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Investigadores dan a conocer libro sobre la preservación del archivo del artista

Rescatan la memoria gráfica legada por Manuel Ramos

Es el primer paisajista virtual en la historia de la fotografía nacional, dice Alfonso Morales

El volumen Fervores y epifanías del México moderno será presentado en febrero, adelantan

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Manuel Ramos también manifestó una vena lúdica, ya sea retratando por ejemplo a sus hijos en diferentes oficios, entre ellos el de voceador –aunque esas fotos tienen otras lecturas–, o bien en esta imagen, donde aparecen los cráneos de sus hijos Teresa y Manuel
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En estas imagen, donde aparecen los cráneos de sus hijos Teresa y Manuel, en un díptico titulado Naturaleza muerta... con muchachos vivos. El juego de la vida y la muerte
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Entrada triunfal de las tropas zapatistas, vanguardia de las tropas de la Soberana Convención Revolucionaria, al Zócalo de la ciudad de México, el 6 de diciembre de 1914
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Enfermo aislado en el manicomio de La Castañeda, ciudad de México, ca. 1911 e Internas en el mismo manicomio, ca. 1911
 
Periódico La Jornada
Miércoles 11 de enero de 2012, p. 4

Manuel Ruperto Ramos Sánchez, fotógrafo. Uno de los primeros constructores de la memoria gráfica de México cuyo archivo fue descubierto por azar.

La obra de Ramos (San Luis Potosí 1874-ciudad de México, 1945) no se limita al registro político, social, económico y cotidiano del México de antes, durante y después de la Revolución, sino que lo convierte en uno de los pioneros de la experimentación con la imagen: desde el fotomontaje hasta la aplicación de color, todo como parte de su búsqueda de la imagen ideal.

Fue también de los primeros fotógrafos que firmó su trabajo y que se ocupó de conservar su archivo: unas 11 mil fotografías y documentos que quedaron bajo el resguardo de su familia, y que ahora se encuentra estabilizado y digitalizado gracias a la labor de un equipo de investigadores encabezados por Elia del Carmen Ramírez y Alfonso Morales.

Resultado de ese trabajo es el libro Fervores y epifanías, que obtuvo una mención en la sexta Bienal de Diseño del pasado mes de noviembre; este volumen se presentará en febrero próximo en el Museo de la Ciudad de México –recinto con el cual se realizan pláticas para montar una exposición de Ramos–, así como una muestra en la Galería de las Rejas de Chapultepec, adelanta Elia Carmen Ramírez en entrevista con La Jornada.

Al hablar de Manuel Ramos aludimos a uno de los pioneros del fotoperiodismo en México, subrayan ambos investigadores en sendas entrevistas vía telefónica. La emoción que permea sus palabras a través del teléfono es la misma que se encuentra impresa en las páginas del libro.

Trabajo independiente

El archivo de Manuel Ramos fue descubierto por un dolor de muelas: mientras preparaban la exposición Asamblea de ciudades, a comienzos de los años 90, el coordinador del proyecto, Pablo Ortiz Monasterio, fue al dentista, quien al saber que su paciente era fotógrafo le contó que su abuelo compartía la misma profesión y que su familia había guardado imágenes y documentos.

Ahí comenzó todo. Algunas de las fotografías fueron incluidas en esa muestra, y a partir de entonces, Carmen Rodríguez y Alfonso Morales quedaron vinculados al legado de Ramos. El trabajo que se realiza en el Archivo Fotográfico Manuel Ramos es independiente y los recursos se obtienen de becas, como la de la asociación civil Adabi de México, gracias a la cual fue posible la digitalización del acervo, lo cual permite el acercamiento a otros investigadores interesados en develar las aristas, que parecen infinitas, del quehacer del fotógrafo.

El trabajo de Manuel Ramos se encuentra en varios ámbitos, desde las fotografías oficiales hasta el registro de la vida cotidiana, sobre todo de las primeras cuatro décadas del siglo XX; fotografió también los edificios coloniales como parte de su trabajo en la Dirección de Monumentos Coloniales y captó, cuadra por cuadra, el Centro Histórico de la ciudad, destaca Ramírez.

Los temas que toca Ramos, añade, “son muy vastos, tenemos material para hacer varias publicaciones, incluyendo algunas temáticas, y Fervores y epifanías es una grandísima semblanza de lo que fue el trabajo del autor, sus imágenes y lo que representó para la historia de este país”.

Algunas de sus fotografías ya han sido expuestas en el Centro Histórico; en la exposición Azoteas y vecindades, que se presentó en las galerías de las estaciones Bellas Artes, Basílica y Polanco, del Sistema de Transporte Colectivo Metro; en Paseando por la ciudad, en la Galería abierta del Paseo de la Reforma, o en la exposición titulada El barrio de La Merced, que estuvo en la Plaza de la Alhóndiga en ese tradicional sitio capitalino.

Esas muestras se realizaron con apoyo de la Autoridad y el Fideicomiso del Centro Histórico y de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal.

Otras exposiciones alusivas a Ramos se realizaron en su estado natal, San Luis Potosí. Otros estados en los que podrá verse el trabajo de Manuel Ramos en los próximos meses son Nayarit, Tlaxcala, Jalisco y Nuevo León.

En el quehacer del artista es muy interesante la tensión que existe entre tradición y modernidad: él era un devoto católico que fue testigo de los cambios que convirtieron a esta ciudad en una metrópoli, señala a su vez Alfonso Morales, autor del texto Los evangelios según Manuel Ramos, que acerca al lector/observador una imagen de la vida y obra del fotógrafo potosino, incluido en el libro.

“Fue un pionero del fotoperiodismo, en el sentido de la creación plástica. No le tuvo miedo a la experimentación y como fotógrafo, independientemente de sus creencias y sus opiniones políticas, asumió la idea de la imagen no sólo como documento sino como creación. Por eso es pionero en el fotomontaje, estamos hablando de la era pre photoshop; él buscaba la imagen ideal y por ello no le importaba romper con la estructura inicial de la fotografía: si le convenía sacar de una imagen el cielo, de otra los volcanes y de otra el primer plano –siempre teniendo en la cabeza esta tradición del paisaje de Velasco y del Doctor Atl–, con manipulaciones físicas.

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En 1912, Manuel Ramos tomó esta imagen de su hija Guadalupe disfrazando a su hermana Carmen como Francisco I. Madero. Del juego a la política. Por eso cada una de las fotografías del artista tienen más de un significado. Pueden leerse desde la composición de la imagen hasta el momento político nacional
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La obra de Manuel Ramos cuenta con numerosas imágenes emblemáticas de la Decena Trágica, la entrada de los revolucionarios a la ciudad de México, las fotografías de la urbe –que documentan el antes y el después–, las relacionadas con su fervor guadalupano y la religión católica, los fotomontajes y la aplicación de acuarelas sobre ellas, que cruzan las fronteras con la pintura. La imagen superior da cuenta de todo ello: son los estantes de su cuarto oscuro en Popotla (ca. 1925)

Con estas manipulaciones físicas: recortar, pegar, fotografiar y volver a fotografiar, alterar el documento e intervenirlo de manera pictórica, crea una serie de ensambles que son extraordinarios y que a final de cuentas son imágenes virtuales, por así decirlo. Estamos hablando del primer paisajista virtual en la historia de la fotografía mexicana. Las libertades que se da Ramos, en su búsqueda por la imagen ideal son notables, no se detiene ante el uso de cualquier recurso para conseguirlo.

Cronista de un icono

Manuel Ramos, agrega Morales, quiso ser pintor; en algunos documentos habla de su afición por la pintura, y entendió la fotografía no sólo como una especie de prolongación de sus deseos pictorialistas, sino que comprendió que dentro de la fotografía se podía construir otra imagen, siempre en la búsqueda de lo sublime.

Fotografió a su familia, estuvo en momentos emblemáticos de la historia de México –la Decena Trágica, la entrada del ejército zapatista, o Pancho Villa sentado en la silla presidencial con Zapata a su lado izquierdo (derecho para quien observa la imagen).

Hoy sabemos, explican los investigadores, que muchas de las fotografías que se encuentran en el Archivo Casasola, son de la autoría de Ramos. De hecho, uno de sus descendientes vendió parte del acervo Ramos al Archivo Casasola.

Nunca hizo a un lado su fervor católico y su devoción a la virgen de Guadalupe, así que muchas de sus imágenes adquieren otra lectura con ese hecho. Se convierte en cronista de un icono. “Su fascinación no sólo tiene que ver con el icono, una imagen que no sólo registró, reprocesó, reinventó, recreó, sino también con la historia de esta devoción a través de las distintas festividades y ritos guadalupanos.

“Fue un militante católico, no sólo creyente. Su devoción lo convirtió en un integrante del ejército cristero, quizá no con las armas en la mano, pero sí con su cámara. Uno de los grandes documentos que genera es precisamente desde adentro el movimiento cristero, que él entendió como la legítima defensa de su ver. Su trabajo, en este sentido, permite ver de una forma un poco más compleja cómo fue ese proceso de definición de un sector de la sociedad que quedó relegado tras el triunfo de la Revolución: la clase media tradicionalista, los católicos –que como se demostró con el paso del tiempo– estaban solamente replegados. Lo que ha pasado en estos años permite entender lo que se estaba moviendo detrás de las imágenes que captó Ramos de estos sectores, aparentemente derrotados por la Revolución”, expresa Morales.

Con este libro damos una probadita del trabajo de don Manuel, subraya Carmen Ramírez. Fue un artista completo, con una mirada precisa y sus imágenes tienen muchas lecturas. Hoy enfrentamos el reto de seguir haciendo esta labor. Necesitamos continuar el trabajo de rescate, la estabilización de los negativos, que en su mayoría ya están estabilizados, nos hace falta una bóveda. El reto principal es conservar la memoria histórica que este gran fotógrafo nos da.

Vertientes por revisar

Alfonso Morales, a su vez, señala que en materia de investigación falta mucho por descubrir del trabajo de Manuel Ramos, quien permaneció activo hasta el último día de su vida. “No sabemos qué parte de la obra de Ramos fue vendida al Archivo Casasola; falta una investigación extramuros de lo que se encuentra de su autoría en la prensa ilustrada de México, las imágenes que tomó para la Dirección de Monumentos Coloniales, las que realizó para órganos vinculados a la jerarquía católica o a organizaciones católicas, o los retratos que, al final de su vida, hizo a integrantes de los sectores tradicionales que vivían en colonias como Santa María la Ribera, la Roma y la Condesa. En Fervores y epifanías presentamos un apartado con algunas de estas imágenes, en los que hay otra lectura: un retrato de la intimidad, de la vida doméstica de la clase media en la ciudad de México que falta por complementar.

Creo que este libro permitirá revisiones más puntuales sobre algunas de sus vertientes, así como recuperar material que no está en su archivo, sino en otros acervos, puntualiza Alfonso Morales.

Fervores y epifanías ya está a la venta en librerías, y se puede adquirir también de manera directa en [email protected], los recursos que se obtengan por esta vía se destinarán a los trabajos de rescate y protección del archivo.