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La diferenciación sexual en China: siglos XVI y XVII
¿Q

ué es lo que determina que los seres humanos nos desarrollemos desde un punto de vista biológico como mujeres o como hombres? Entender los procesos que determinan que un embrión tome una ruta de crecimiento femenina o masculina ha sido desde tiempos remotos un gran desafío, pero no sólo para la ciencia en Occidente, sino también para otras culturas y tradiciones científicas. Mientras en la Europa de los siglos XVI y XVII iba quedando atrás el oscurantismo medieval para dar paso a las ideas renacentistas y a la Revolución Científica, en Oriente se había construido ya un conocimiento sorprendente sobre la biología humana, cuyos orígenes son difíciles de rastrear en el tiempo.

Temas como la fertilización, la diferenciación sexual y los estados intersexuales fueron abordados por los más grandes talentos de la medicina china en aquella época. Mucho de lo que sabemos hoy acerca de ese conocimiento lo debemos a Charlotte Furth, una de las más destacadas especialistas en los estudios sobre la medicina tradicional china. Doctora en historia por la Universidad de Stanford, es además profesora emérita de historia de la Universidad del Sur de California y ha traducido y analizado los textos médicos de esa cultura milenaria.

De acuerdo con los trabajos de esta autora, durante los siglos XVI y XVII las ideas biológicas estaban basadas por entero en la cosmología del yin-yang, que son dos aspectos del Ch’i (una energía o hálito primario). Si bien la filosofía china establece cualidades opuestas para el yin (como el frío, la humedad, la oscuridad y lo femenino) y el yang (el calor, la sequedad, la luz y lo masculino), no se trata de algo estático, pues en esta dualidad se presenta un constante recambio entre los dos elementos, como cuando se explica el paso del día a la noche.

Sobre la fertilización, Furth recurre a un texto ginecológico de gran autoridad en el siglo XVII, escrito por Wu Chin-wang, en el que el autor señala que si bien se produce la unión de dos elementos físicos: la esencia masculina (ching) y la sangre femenina (hsueh), interviene además un elemento metafísico, pues el Ch’i verdadero “… se mueve para germinar por los sentimientos del deseo, mediando sutilmente entre ellos”.

El sexo del niño está determinado por la ascendencia relativa del yin o yang presente al momento de la fertilización. En la literatura médica china, dice Furth, estas fuerzas son vistas como internas a los cuerpos de los padres, pero en ocasiones son observadas también sujetas a influencias medioambientales, porque el yin y el yang son cualidades inherentes a eventos como la hora del día, el mes, las estaciones, el viento o el clima. Pero se hace referencia además a elementos biológicos como el semen, la sangre o el ciclo menstrual, los cuales no son ajenos y están enlazados siempre a los principios del yin-yang.

Puede verse, dice Furth, que los hombres no son yang puro ni las mujeres yin puro; la diferenciación sexual depende del balance momentáneo de estas fuerzas en una relación dinámica de interacciones, y esta concepción muestra los caminos seguidos por las autoridades médicas para explicar algunas condiciones sexuales atípicas. De este modo, un Ch’i disperso produce gemelos, un yin o yang deficientes producen individuos estériles, un Ch’i contrario, abigarrado o disperso produce “… los que no son ni varón ni hembra, o falsos hombres y mujeres”. Por medio del examen de otro importante autor médico del siglo XVI, Li Shih chen, Furth analiza los estados intersexuales, en los que se incluyen cinco tipos de falsas mujeres y de falsos hombres.

Un elemento común entre estas modalidades es que en todos los casos hay esterilidad, pues las falsas mujeres no pueden ser madres y los falsos hombres no pueden ser padres. Esto lleva a pensar en que para los autores chinos representativos de esa época ser mujer verdadera u hombre verdadero llevaba implícita la capacidad reproductiva.

Hay una variedad en los falsos hombres, los denominados cambiantes, cuyo cuerpo es simultáneamente masculino y femenino. En la China occidental desde el periodo de la dinastía Chin (265-419 aC) ya se explicaba esta condición como producto de un Ch’i desordenado. De acuerdo con Li Shih chen se podían distinguir tres tipos: a) los que pueden servir a hombres como mujeres y servir a mujeres como hombres; b) los que son mitad del mes del yin y la otra mitad del yang, y c) aquellos que pueden actuar como esposas, pero no como maridos.

Si bien la medicina y la ciencia occidentales, predominates en el mundo actual, parten de una concepción que sólo admite dos categorías únicas que semejan dos paredes, otras líneas de conocimiento antiguo, que han corrido en paralelo con ellas en el desarrollo humano, tienen como base principios filosóficos en los que el sexo es como un elemento acuoso en el que hay un constante flujo y recambio. Resulta interesante observar que la confrontación entre estas dos visiones sigue viva en el presente siglo.