Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Casa Lamm: irreverencias
L

a exposición titulada Santos recórcholis, de Armando Romero, suscita muchas reflexiones. Córcholis es una interjección que equivale a ¡caramba!

El que imita provoca que una cosa se haga presente, dijo Walter Benjamin. Sin embargo, Armando Romero no imita, sino que glosa, algunas veces directamente y otras jugando con los personajes al introducir elementos ausentes en el punto de partida.

Sus autores glosados, me refiero en específico a los de las últimas cenas, no son los prototípicos, pero son obras que han generado carteles, tarjetas postales, estampas, etcétera, que Romero ha ido reuniendo a lo largo de su trayectoria. De modo que están evocados (más que presentes) Philipe de Champaigne, Tiziano, Juan de Juní, Bassano, Jordanes, Porbours (el flamenco contemporáneo de Pousin), con Últimas cenas, además de tres santos de Zurbarán, las Meninas de Velázquez sólo acompañadas de un hombre araña y el baño turco, de Ingess, que ostenta un título perfecto: Día de limpieza.

Una de las virtudes de este pintor es su sentido del humor, que yo no refiero a los personajes de tiras cómicas, armando un comentario sobrepuesto. Antes al contrario, tal uso es de carácter asociativo modernizante y popular, pero además muchas de estas figuras son elegidas por su color y están para compensar la composición cromática del cuadro, cosa que a Romero le importa muchísimo, pues centra su atención en que las paralelas sean compensadas con ortogonales y con diagonales. Un solo elemento a veces da título al cuadro, como ocurre con la Última cena, de Carduccio, que se convirtió en desayuno debido a la inclusión de Hot Cakes y del emblema de Aunt Jemina. Allí puede leerse una de las frases emblema que han animado a Romero a hacer lo que hace: la imitación es la más sincera forma de adulación, y además la imagen es de todos.

En Debate acerca de la Cenicienta (al parecer sobre la Última cena de Jacobo Jordanes el discípulo de Rubens), la mesa de la traición de Judas ostenta en su parte central un zapato rojo, cuyo tamaño, si se observa bien, resulta idóneo para calzar los pies toscos y descalzos de los apóstoles. La idea de la discusión se ve complicada, porque la composición se encuentra tapizada de elementos dibujísticos: una cafetera, vasos, botellas y personajes monstruosos, inspirados en el dibujo infantil.

Ya se trate de Pokemon o de los personajes de Scooby Doo, las figuras a veces son elegidas por sus significados, pero otras por su color como el Shaggy Rogers de Norville, que proporciona la dosis de rojo saturado útil para compensar otros elementos.

Este tercer discurso comenta tanto el primero, o sea el de las pinturas consagradas que tienen la apariencia de haber sido relegadas por décadas a un desván e incluso sometidas a la acción de la intemperie, como el segundo. En éste la factura de las figuras cualesquiera que sean, es cuidada y exacta, como si se tratara de collages, ya se trate de un robot que de Popeye.

Las glosas antiguas pueden combinar elementos de varias pinturas, como ocurre con El mercado de las sectas basada en engendros, del Bosco, no sólo provenientes de El jardín de las delicias del Prado, sino del tríptico de San Antonio en Lisboa. Esta pintura mide 150 x 360 y su posible mensaje consiste en ilustrar que todos los personajes que pertenecen a un mismo clan se reúnen en un espacio de desacuerdos.

Según los enunciados escritos también al óleo y con un pincel muy fino, cada pieza es como un manifiesto, que se complementa con los doodles o scribles, éstos aparentemente parecen realizados al azar y ponen énfasis en la importancia del dibujo como facilitador de figuraciones que admiten contenidos preconscientes o automáticos.

Escándalo glosa un original (que no es el cenáculo de Leonardo tal y como parece creerlo uno de los comentaristas del catálogo ilustrado) integrando sólo la pintura glosada y globos en blanco, con flechas que se dirigen a cada personaje, como ocurre en los códices. Pudiera pensarse que el autor dejó los globos vacíos para que cada quien se ponga en el lugar alegado por los discípulos de Jesús: (Uno de vosotros me habrá de entregar). Pero el pintor procedió también porque así logró el mejor efecto posible en una composición que por sí sola se bastaba, debido a los amplios espacios de blanco ensuciado (en comparación con el blanco neto de los globos). Este es un cuadro que requiere de un muy buen tiro visual y así se museografió.

La inclusión (no muy afortunada, desde mi punto de vista) de glosas de grafiti callejeros, retacadas en algunas composiciones, parece preludiar una etapa diferente en este pintor que postula (también valiéndose de una cita) que nada es más original que nutrirse de los demás: es decir, un canibalismo hasta ahora dependiente de los Old Masters que le ha atraído fortuna crítica y público coleccionista internacional.