Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de enero de 2012 Num: 880

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Reseña de un emigrante
Ricardo Bada

El medio milenio de Vasari
Alejandra Ortiz

Avatar o el regreso
de Gonzalo Guerrero

Luis Enrique Flores

La fe perversa
Ricardo Venegas entrevista
con Tedi López Mills

Smollett, el llorón
Ricardo Guzmán Wolffer

Senilidad y Postmodernidad
Fabrizio Andreella

La dama del armiño
de Da Vinci

Anitzel Díaz

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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De privilegiados e iconoclastas

Antonio Soria


El bailarín de tap. Retrato de Truman Capote con Herman
Melville al fondo,

José María Espinasa,
Ediciones Sin Nombre,
México, 2011.

Haciendo gala de su conocida capacidad de análisis literario, así como de su reconocidamente amplio dominio del ámbito letrístico mundial, Espinasa reúne aquí un par de ensayos cuyo contenido explicita el título mismo del volumen.

Glosados, estudiados e interpretados diríase que exhaustivamente, los corpus creativos tanto de Melville como de Capote presentan la dificultad extra, para quien decide abordarlos una vez más, de hacerlo tomando algún punto de partida ora novedoso, ora inesperado o poco atendido pero, en cualquier caso, capaz de enriquecer el entendimiento y el criterio del lector, bien sea que éste conozca con anterioridad las piezas literarias aludidas, o que sea éste su primer contacto, para el caso, con la magnificencia, entre otras obras, de Moby Dick y Chaqueta blanca, tratándose de Melville, y A sangre fría, Música para camaleones, Otras voces, otros ámbitos y Desayuno en Tiffanys, hablando de Capote.

En el primer ensayo, “La ballena blanca, el capitán Ahab y la inspiración narrativa”, el autor propone un triple modelo de lectura para la obra cumbre de Melville. A grandes rasgos podría decirse que dicho ejercicio tripartita consistiría en la integración de la lectura originaria o fundacional, es decir una al estilo de la que se realiza “en la adolescencia y se va sedimentando en la memoria con infinidad de variantes”, acompañada por aquella que identifica los “momentos privilegiados” narrativos, cuyo conjunto “es más que la suma de sus partes”, y finalmente por una lectura cuyo propósito consiste en “entender la conexión tanto estructural como simbólica de cada fragmento”.

En el segundo ensayo, “El bailarín de tap”, dividido en ocho apartados, Espinasa acomete el análisis de diversos tópicos decididamente capoteanos, verbigracia la insatisfacción creativa, la persistencia de la tristeza, el manejo literario del concepto de verdad, el cosmopolitismo y la celebridad, la provocación y la iconoclasia, el rencor y la sordidez, más un amplio etcétera.

Descendiente literario directo de gigantes como Marcel Proust, Henry James y, desde luego, el propio Herman Melville, a su vez Capote ha sido el modelo incuestionable para subsecuentes generaciones no sólo de narradores sino también de periodistas, realidad que, como bien se sabe, no se circunscribe a Estados Unidos, patria del autor de El arpa de hierba, sino que se extiende a nivel mundial. Al respecto, acierta Espinasa cuando afirma que “el periodismo de Capote es, y vale la pena insistir, literatura de gran altura, de una brillantez evidente”. Lo mismo puede sostenerse respecto del rico material que Capote aportó a la cinematografía y, finalmente, también en cuanto a la vida misma de este cronista/ guionista/ periodista/ narrador cuya biografía pareciera, sin paradoja, escrita por el propio Capote.

El octavo apartado de “El bailarín…” hace concluir el volumen con una mirada a ese “peso completo” narrativo que es Norman Mailer, de quien Espinasa identifica con precisión la proximidad estilística y, en suma, la deuda conceptual que con Capote tiene el autor, entre tantos otros títulos, de Los desnudos y los muertos.


Los viajes internos

Ricardo Guzmán Wolffer


Broadway express,
Iván Ríos Gascón,
Cal y Arena,
México, 2011.

Los cuentos de Ríos Gascón están situados en Nueva York, como se anuncia desde los forros del libro. Empero, la fuerza de sus textos no reside en los lugares que transitan los personajes, sino en la forma en que éstos aterrizan en sus circunstancias.

La historia de “Somethin’ stupid”, podría suceder en cualquier ciudad del planeta. Vemos a un galán autoexiliado de su relación anterior quien a fuerza de caminar sin rumbo termina en un bar de mala muerte. La cantinera es gorda, pero bonita. Entre la intoxicación etílica y las ganas de no sentirse solo, el narrador intenta relacionarse con la gorda y resulta que ésta es una mujer con muchas necesidades; además de divagar sobre los sufrimientos propios del sobrepeso. De modo que terminan en otro bar y entonces sucede lo esperado, aunque el narrador se sorprenda. Igual acontece con la historia de “Fabienne”, quien piensa que, si desea fervientemente algo, podrá suceder. ¿Cuántas variantes puede tener esto de las esperanzas materializables a fuerza de pensar en el objeto buscado? Claro, cuando se trata de mujeres, más vale no pensar en voz alta. Y es que Iván Ríos nos recuerda, como decía Capote, que se vierten más lágrimas por las plegarias atendidas. También está el cuento sobre “La chanson de André”, donde el amor encuentra caminos peculiares, incluso con el sexo practicado a medias o en formas alternas. Lo mismo daría que la narradora viviera en algún municipio de Oaxaca, que en el Manhattan planteado por Iván. La situación geográfica no es lo que nos emparenta con los personajes que luchan por salir airosos de los trances amorosos: la escenografía no influye directamente en el logrado tono narrativo. A fuerza de describir lugares y costumbres, uno puede visualizar la acción en ciertas locaciones, pero éstas no influyen directamente en el acontecer interno de los personajes, los que logran ser desarrollados incluso en cuentos no muy extensos. A excepción, quizá, de “La verdad sobre la muerte de Ian Beckam”, donde se reconstruye un asesinato que tiene sus peculiaridades geográficas y donde la figura de la estrella es reflejo de otros famosos con talento de aquellos lares.

La trayectoria del autor como periodista cultural constante es paralela a su trabajo como narrador. Es claro que, con independencia de sus filiaciones neoyorquinas, el trabajo se centra en tal ciudad por haber sido en parte el lugar donde fue producido el material de Brodway express, pero el lector acucioso captará que los laberintos de los amorosos son la verdadera ciudad ácida que habitan los seres recreados por Ríos. En forma discreta pero eficaz, Ivan Ríos ha logrado un lugar claro entre los escritores de su generación.


Del final de la edad media a la actualidad

Juan Gerardo Sampedro


Una historia de la violencia,
Robert Muchembled,
Paidós,
España, 2010.

La historia de la civilización ha sido también la historia de la barbarie. La tesis central de este libro gira en torno a la doble concepción que el hombre ha tenido acerca de la violencia. El concepto como tal, de acuerdo a Robert Muchembled, aparece durante el siglo XVIIII y significa “fuerza” y “vigor” (del latín vis): la relación que obliga a uno, al iracundo, a someter u obligar al otro, al débil. Lo anterior podría parecer algo innato al ser humano aunque aún los estudiosos del tema no concluyan con el debate.

La violencia es legítima cuando la ejercen las instituciones e ilegítima se vuelve cuando se ejerce de manera individual, al transgredir la norma y la moral.

En la Europa del siglo XIII los hechos brutales tuvieron (a iniciativa de los programas ideados por los Estados) una trayectoria descendente. El registro de la delincuencia involucra sólo con un diez por ciento a las mujeres: explicable cuando a la violencia cotidiana se le agrega la noción de la virilidad, definida ésta de manera un tanto distinta por cada sociedad.

El tabú, “el mal absoluto”, estaba ligado al parricidio, al asesinato de los abuelos o de los superiores. Fueron los jesuitas, posteriormente, quienes hablaron ya del concepto de lesa humanidad, aplicándolo a los delitos cometidos contra la autoridad monárquica o religiosa. Michel Foucault relacionaba los atentados con el hecho de derramar sangre humana; quizá Foucault visualizó aquello que presenciaron los hombres en 1650: la guerra traía como consecuencia directa una intensa devaluación de la sangre, lo explica bien Muchembled.

Autor de un estudio sobre el Diablo en la Edad Media (Historia del Diablo, siglos XII-XX, FCE, 2004), Muchembled explica cómo la pedofilia es el crimen más temido, el que atenta en contra de la perennidad de la civilización. Es como si la autoridad “sintiera la necesidad de proporcionar al cuerpo social la representación del peligro supremo y su erradicación”.

En el siglo XXI el crimen se establece en torno a la preservación de la vida y la inocencia sexual de los niños: lo que atente contra ellos es el más “incalificable de los crímenes que pueda cometer el ser humano”.

En síntesis: el homicidio, tal como lo define Muchembled, es una construcción social: las autoridades son las que definen su interpretación ocultando o privilegiando las circunstancias en las que se da el hecho delictivo. Son los Estados quienes se atribuyen el monopolio de la legitimidad de la fuerza.

Actualmente la peligrosidad se aplica a quienes se oponen a los reglamentos de las instituciones. ¿Cómo el hombre ha logrado sobrevivir en la cultura de la violencia? Muchembled trata de aclararlo a través de lo que clasifica dentro de “los estremecimientos mortales y la literatura negra y criminal del XVI al XX


¿Quién no conoce a Anthony Browne?

Barbara Bonardi


Jugar el juego de las formas,
Anthony Browne y Joe Browne,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2011.

Anthony Browne habita en la imaginación de los jóvenes lectores con las historias de sus carismáticos gorilas y chimpancés y sus ilustraciones absurdas y graciosas. Los libros Willy sueña, Cambios, Mi papá y Voces en el parque son sólo una pequeña muestra de los entrañables títulos de Anthony Browne publicados en castellano por el FCE. Este talentoso autor e ilustrador de fama internacional publica ahora una extraordinaria monografía escrita en primera persona. En una edición elegante y cuidada, Anthony Browne presta su voz a la pluma de su hijo, Joe Browne, para contarnos algunos episodios destacados de su vida y revelarnos los secretos de sus libros. Jugar el juego de las formas se sitúa a mitad camino entre una confidencia íntima y un catálogo de sus obras. Después de su lectura, tenemos la agradable sensación de conocer al hombre detrás de sus creaciones y vemos de manera distinta sus ilustraciones, que nos asombran una y otra vez con sus detalles ocultos. Con gustosas anécdotas, el texto habla de la infancia feliz del artista, de sus miedos infantiles, pero también de sus inquietudes de adulto y del entusiasmo que tiene por su profesión. Browne sorprende al contar que su excelente formación técnica y su talento para narrar una historia a través de las imágenes los debe más a un trabajo como ilustrador médico que a la escuela de arte a la que atendía sin convicción. De hecho, fue la monotonía de esta labor la que lo empujó a incluir, ocultos, detalles amenos en sus ilustraciones: dibujos que en sus libros cobran sentido en el contexto del relato y despiertan la curiosidad del lector divirtiéndolo. Gracias a las explicaciones del autor, el juego de las formas, actividad lúdica que él descubrió en su infancia y ahora contribuye a la riqueza expresiva de sus libros, se vuelve explícito y sus cautivadoras imágenes adquieren nuevos y fascinantes significados.

El artista aborda el tema, controvertido en sus libros, de los valores familiares y habla de su fascinación por los simios, contando con humor su terrible aventura en la jaula de un zoológico. Reitera también su amor por las obras de los grandes pintores, así como su deseo de hacerlas accesibles a los niños a través de copias paródicas, hecho que le ha causado incluso problemas jurídicos de derecho de autor. Hablando de sus viajes, no falta un homenaje a México y a su gente, que Anthony Browne recuerda con cariño y amistad por haber conocido en ocasión de la estupenda exposición que se le dedicó en el museo Tamayo en 1996.

Browne se acoge a su talento de narrador para brindarnos una apasionante biografía ilustrada, en la que momentos de hilaridad y otros de conmovedora sinceridad, se alternan con reflexiones acerca de la relación entre texto e imágenes en el libro infantil contemporáneo: una lectura esencial para los adeptos de la literatura para niños, una obra entretenida y emotiva para todos los que no quieren dejar de jugar con su imaginación.