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El técnico Tomás Boy, incrédulo de que un adversario dominado gane el partido

Por garrafales errores del Morelia, obtuvo Pumas su primera victoria en el torneo

Vilar culpó a los caprichos del balón por el segundo gol que recibió: me jugó una mala pasada

 
Periódico La Jornada
Lunes 16 de enero de 2012, p. 3

El técnico del Morelia, Tomás Boy, no podía creerlo. ¿Cómo es posible que un equipo que no ataca gane 3-0?, exclamó mientras se dirigía al vestidor. Para él no existía una explicación racional para entender cómo Monarcas había caído una vez más ante Pumas en Ciudad Universitaria y con un marcador semejante.

No entendía, probablemente, que lo que permitió ese resultado había nacido de errores en la zaga de su propio equipo. En concesiones que pecaron de infantiles y fueron cazadas por un conjunto de jóvenes con poco kilometraje, pero con la suficiente insolencia para hacer lo más difícil en el futbol: meter la pelota al arco.

El partido no había calentado aún cuando el cuadro michoacano regalaba la primera oportunidad. El defensa Enrique Pérez perdió una pelota en una salida que parecía rutinaria; error que Martín Bravo aprovechó para salir hacia el área rival.

Como impulsado por un resorte, el olfato goleador de Juan Carlos Cacho despertó –luego de una temporada en reposo– y se coló en territorio del Morelia, desde donde definió de forma impecable ante un azorado Federico Vilar.

Esa anotación, que para Boy no era sino un golpe de dados, devolvió la confianza al plantel universitario tras el descalabro que sufrió la semana pasada ante San Luis.

Con esa primera anotación el ánimo auriazul empezó a dar signos de seguridad. De pronto Cacho parecía de nuevo ese delantero que aparece justo donde se crean las oportunidades. La defensa de Monarcas, por el contrario, empezó a mostrar nerviosismo y ante la inseguridad sacó los cuchillos para marcar con espíritu desalmado.

Joel Huiqui no dudó en aventar el cuerpo, en meter la pierna con fuerza o en aplicar abiertamente una zancadilla si el jugador al que escoltaba amenazaba con salir en una carrera.

No es que los felinos se afiliaran a la escuela mourinhista, esa que privilegia el resultado por encima del juego, pero lo cierto es que Morelia empezó a tocar más la pelota y a acercarse a la meta de Pumas.

¡La única jugada que tienen y hacen gol!, tal vez ya lamentaba el entrenador Boy desde el área técnica, mientras veía cómo en la disputa mano a mano sus jugadores casi siempre ganaban la pelota.

Pero no basta apoderarse del balón y acercarse a la meta del rival si no existe la coordinación ni la precisión para concluir las jugadas con una anotación.

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Luis Fuentes, de Pumas, gana el esférico al zaguero Enrique PérezFoto Jesús Villaseca

Ahí estaban, casi fantasmagóricos, Miguel Sabah desperdiciando oportunidades en el área y frente al arquero Alejandro Palacios; y Rafael Márquez, quien tuvo a su merced la opción más clara ante el arco; una que sólo tenía que empujar para convertir, pero que increíblemente se las ingenió para mandarla en una dirección imposible.

Poco antes de concluir el primer tiempo ocurrió otro de esos malabares que el timonel del conjunto michoacano no comprendió como la razón de su derrota. La defensa devolvió un balón de manera lamentable al portero Federico Vilar, que parecía tenía todo bajo control, pero ahí apareció un esforzado Cacho que le tapó el despeje.

El arquero argentino quiso recuperarla y en un exceso de confianza permitió que la pelota botara en su área, donde Bravo apareció para robársela y darse el lujo de definir solo ante la portería.

Los hombres del Morelia no encontraban la combinación para terminar las jugadas con éxito porque seguían tocando la puerta y monopolizando la circulación del balón, pero había una incapacidad colectiva en ellos para entender que si el centro de la cancha se les dificultaba, quedaban los extremos.

Nadie se atrevía a salir por las bandas, con un campo de visión tan limitado de los elementos michoacanos, y los auriazules podían adivinar por dónde intentarían escapar los visitantes.

Casi al final del partido Eduardo Herrera, quien apenas tenía 10 minutos de haber pisado la cancha, organizó una jugada con Javier Cortés. Juntos entraron al área, pero Herrera fue el encargado de empujarla al fondo para cerrar el marcador.

Al final del juego Tomás Boy no se explicaba porque había perdido ante un equipo al que tenían dominado. Bromeó incluso con la idea de que ya no debían jugar en CU.

Me incomoda que un adversario dominado pueda hacer eso. No hay nada que decir, ellos trabajan, ese es su estilo, lo sabemos y aun así hoy volvimos a cometer errores muy puntuales, señaló.

Vilar, el arquero que cometió la mayor pifia del encuentro, culpaba a los caprichos del balón por haber recibido un gol imperdonable y dijo simplemente: El efecto de la pelota me jugó una mala pasada.

El técnico del Morelia se fue extrañado por el juego que vio en su equipo y la incongruencia con el resultado, pero olvidó que ante los errores que cometieron no hace falta ningún rival para perder.