El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) continúa monitoreando –en coordinación con el Centro Nacional de Prevención de Desastres y el Centro de Análisis y Pronósticos Meteorológicos Aeronáuticos, dependiente de la Dirección General de Aeronáutica Civil– la actividad del volcán Popocatépetl y la dirección de los vientos, sin que hasta el momento haya sido necesario suspender operaciones.

De presentarse una lluvia de ceniza en las inmediaciones del aeropuerto capitalino, el principal riesgo es que con dichas partículas (que son abrasivas y corrosivas) los motores pierdan potencia y los instrumentos de navegación de las aeronaves –los cuales indican a la tripulación ubicación y altura– puedan verse afectados.

Si una aeronave entra a una nube de ceniza, sus motores indefectiblemente van a verse afectados porque perderán potencia, e incluso pueden detenerse, explicó Jorge Andrés Gómez, vocero del AICM.

Asimismo, dichas partículas pueden generar efectos fotoeléctricos que alterarían las tomas estáticas y dinámicas de las aeronaves, con las cuales los pilotos saben la altura y velocidad a la que viajan. Además, el carácter abrasivo de las partículas puede rayar parabrisas y otras partes de los aviones.

Por ello, cuando ubican una nube de ceniza cercana a un aeropuerto, los encargados del control de tránsito aéreo desvían los vuelos hacia terminales alternas.

En cuanto a edificaciones, el propio peso de la ceniza puede derribar techos, como ha ocurrido en hangares de aeropuertos de otros países en situaciones similares.

El AICM, expuso el vocero, tiene dispuestas en diferentes zonas hojas blancas y probetas para monitorear si hay precipitación de ceniza y en qué cantidad.

En caso de ser así, existen lineamientos para limpiar, de manera inmediata, azoteas y pistas, apagar equipos de aire acondicionado y cubrir drenajes, todo ello por un equipo especializado.

Asimismo, hay brigadas capacitadas para auxiliar a los usuarios, así como resguardar equipo de cómputo y demás bienes de ambas terminales.