Sociedad y Justicia
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El cerro sagrado, ubicado en San Luis Potosí, es el único centro ceremonial vivo de la cultura indígena en el mundo

Oran esta noche en El Quemado wixaritari y coras contra la destrucción de Wirikuta

Revolution Resource y Minera Caracol, así como agroindustrias del tomate, presionan a los ejidatarios para malbaratar o rentar sus tierras, pero el desempleo, la sequía, la migración, el gobierno federal y el Ejército también coaccionan

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Organizaciones mexicas manifestaron con danzas en el Zócalo de la ciudad de México su oposición a la invasión que realizan empresas canadienses en las comunidades huicholasFoto Jesús Villaseca
Enviado
Periódico La Jornada
Martes 7 de febrero de 2012, p. 38

Desierto de Wirikuta, SLP, 6 de febrero. En una convergencia histórica, peregrinaciones de todas las comunidades wixaritari (huicholas) del país se citaron esta noche en el cerro sagrado El Quemado, en la vecina sierra de Coronado, para cantar, orar y resistir a la destrucción de Wirikuta ante la inminente invasión de grandes empresas mineras que pretenden realizar extracciones masivas de oro y plata. Toda la región está en ascuas de por sí debido a esta fortísima tarascada del progreso y el negocio.

Unos 800 wixaritari, y al menos 40 coras de la Mesa del Nayar (Nayarit), estuvieron llegando al desierto en los días recientes. Participan todos los centros ceremoniales de las comunidades, incluido el Consejo Regional Wixárika Por la Defensa de Wirikuta, conformado por las autoridades tradicionales, civiles y agrarias de las comunidades del pueblo wixárika, los cuales determinaron esta congregación inusitada ante la alarmante situación de peligro ambiental, sagrado y cultural de este extraordinario desierto, caso único en el mundo como centro ceremonial vivo de una cultura indígena fuerte y relevante, más allá del ninguneo racista de la sociedad dominante y el Estado mexicano.

Los pueblos wixáritari se extienden en los estados de Jalisco, Nayarit, Zacatecas y Durango, pero todos tienen sus centros ceremoniales en este desierto potosino, que de hecho forma parte de su vida comunitaria tanto como las tierras que habitan en las serranías del occidente.

Algo se puso en movimiento, ciertamente. No llovía aquí desde el 29 de septiembre de 2010, y ahora van tres días que no deja de llover. ¿Tenían que juntarse los chamanes, los rezadores, los jicareros, las mujeres y los niños de todo el mundo huichol para traer el agua?

Como sea, ya llovió, granizó y hubo arcoiris. Los rezadores de Santa Catarina vieron que esta defensa tiene posibilidades de triunfar. Ya todos los wixaritari lo están soñando. Y es en los sueños donde libran las mejores batallas de sus vidas. Ahora toca ésta.

Las acechanzas son muchas, y temibles. No sólo las poderosas empresas de origen canadiense (actualmente la principal concesionaria es Revolution Resource) presionan a los ejidatarios del vasto altiplano a malbaratar o rentar sus tierras para ser sacrificadas en el altar del oro. También han venido haciendo su trabajo el desempleo, la sequía, la migración, el Procede, los narcotraficantes (se dice que Zetas), el Ejército federal.

Papel significativo han jugado las temibles agroindustrias, sobre todo tomateras, que se extienden por los ejidos, ahuyentando las nubes (y las lluvias) en una región con sed crónica. Con la pequeña ayuda de sicarios de la letra, mantienen bajo amenaza a la población, desde Charcas a Cedral, en los dos extremos de Trópico de Cáncer, que atraviesa justamente el desierto.

Con el respaldo de organizaciones civiles de lo más variopinto que convergen en el Frente por la Defensa de Wirikuta, la lucha de los wixaritari enfrenta desafíos importantes. Uno es que estas tierras no les pertenecen a ellos, o les han pertenecido espiritualmente desde hace siglos, pero sin concepto de posesión alguno. Lo mismo paradoras, rarámuri y tepehuanes. Pero los ejidatarios mestizos, llegados hace un siglo más o menos, son los propietarios legales. Siempre han tenido acuerdo y fraternidad con los peregrinos indígenas, pero son ellos quienes decidirán (están decidiendo) si se permite el paso a las mineras, que realizan febriles trabajos de exploración por medio de empresas registradas como nacionales, como Minera Caracol, con sede en Hermosillo y Chihuahua.

La depredación de Wirikuta es inminente. Las cartas están echadas. Como bien saben los indígenas, y los defensores del desierto, es ahora o nunca.