Economía
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El Enigma Helénico
Hemos tocado fondo y en algún lugar debemos hallar esperanza

Las votaciones ocurren mientras los griegos están en plena batalla por sobrevivir

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Avenida de la capital griega. El cartel, de la coalición Syriza, dice: abrimos el camino a la esperanzaFoto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 17 de junio de 2012, p. 30

Atenas,16 de junio. La vida cotidiana en Grecia se ha movido dramáticamente en los últimos años. En plena batalla por la supervivencia, en medio de una crisis económica sin precedente, con niños desmayándose en las escuelas por desnutrición, escaso o nulo material de curación básico en los hospitales, el incremento de personas viviendo en las calles, griegos buscando trabajo en otros países o aceptando laborar el doble por la mitad del salario, con un alarmante incremento de suicidios por agobio económico, entre otras tragedias, el pueblo helénico enfrenta un proceso electoral decisivo. Sabemos que las cosas no cambiarán de un día para otro, pero hemos tocado fondo y en algún lado debemos encontrar la esperanza, señala Anastasia, joven trabajadora que emitirá por primera vez su voto.

Las calles en Atenas no son las mismas de hace un par de años, ni mucho menos las que, jubilosas, lucieron los dispendios de los Juegos Olímpicos de 2004. Hoy, señala Yorgos, policía de 26 años, una madre con su hijo ya no puede caminar sola después de las 10 de la noche por el barrio Agios Panteleímonas, pues puede ser asaltada por migrantes o por griegos, que están igual de pobres.

El mismo vigilante lamenta su situación. A los policías nos bajaron mucho el salario. Ahora estamos en los 800 euros al mes, pero sabemos que hay quienes sobreviven con menos, dice Yorgos, quien advierte que en estas apretadas elecciones no se prevén grandes disturbios, aunque los anarquistas salgan a las calles.

Actualmente en Grecia todos parecen expertos en economía, no sólo en la doméstica, en la que cuentan euro por euro el dinero que gastan, sino en la del país y el continente entero.

A cualquiera que se le pregunte, conoce las cifras de la crisis: 500 mil personas trabajan sin salario, 50 por ciento de los jóvenes carece de empleo, se han realizado 17 huelgas generales en los últimos dos años y un largo etcétera.

Todos los días los griegos pagan las consecuencias de las medidas impuestas por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para saldar un endeudamiento también impuesto. Antes ganaba mil euros y ahora sólo 500. Antes la jubilación era a los 61 años y ahora a los 63. Antes se pagaba por impuesto inmobiliario 50 centavos de euro por metro cuadrado y ahora 16 euros. Antes la gente iba al mercado en las mañanas porque encontraba las mejores verduras; ahora van por las tardes porque todo es más barato, o acuden a recoger lo que dejan los comerciantes. Antes los padres eran felices si sus hijos eran aceptados en la universidad; ahora se preocupan porque si les queda un plantel fuera de su localidad no podrán enviarlos por falta de presupuesto. Antes los abuelos ofrecían de su pensión juguetes para sus nietos; ahora, si pueden, apoyan a sus hijos desempleados para la comida.

Un día antes de las elecciones la incertidumbre recorre el país. Las calles que hace un año estuvieron colmadas de indignados que protestaban contra los recortes presupuestales y las políticas de austeridad, cedieron terreno a los carteles y las banderas partidarias. Y aunque no se prevé el triunfo del abstencionismo, el ambiente en Grecia no es precisamente optimista, pues la realidad de la cotidianidad se impone: un reporte de Aldeas Infantiles SOS, que apoya a niños vulnerables o en situación de violencia o drogadicción, advierte que ahora estas fundaciones también enfrentan la crisis. No tenemos para pagar impuestos ni sueldos; ni siquiera para los próximos cuatro o cinco meses, señala Nikos Kaitsas, mientras que Socirakopoulus, obrero, admite: no sé lo que le espera a Grecia, pero voy a luchar porque tenga algo de dignidad, porque ahora no tiene. No se trata de dinero, se trata de dignidad.

En los alrededores de la plaza de Omonia, zona que alberga a migrantes procedentes de Afganistán, Bangladesh, Pakistán e Irak, países de los que llega el mayor flujo de trabajadores en busca de oportunidades, muchos de los pequeños negocios han cerrado sus puertas y el interior de los locales está en ruinas. La ultraderecha representada por el partido Amanecer Dorado ha intensificado las agresiones contra ellos, incluso dentro de sus casas. El pretexto ahora es que los migrantes están agravando las crisis y son los culpables del incremento de la delincuencia.

Dhurjati, originario de Bangladesh, tiene una pequeña tienda en Omonia. Antes trabajó de albañil en Dubai y en India, y desde hace tres años vive en Atenas. Se obstina en explicar que él no se mete en las decisiones políticas locales, pero, dice, espero que gane el que pueda estabilizar el país y que todo mejore, pues en los últimos años han cerrado cientos de comercios y, en su caso, las ventas han bajado 40 por ciento.

Con los migrantes, señala Anastasia, los griegos tienen menos posibilidades de trabajar, pues les quitan puestos, debido a que ellos están dispuestos a ganar 20 euros al día en el ramo de la construcción, por ejemplo, mientras un griego lo hace por 40 euros... pero, bueno, tampoco es culpa de ellos, porque tienen hambre.

En estos años la creatividad y la solidaridad han tenido que imponerse a la crisis. María relata que el acompañamiento familiar en estos momentos es básico para enfrentar las medidas, y eso se ve más en los pueblos fuera de Atenas, donde se comparten la comida; mientras que Vangelis, economista, advierte que los griegos deben crear propuestas sobre los bancos, la distribución de riquezas, los mercados financieros, pero también cosas como nuevos conceptos de consumo. La gente en las crisis, agrega, se da cuenta de que el nuevo Ipad no debe ser lo más importante en la vida, sino tener buenas escuelas o buenos hospitales.

Es precisamente el sector salud uno de los más afectados por los recortes presupuestales. En algunos hospitales, cuentan, no hay medicamentos, ni material quirúrgico, bueno, ni siquiera vendas. Stratis Bougellis, médico radiólogo, explica que justo en la época en la que necesitamos los mejores servicios sanitarios debido a los resultados de la crisis, se están devaluando todos los servicios relacionados con la sanidad, produciendo graves situaciones en la atención médica, sobre todo a los trabajadores más pobres.

El fantasma de Dimitris Christoulas, el farmacéutico jubilado que se suicidó en abril pasado debido a que, sentenció, el gobierno aniquiló toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una respetable pensión que yo había pagado por mi cuenta (sin ayuda del Estado) durante 35 años, recorre Grecia. Trascendió que este jueves un músico de 60 años se quitó la vida junto con su madre de 90, tirándose al vacío unidos de la mano desde la azotea de un edificio del barrio de Metaxourgeio. Al siguiente día, durante el cierre de campaña de Nueva Democracia en la plaza Syntagma, la misma en que suicidó Dimitris, los simpatizantes del partido conservador destruyeron los mensajes de solidaridad dejados alrededor del árbol junto al que se quitó la vida, intentando borrar uno de los símbolos de una Grecia adolorida.