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Caminando calles de Oaxaca, el artista habla de dos de las instituciones fundadas por él

Cristalizar proyectos culturales no es un quehacer solitario: Toledo

El Centro de las Artes de San Agustín celebra seis años; aun antes de abrir sus puertas el proyecto inspiró otros espacios en los estados

La Casa de la Cultura de Juchitán cumple 40, una vida

 
Periódico La Jornada
Sábado 17 de marzo de 2012, p. 2

Oaxaca, Oax. 16 de marzo. Por las calles soleadas de Oaxaca es dable toparse con el pintor Francisco Toledo. Accede a una plática con La Jornada, caminando varias cuadras, para hablar de un par de efemérides cuyos festejos ocurrirán en breve: los 40 años de la Casa de la Cultura de Juchitán y el sexto aniversario del Centro de las Artes de San Agustín Etla (CaSa), instituciones fundadas por él.

A paso lento, recorremos el trayecto que va desde el acueducto que alguna vez alimentó la ciudad hasta el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO). La creación de estas instituciones no es un quehacer solitario, dice. Todos estos logros obedecen al apoyo de muchas personas y la conjunción de distintos factores, explica.

Toledo ha concluido un día más de trabajo. Está contento. A sus 71 años, recuerda la primera vez que visitó San Agustín Etla, en los años 50 del siglo pasado, cuando se enteró de que en ese municipio estaba la hidroeléctrica La Soledad, que iluminaba a la ciudad de Oaxaca. Y yo que le eché la culpa a la mala calidad de la energía eléctrica por no haber estudiado, bromea. Ahora, Toledo ha convertido a esa hidroeléctrica en la fábrica de papel donde nacen los papalotes que él y sus alumnos confeccionan.

En esa localidad, a poco más de 17 kilómetros de la capital del estado, se encuentra el CaSa, el más reciente de los proyectos culturales fundados por Francisco Toledo. Comenta que en principio se pensó que el edificio de la ex fábrica de textiles Vista Hermosa podría albergar el archivo histórico de Oaxaca, después un hospital infantil y, finalmente, instalar un centro dedicado a las artes.

Aun antes de abrir sus puertas, el proyecto fue inspiración para otros centros de las artes en las entidades, manifiesta. El proceso de restauración del amplio edificio fue muy lento, hubo que parar por falta de dinero en varias ocasiones. Hasta que desde el 21 de marzo de 2006 abrió sus puertas para recibir artistas y artesanos, en un espacio compartido de formación y creación.

En el caso de Juchitán, ciudad donde Francisco Toledo nació en 1941, fue la primera piedra de una larga lista de espacios para promover las artes y conservar el patrimonio cultural.

El artista se sienta sobre una jardinera, mientras un vientecillo que anuncia el arribo de la noche expande los sonidos de un acordeón al otro lado de la acera. Habla sobre la ciudad en el corazón del istmo de Tehuantepec, que es el origen de su imaginario pictórico, pero adonde no ha vuelto en más de 20 años. Las razones son difíciles de explicar con palabras. La familia se ha dispersado, ya no están los abuelos, las tías, los amigos. También la ciudad ha cambiado. Las ciudades crecen y van desapareciendo los edificios que tienen historia. Aunque me comentan que todavía es una ciudad bonita.

Foto
Francisco Toledo, en OaxacaFoto Alondra Flores

La casa de la cultura se abrió tan sólo unos meses después que la de Oaxaca, el 22 de marzo 1972, en el llamado Año de Juárez, con motivo del centenario luctuoso del prócer.

Toledo explica que la idea de abrir el espacio en Juchitán surgió de Rufino Tamayo, otro de los grandes pintores de la entidad, aunque su propuesta era abrir un museo arqueológico. Presentaron el proyecto a Víctor Bravo Ahuja, titular de la Secretaría de Educación Pública de ese entonces y ex gobernador de Oaxaca, quien aceptó.

Recibieron una casa vacía, incluso con la tumba de un héroe juchiteco. Lo que era una escuela secundaria se transformó en el centro cultural que atiende a toda una región y donde se han formado escritores, poetas, músicos y pintores.

Libros, clases de música, piezas arqueológicas, pinturas y una sala de cine llevaron el lugar, gracias a Francisco Toledo y un grupo de juchitecos, entre ellos su hermana Graciela y la poeta Elisa Ramírez. El pintor calla unos segundos y, perplejo, dice: 40 años, una vida.

El centro se ha convertido en impulsor de la lengua zapoteca, como en el caso de Natalia Toledo, quien se formó ahí, comenta su padre.

Pero es una verdadera tristeza que aunque hay muchos escritores, no hay lectores; opina que si se hubiera establecido la obligatoriedad de la enseñanza bilingüe las cosas podrían ser diferentes, lo cual se debió hacer durante el tiempo que gobernó la Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo (COCEI). Ahora ya es muy difícil, ha cambiado mucho la región del istmo de Tehuantepec, por ejemplo, con la llegada de muchos migrantes que han transformado el tejido social.

Después de recordar su ciudad natal, a los zopilotes que se comían la comida de los perros y cómo el pasado se desvanece al paso del tiempo, Toledo se levanta y sigue su andar, después de un día de trabajo dedicado a una pieza poblada de gatos. La noche se ha instalado y el templo de Santo Domingo se levanta dorado, resguardado por migrantes de barro.