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Al final, la policía intervino para apagar algunos conatos de violencia en la tribuna

Los rojiblancos se apropiaron del estadio Azteca
 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de octubre de 2011, p. a10

Cantando, en jubilosa procesión por las rampas del estadio Azteca, salieron los aficionados rojiblancos, con la burla desbordante hacia el acérrimo enemigo: ¿Y dónde estáaan, y dónde estáaan esos pollitos que nos iban a ganar...?

El estadio Azteca fue escenario de una fiesta rojiblanca, donde una hora antes del partido todo estaba dispuesto para la alegría de los visitantes, que presentían un inolvidable festín.

Cientos de seguidores del Guadalajara convirtieron a su equipo en claro local al mostrarse en abrumadora mayoría y lanzaron el clásico grito de batalla: ¡Chivas, Chivas!, en cuanto vieron a los suyos salir al campo a calentar.

Afuera, en la romería armada entre revendedores de boletos, concursos organizados por las marcas patrocinadoras y la venta de comida y de playeras, destacó la número 8, de Marco Fabián, quien está convertido en uno de los consentidos del público.

El América, que por fin vio atiborradas sus tribunas en su triste andar por el torneo Apertura 2011, con cerca de 90 mil espectadores, fue fiel a la imagen mostrada a lo largo del certamen: un equipo gris, sin convicción, descolorido como la playera retro que decidió usar.

Categórico resultó el triunfo del Guadalajara, no sólo en el marcador, sino también en el duelo de porras, pues las voces de las barras americanistas fueron acalladas por la mayoría rojiblanca, que dirigió sus burlas al portero Armando Navarrete, quien tuvo desafortunada actuación.

Los jugadores tapatíos, conscientes de su papel de estrellas, al final del juego, con el liderato en la bolsa, se concentraron en el centro del campo y con los brazos en alto se despidieron con un aplauso hacia sus seguidores.

Ese detalle, así como todo el coraje por la derrota, hicieron explosión en decenas de seguidores americanistas, que en diversos sectores buscaron bronca con sus contrapartes, por lo que la policía debió interponerse y apaciguar los encendidos ánimos.

Ser seguidor del América resultó más doloroso y frustrante que nunca: tuvieron que hacer largas filas para ser revisados exahustivamente. Los uniformados los despojaron de cualquier bandera o adorno metálico, y los hacían quitarse hasta los zapatos en busca de algún artefacto o arma peligrosa, lo que demoró el ingreso, tan sólo para encontrarse de forma tempranera con el marcador adverso.