Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Alfeñique
N

o piensen que me refiero a alguien enclenque o debilucho, hablo de una delicada y primorosa golosina de dulce que en las formas más artísticas y novedosas se elabora en las fechas en que se conmemoran los días de muertos. De origen árabe, pasó a España cuando éstos dominaron la península y de ahí nos llegó con la conquista española que trajo la caña de azúcar. Aquí se adoptó gozosamente y, como solemos hacer, la reinterpretamos de muchas creativas maneras. En los conventos de monjas se volvió muy popular, particularmente en el de San Lorenzo, cuyas preciosuras eran adquiridas por la población más pudiente.

Uno de los lugares en que esta actividad ha alcanzado niveles de arte es en Toluca, ciudad vecina al Distrito Federal. En los portales cercanos a su Zócalo se lleva a cabo año con año la Feria del Alfeñique, desde tres semanas previas a los días de la celebración.

Aquí se instalan decenas de puestos que muestran increíbles primores realizados con azúcar, clara de huevo y chaucle o chiautle, que es la raíz del pápalo quelite, esa hierba aromática de sabor profundo que acompaña tan bien los tacos placeros y los frijoles de la olla.

La raíz no es tan inocente, ya que consiste en un bulbo de gran dureza que el artesano rebana y muele a mano. A continuación mezcla esta pasta con las claras y el azúcar, finamente cernida, y la deja reposar un día, cuidando que no se seque, para en el momento justo aplanarla e irla colocando en los moldes de barro y algunas piezas las elabora a mano. Cuando están secas las une cuidadosamente con clara de huevo y un poco de limón. Ya listas les pega las patitas y las decora una a una con un pincel o un palillo remojado en pinturas vegetales de tonos pastel. El resultado son exquisitas figuras de venaditos con grandes cuernos, borregos, puerquitos, gallinas, conejos, catafalcos, canastitas con flores o frutas, mujercitas con coquetos sombreros y un sin fin de graciosuras que alegran el alma al verlas y el paladar, si se anima a comerlas.

Ahora está en tiempo de echarse un paseíto a Toluca a comprar estas maravillas que van a darle un toque especial a su ofrenda y si no pone no importa, las coloca en algún lugar de su casa y se deleita con ellas.

Para complementar el paseo con una sabrosa comida, en los mismos portales se encuentra el restaurante Las Ramblas, que desde hace medio siglo ofrece variadas viandas que incluyen platillos de la localidad como la sopa seca del pueblito, que es de fideos con chipotle, crema y el famoso chorizo toluqueño, que también va a acompañar la cecina y el molcajete Ramblas. Si quiere algo más ligero, el conejo a las brasas es una de las especialidades de la casa. Al pendiente de todo está la gentil Gabriela Alcázar, cuyo padre fundó el restaurante.

Para bajar la comida puede dar una caminada para visitar tres pequeños museos que ocupan bellas casonas contiguas. Muestran la obra de sendos grandes artistas oriundos de la entidad: José María Velasco, Felipe Gutiérrez y Luis Nishizawa.