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Ver día anteriorViernes 13 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Don Juventino, toda una persona
D

on Juventino Castro toda una persona dejó de existir el domingo pasado en medio del triángulo de la magia malinalca. El jurista que en diferentes escenarios estuvo siempre al lado de los débiles. Dejó esta vida y pasó a otra donde seguirá al lado de los débiles que en nuestro entorno son los indígenas.

Como postrer homenaje quiero revivir paisajes de su libro Diálogo de mestizos escrito en los años 70 en el que perfilaba lo que sería su proceder intelectual en defensa de los indígenas. Diálogo de mestizos avala una tesis sobre una característica de lo mexicano. El arte de engañar. En este antiensayo dos amigos dialogan y juegan la operación de engaños mutuos que matiza nuestro proceso histórico a partir del encuentro del español y el indígena, analizando la urdidumbre de diversas instituciones y situaciones sociales hasta el México de hoy.

Don Juventino Castro y Castro muestra que el juego de fingir y no notar el engaño y pretender que no se nota la réplica de engañar, tiene reglas de ida y regreso casi en movimiento ilimitado y perpetuo, pero que nadies es engañado, pues todos sabemos la verdad. Tal mecánica, encarnada en la vida interior del mestizo –de nosotros, los mexicanos– abre un horizonte de reflexión sobre la evolución social del país y sus posibilidades contradictorias. Se ve el riesgo de desembocar en la irresponsabilidad, la explotación de los demás y el cinismo. Si el juego pierde su carácter festivo el mestizo se engaña a sí mismo rehusando su identidad propia. Pero si se asume e integra su sentido lúdico, podrían evitarse choques clasistas y dar una orientación al proceso de desarrollo social del país que nos evite un destino de fracasos.

El Diálogo de mestizos se publica por primera vez en los años 70, a nombre de Víctor Chavero y se compone de su segundo nombre y del segundo apellido materno de su madre, que adopto para intentar composiciones literarias y ensayos genéricos, la mayor parte de ellos totalmente anónimos e inéditos.

La obra con su nombre real en otras ediciones contiene una tesis que utilizo don Juventino para ilustrar pensamientos tanto sociológicos como políticos, en los que llega incluso a incidir en los aspectos jurídicos que fueron su quehacer cotidiano.

Está claro que el español trata de imponer su ideología al indígena, tanto por su carácter especial en esta clase de cuestiones (la Inquisición española fue la más cruel, eficaz y conmocionante de todas las inquisiciones) como porque fue la única forma de quebrar la resistencia indígena. A su vez está perfectamente asentado que el indígena tiene todo un mundo ideológico, en el que cree firmemente y dentro del cual vive y actúa constantemente, sin querer perder ni cambiar.

En una serie de premisas don Juventino expone sus ideas que trato de sintetizar.

Primera premisa. La comprensión del español de que simplemente mediante un ucase no va a lograr el cambio ideológico, y adopta una estrategia de engaños y juego de interpretaciones partiendo de creencias religiosas indígenas, principalmente meshicas, para deslizar a los idólatras de sus criterios y prácticas paganas hacia el cristianismo.

Una segunda premisa es el suceder del indígena que se encuentra frente a una grave disyuntiva. O se hace sabedor del engaño a que quiere llevársele, para despojarlo de su religión que es su cosmos, pero al reconocerlo abiertamente es objeto de represiones más sangrientas que las iniciales verdaderamente demoniacas.

Una tercera premisa es engañar al español, fingiendo que se ha convertido al cristianismo, que ha visto la luz, que ahora su devoción se la entrega al Cristo redentor, si bien en lo personal y en sus prácticas privadas sigue creyendo y actuando dentro de la vieja religión, esperando de sus dioses regidores de la naturaleza y de las fuerzas naturales la gracia, el acogimiento y la satisfacción a sus necesidades.

No cabe duda de cómo resolvió el dilema: engañando. Las Cartas de relación, los informes y las noticias que los jerarcas civiles y religiosos envían al soberano español y a las autoridades eclesiásticas en España, son verdaderos anuncios victoriosos: ¡la cristianización del Nuevo Mundo está en marcha triunfal! Se informa de conversiones ¡en masa! Esto ocurre desde las primeras fechas de la consumación de la conquista. Parece que se presencia el milagro de los siglos.

Pero queda una nueva interrogante, tal como se ha planteado antes respecto de los indígenas. ¿Los españoles son tan tontos que no comprenden lo precario y engañoso de las conversiones? El dilema en este doloroso juego histórico, corresponde al español: si reconoce y anuncia las falsas conversiones pierde fachada; y se verá obligado a seguir usando indefinidamente a la represión; caerá de la gracia de sus superiores políticos y eclesiásticos, y serán removidos los jefes de su elevado cargo como consecuencia de su fracaso cristianizador.

Por tanto, continúa el juego de los engaños. Ambos actúan como si no se notara el fraude, y se creyera que las conversiones son auténticas y profundas. Reprimen en su interior el orgullo propio por no lograr que se reconozca su verdad, con tal de obtener el fin práctico de que no exista una lucha extrema, material. Ambos, al español y al indígena, les conviene no destapar la caja de Pandora.

Engaña el español al indígena; éste finge no notar el engaño y engaña a aquél sobre su supuesta conversión. Nota el juego el español, finge no notar el engaño de la falsa conversión, el indígena a su vez finge no saber que todo su juego se ha puesto a descubierto y actúa como si éste fuera el mejor de los mundos, y un modelo de la convivencia pacífica. ¡El juego de los engaños mutuos en todo su esplendor! Que sigue y seguirá y además en tecnicolor.

¿Será esta una idea central de la corrupción en que nos debatimos y esbozo de su origen? Descanse en paz este mexicano ejemplar.