Sociedad y Justicia
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Los superiores de sacerdotes deben reconocer su culpa: víctima

Insuficiente, que la Iglesia pida perdón por actos de pederastia

Mujer irlandesa describe en el Vaticano la pesadilla del abuso sexual

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La irlandesa Marie Collins (izquierda) durante la exposición de su caso de abuso sexual por un capellán de su país, durante el simposio sobre pedofilia que se realizó en el VaticanoFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de febrero de 2012, p. 44

Ciudad del Vaticano, 7 de febrero. Pedir perdón por los actos de los sacerdotes pederastas no basta, dijo este martes una víctima, que reclama que los superiores jerárquicos que hayan encubierto abusos reconozcan su responsabilidad. Durante un simposio sobre la pedofilia realizado en el Vaticano, la única víctima invitada, la irlandesa Marie Collins, de 64 años, sujeta a abuso sexual por un sacerdote a los 13 años, contó su calvario ante unos 200 expertos y obispos.

Esos dedos que abusaban de mi cuerpo por la noche me ofrecían la hostia la mañana siguiente, dijo al describir la pesadilla de los repetidos abusos del sacerdote cuando estaba hospitalizada lejos de sus padres en Dublín.

También contó su larga depresión y los dos años más difíciles de su vida cuando a los 40 años, al decidirse a hacer revelaciones, las autoridades católicas cubrieron a su agresor.

Mi fe en Dios no se vio afectada. Puedo perdonar al que abusó de mí. Reconoció su error. Pero ¿cómo sentir respeto por la dirección de mi Iglesia? Pedir perdón por los actos de los sacerdotes pederastas no basta; hace falta que reconozca su responsabilidad por el mal y la destrucción infligidos a las víctimas y a sus familias por el ocultamiento a veces deliberado y la mala gestión de los asuntos por los superiores, dijo Collins.

Tratar de salvar a la institución del escándalo causó el mayor de los escándalos, insistió.

Lo mejor de mi vida comenzó cuando quien abusó de mí fue llevado ante la justicia, agregó.

Entonces trabajé con mi diócesis y con la Iglesia católica en Irlanda para mejorar su política de protección de los niños. Mi vida ya no está devastada. Tiene sentido y valor, agregó.

Antes, Sheila Hollins, siquiatra británica, abordó el caso de muchos sacerdotes víctimas de abusos en su juventud, traumatismo que contribuyó a su incapacidad de comprender su sexualidad y su decisión de seguir solteros como sacerdotes.

O el caso de madres que criaron solas a sus hijos, con grandes dificultades sociales, y que eran abordadas por pederastas que veían en sus hijos presas fáciles.

Hollins denunció la intimidación del sacerdote abusador: Imaginen que es sacerdote y confesor y utiliza su autoridad espiritual para asegurarse de que su crimen se mantenga en secreto.

El lunes, en la apertura del coloquio, el Papa dijo que aliviar a las víctimas es de suma importancia. Esta prioridad debe coincidir con una profunda renovación de la Iglesia, agregó.

El cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, y como tal principal responsable de la gestión del caso por el Vaticano, recordó las nuevas consignas de la Iglesia en la materia: escuchar a las víctimas y colaborar con la justicia civil. Reconoció la inadaptación del derecho canónico y la necesidad de una respuesta multidimensional.

Levada regresó al Vaticano inmediatamente después de su intervención, lo cual deploraron las asociaciones de víctimas, pues consideran que temía verse expuesto a preguntas molestas de la prensa.

Según el biógrafo del Papa Mario Politi, “un asunto por resolver es la obligación del obispo de denunciar ante la policía y la fiscalía.

En Francia es obligatorio, pero en otros países no. Es necesario que el Vaticano dé indicaciones precisas que sean siempre válidas, dijo.

¿La Iglesia está dispuesta a propiciar una investigación en cada diócesis sobre los abusos del pasado? (como lo hizo, por ejemplo, el cardenal alemán Reinhard Marx en la de Múnich)?, preguntó.

El diario Il Fatto Quotidiano cita a un procurador de Milán, Pietro Forno, especializado en esos asuntos, quien comentó recientemente: La jerarquía católica nunca fue obstáculo para mis investigaciones, pero, durante tantos años, nunca me ha llegado una denuncia de un obispo o un sacerdote.