso hace mucha falta: son tiempos de intolerancia, de rechazo, en que no podemos comprender, por ejemplo, que México no ha producido una cultura homogénea. Tal vez qué bueno que somos un mosaico cultural, y que no es cuestión de tolerancia, sino que entendamos que este barco en el que vamos pertenece a todos y debe ser manejado por todos.

Yo tengo mi propia cosmogonía, afirma el experto en el pensamiento mesoamericano y define que la cosmogonía no la hacen los filósofos o los historiadores, sino el hombre común en la vida cotidiana.

Su visión propia, como lo ha realizado: “Si uno se propone hacer en este mundo lo que le da gana, debe uno también valorarse en todos estos aspectos y ver que los fines deben ser tan complejos como lo es uno mismo. Y que el gozo de la vida, en gran parte, es el gozo estético.

Hay que disfrutar esta vida, hay que vivir plenamente, es lo que enseña a sus nietos; le digo a cada uno: trata de ser feliz de la manera más inteligente posible. Que la búsqueda de la felicidad no te conduzca a una desgracia mayor. Porque, qué bonita es la vida mientras puede uno disfrutarla y seguir adelante.