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Ver día anteriorMartes 17 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sí, sigue España
L

a eurozona no parece poder continuar. A menos que la región hiciera algo del todo distinto a lo que ha venido haciendo hasta ahora. Por ejemplo, el tan demandado, por algunos analistas y políticos, avance rápido hacia una mayor integración económica, fiscal y política, siguiendo una ruta compatible con la recuperación a corto plazo del crecimiento, la productividad y la competitividad, la capacidad de financiamiento, la vuelta atrás del endeudamiento insostenible de la actualidad, y la reducción de los déficit externos y fiscales crónicos. Demasiados problemas de gran complejidad y magnitud, que deben enfrentar unas economías que no cuentan ni con las herramientas ni con los recursos necesarios.

El pasado 12 de abril The New York Times editorializó, sin diplomacias, que España podría ser la próxima economía europea (después de Grecia) derribada por la mala gestión alemana de la crisis de la zona euro. No tenía que ser así necesariamente. Una sobredosis de dolor, tituló el Times su editorial. Sin duda, sólo frau doktor Merkel y sus aliados políticos dentro y fuera de Alemania creen que un país puede pagar sus deudas mediante la asfixia del crecimiento económico; pero la frau es la que manda. La austeridad de talla única prescrita para todos, dice el Times, está a la vista que no funciona en cualquier lugar.

Después de un par de semanas de calma engañosa –sigo al Times–, y a pesar de las inyecciones de grandes cantidades de liquidez por el Banco Central Europeo, los países de la zona euro se encaminan hacia la recesión; el desempleo está aumentando y las previsiones de los déficit fiscales están empeorando. Los mercados de bonos están especialmente nerviosos con España e Italia, tercera y cuarta economías de la eurozona. Hasta aquí el Times.

España se aproxima a 25 por ciento de desempleo, con 52.8 por ciento para los varones menores de 25 años, y 47.9 por ciento para las mujeres. España vio caer su PIB a –3.7 por ciento en 2009, –0.1 por ciento en 2010, al 0.7 para 2011, y diversas instituciones empiezan a prever una caída a –2.0 para 2012.

España ha vivido una semana de horror –la pasada–, la peor en los algo más de 100 días del gobierno de Rajoy. La derecha, única mano que tiene Rajoy, ha mandado a Luis de Guindos, el petulante ministro de Economía, a que la estire frente a Mario Draghi, el aún novísimo señor del Banco Central Europeo (BCE): España padece de síndrome de abstinencia, pese a las cascadas de euros que el BCE ha inyectado a España y que se han evaporado por obra y gracia de los bancos españoles y su prisa por desapalancarse. Nunca como en la semana pasada Mariano Rajoy ha negado tantas veces que la economía española requiera de un rescate urgente, pero en esas está Luis de Guindos.

Dicen en el Ministerio de Economía que sólo se trata de una visita de cortesía dentro de la gira europea que emprende Guindos –también estará en París– para explicar las reformas. Es decir, mostrar sus números e intentar convencer de que será capaz de recortar el déficit de 8.5 por ciento a 3 por ciento en dos años y que, al mismo tiempo, pagará sus deudas. Todo ello, con una recesión económica cercana a 2 por ciento. Rajoy ha formulado presupuestos muy austeros, ha anunciado reformas para ahorrar en sanidad y educación y tiene en marcha su reforma financiera…, pero nadie le cree. La bolsa está en el peor nivel desde marzo de 2009, la banca no sabe qué hacer para financiarse y Bruselas continúa sin dar su visto bueno a los presupuestos nacional y regionales marianos. De modo que los inversores huyen de la deuda española y ello lo pone a las claras los números de la bolsa.

Hasta hace unos dos meses muchos europeos aseguraban que la crisis europea y española en particular, se batía en retirada y que la cruda o curda o resaca o mona, posburbuja, era cosa del pasado. Estaban ciertos que los préstamos a la banca por 489 mil millones de euros, el primero, y 535 mil millones de euros, el segundo, serían suficientes para frenar la caída e impulsar la economía de la zona. Muy lejos de ello, inyectado ese billón de euros, la eurozona sigue en las mismas: no hay forma ni de crecer ni de pagar. Probablemente es debido a que si no se puede crecer, no se puede pagar. Pero meta usted esto en la dura cabeza físico química de frau Merkel.

Frente ese panorama, madame Lagarde ha insistido, la mismísima semana pasada, en la necesidad de que España realice esfuerzos significativos para hacer frente a sus problemas fiscales, y ha subrayado que las importantes medidas tomadas por Europa han permitido una cierta mejora en el clima económico, aunque ha advertido que la situación sigue siendo frágil y el mayor riesgo al que se enfrenta es que las tensiones financieras y soberanas regresen con renovada fuerza en Europa.

El harakiri pasó del código feudal del samurái a la ideología de la canciller de hierro.