Opinión
Ver día anteriorMartes 27 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Eje 425: Antonio Luquín
M

úsico de rock, tanto como pintor, Antonio Luquín preenta, hasta finales de abril, una nutrida exposición en el generoso espacio ubicado en el Eje Lázaro Cárdenas. Él está entre quienes fueron convocados a participar en el Proyecto Akaso, auspiciado por Sergio Autrey, dueño de las pinturas sobre los Beatles que hace algo más de una década atrajeron amplio público en el Museo Universitario del Chopo.

La manera, o método predilecto de Luquín es tonal y dibujístico, aunque todas las composiciones que se exhiben (excepto los grafitos propiamente dichos) están pintados al óleo, en capas delgadas de pintura. A su proclividad por la línea ceñida suma una actividad imaginativa tipo pastiche. Los pastiches al parecer derivan de varias fuentes: imágenes captadas en fotografía de construcciones o detalles de las mismas , aviones, cascos de barcos y, sobre todo y de manera preponderante, arquitecturas, con especial énfasis en la combinación de escaleras o portones cuidadosamente traspuestos, destacando elementos constitutivos y ornamentales, a veces abiertos a paisajes urbanos inventados o compuestos, incluyendo rascacielos deteriorados o fragmentos de iglesias virreinales vistas en paralaje.

Son frecuentes las versiones de construcciones góticas o semigóticas que alternan con otras, que suelen representarse desplomadas al eje natural del cuadro.

Poner todo esto bajo el rubro del sueño o el ensueño me parecería falsear la situación. Creo que estamos ante una moción que genera paisajes mixtos, más que fantasmagóricos, en los que los primeros planos están trabajados con tal destreza que evocan aquellas composiciones de los prerrafaelitas en las que lo botánico era ingrediente de suma importancia. Así está confeccionado, por ejemplo, el elemento que ocupa toda la composición en Tronco común 2, 2006, donde el árbol comparece como motivo único, de representación en el espacio disponible, pero sin saturarlo.

Los aviones y las naves encalladas son motivos sine qua non; con frecuencia las naves flotan en el aire y los aviones están anclados en la tierra, como sucede en Vuelo demorado, donde la nave espacial no sufrió ningún accidente, sino que aterrizó casi sin dañarse en un espacio tipo atrio. La nave se salvó, pero derribó el ámbito en el que vino a posarse. Las islas, como fragmentos de suelo privados de vegetación, flotan en el aire.

Como contrapartida, hay barcos anclados en parajes semidesérticos, el titulado PI24 se exhibe junto a lo que podría ser el dibujo preliminar (o posterior) a la confección del cuadro. Hay trasposiciones semejantes a los montajes en las películas con trasfondos digitales combinadas con filmaciones directas.

En El ataque, 2001, los atacantes ocupan el lugar de los bombarderos, pero son cuervos que han logrado deteriorar y perforar las edificaciones atacadas.

En Vanguardia urbana, 2009, puede leerse dentro del cuadro, como motivo de composición, una cita de Los albañiles, de Vicente Leñero. Estas incursiones hablan de un quehacer simbólico más insinuado que explicitado.

No obstante, aunque exista una simbología, a veces directa y otras subprepticia, lo que salta a la vista es la predilección reiterada del autor por ciertos elementos, entregados siempre con un ánimo mimético que no llega al hiperrealismo, pero sí a la captación inmediata de lo que está representado, ya se trate de los candados que emite un aparato volante que los chapetones de un portón colonial, abierto a un ámbito contemporáneo, sin que falte en él, a manera de vestíbulo, la inclusión de un candil que puede provenir –no de un objeto real–, sino de algún detalle pictórico presente en una vieja pintura.

Uno de los cuadros de barco ostenta una casita de dos plantas art decó que se antoja hallazgo arquitectónico por parte del artista, que de este modo quiso preservarla y rendirle homenaje, a sabiendas quizá de su inevitable desaparición.

Las pinturas en las que aparecen jóvenes figuras femeninas, vistas en escorzo no desdicen para nada su condición de retratos fidedignos, sin ser, como composiciones, del todo afortunadas. Al contrario sucede con las obras de pequeño formato que forman serie, todas de 15 x 20 centímetros; varias son deleitosas.

Que hay bastante trabajo depositado en estas composiciones, ni duda cabe. Una de las características que les encuentro es su propositiva falta de estilo, como si el autor hubiera decidido tal condición en primer término. Ni los espinosos cactus convertidos en edificios habitacionales con ventanas perforadas ofrecen rasgos que pudieran distraer al espectador de la temática que insinúan. ¿Decadencia y contaminación urbanas?, ¿contraposición de funciones y usos ?, ¿lógica seudo-surreal?, ¿reflexión metafísica?