Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Johan Flaxman. San Ildefonso (II)
E

l pintor sueco, nacido en 1967, asistió a la inauguración de su exposición, impartió una coinferencia flanqueado por la directora del recinto, Paloma Porraz, y accedió a responder preguntas del público, haciendo gala de indudable simpatía y de atracción por nuestro país.

Explicitó su veneración por la pintura germánica en general, específicamente por la que fue vetada por el nacionalsocialismo. Manifestó admirar a Lovis Corinth (1858-1925), quien trató de revivir la práctica del fresco bajo Federico Guillermo II de Prusia, aunque Corinth resulta ser más bien epígono del simbolismo que expresionista, como sí lo es la pionera de esta tendencia en Alemania Kate Kollwits (1867-1945), quien fue cuestionada, pero no vetada por los nazis, pues dejó, sobre todo en materia de grabado, un corpus memorable, específicamente en torno a la muerte y al sufrimiento.

El pintor Flaxman, con estudios en varias instancias artísticas de importancia, completó su formación profesional en la Academia de Diseño de Nueva York y en el Centro Gráfico Pratt. Su formación en historia del arte es indudable y la sabe aprovechar en su obra retratística, sobre todo en cuanto a composición cromática y poses. TV-UNAM le dedicó un video con el que termina la exposición, en el cual aparece la pareja de pintores Arturo García Bustos y Rina Lazo; ella aprovechó el momento para relatar su colaboración en el mural de Diego Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda, en el que, como se sabe, hay varios retratos, tanto póstumos como actuales del momento en el que fue pintado para el hotel del Prado. Rina platica mientras Flaxman dibuja un esbozo de su persona.

Con todo y su insistencia al respecto, Flaxman no ofrece similitudes con dos más de sus héroes: Rivera y Siqueiros, pero sí sabe que la fase inicial, la gloriosa de nuestro muralismo, acogió a varios pintores allende nuestras fronteras, como Pablo O’Higgins, Jean Charlot y las hermanas Greenwood. Él tiene obra monumenal (pero sobre tela) en la ciudad porteña de Trelleborg, pintada como lo hubiera hecho Siqueiros, afirma.

Debido a que en México se siente como en su casa, la exposición termina con una escueta selección de cuadros mexicanos, entre los que está el retrato de Frida Kahlo muerta y rodeada de flores por Arturo Estrada, así como su monocromía de Diego difunto, como si se tratara de una mascarilla. Dos o tres piezas de Federico Cantú, entre los que está el retrato de Elisa Saldívar de Gutiérrez Roldán, el retrato de Diego en su estudio, por Chávez Morado, y otros cuatro retratos más de Flaxman, integran ese conjunto, entre estos está el retrato de su madre en el ataúd, de la que sólo se ve el rostro, como sucede con el retrato de Frida muerta. Entre estos se exhibe un autorretrato del artista junto a su joven asistente: Nail, que podría simbolizar su genealogía, pareciera ser su hijo. A continuación se lee en la cédula correspondiente que otros pintores contemporáneos: José Castro Leñero, Nahum B. Zenil, Víctor Rodríguez y Mónica Castillo, hacen lo que él está haciendo. Es un decir, cada quien arma sus historias como quiere e igual los curadores.

El video, dirigido por Guadalupe Alonso, muestra fragmentos de murales de Rivera y Siqueiros, no tanto de Orozco, pero basta salir de allí y enfrentarse a los murales de ese registro para conocer las lecciones que en cuanto a la pintura de manos llevó a cabo el jalisciense, y eso que no están aquí las mejores, salvo en el segmento de La famila. Pero aún en su caricaturización de las damas aristócratas o damas católicas, el énfasis puesto en las manos, por esbozadas que se encuentren, resultan ser una lección formidable e inolvidable.

Tengo la impresión de que durante su primer viaje a México el artista no estuvo en este edificio, sino que se centró en el Palacio Nacional y de allí derivó su pasión por la muralística mexicana, tomando ciertos datos que pudieron servirle para la confección de su gran pintura de Trelleborg, de la que se muestra en el video una visión no muy bien filmada. Dice experimentar extraña fascinación por la guerra, misma fascinación que a toda costa debe ser evitada, lo que le produce una rara paradoja de sentimientos, que desemboca en fascinación por la muerte, la muerte mexicana de los cristos sangrientos aparejada a los tzompantlis y a las calaveras, reales y de azúcar.

México es la segunda patria cultural del artista, la primera es la Alemania de la República de Weimar, aunque también ha prestado atención –sin afiliarse a esas tendencias– a los Nuevos Salvajes alemanes que de tanto prestigio gozan todavía.

La elección del retrato de un actor para el póster de propaganda es acertada; esa pieza está entre las más logradas del conjunto, debido a que resulta ser la que mejor elucida un quehacer expresivo, de carácter actoral, que el autor logra imprimir al tratar a sus modelos.